Nunca se concretó, como tampoco se hizo realidad el anhelo del entonces presidente por conseguir la independencia energética con la construcción de una planta nuclear
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Cuba vivió uno de los peores apagones de su historia. Calificada por el Gobierno como una “emergencia nacional”, el país estuvo varios días a oscuras luego de que el 18 de octubre ocurriera una desconexión total del sistema eléctrico. “Nuestra comida se está pudriendo”, reclamaban desesperados los habitantes de la isla, que también se vieron afectados por cortes en el suministro de agua.
El presidente Miguel Díaz-Canel culpó al histórico embargo económico que Estados Unidos le impuso a la isla, argumentando que impide la llegada de suministros y piezas de repuesto necesarias para el funcionamiento de las centrales termoeléctricas del país. El primer ministro Manuel Marrero dijo que el sistema fue afectado por la escasez de combustible.
Aunque unos días después la electricidad fue reconectada, algunas zonas de la isla continúan experimentando cortes de luz de hasta ocho horas diarias, por la inestabilidad de la infraestructura, que en cualquier momento podría volver a fallar.
“El próximo gran apagón que tenga Cuba va a ser cinco o diez veces peor que este”, le dice a BBC Mundo Jorge Piñón, investigador del Instituto de Energía de la Universidad de Texas en Austin, Estados Unidos. Esa proyección se sustenta en que las ocho centrales termoeléctricas que tiene el país, con más de cuatro décadas de explotación, no recibieron el adecuado mantenimiento operacional ni las inversiones que necesitan para seguir funcionando.
Estas termoeléctricas, que son la columna vertebral del sistema, utilizan como combustible el petróleo producido localmente en la isla (el cual tiene un alto contenido de azufre y otros metales), explica Piñón. Sin embargo, apunta, existen otros mecanismos de generación eléctrica en Cuba que requieren petróleo extranjero para poder funcionar y que en los últimos tres o cuatro meses sufrieron la escasez del suministro.
Se trata de las plantas flotantes energéticas de origen turco y de una red de grupos electrógenos creados en el Gobierno de Fidel Castro en 2006 bajo la llamada “revolución energética”.
Según Castro, esos grupos electrógenos -que generan electricidad con motores diésel y de fueloil (un petróleo más pesado)-, iban a ser la solución contra los apagones que tenían en vilo al país.
Pero, más allá de eso, Castro decía que la nueva revolución energética les permitiría reducir la dependencia del petróleo importado, eliminar las termoeléctricas y avanzar en el desarrollo de energías renovables como la solar y la eólica. Aquel anhelo nunca se concretó, como tampoco se hizo realidad el gran sueño de Castro de conseguir la independencia energética con la construcción de una planta nuclear.
El sueño atómico de Fidel Castro
A comienzos de los años 80, Castro planificó la construcción de la central nuclear de Juraguá, en la provincia cubana de Cienfuegos. Con ella, el líder cubano aspiraba a cumplir uno de sus grandes objetivos: liberar a la isla de la costosa dependencia del petróleo extranjero.
El plan no solo contemplaba la construcción de una planta nuclear. La idea de Castro era edificar una Ciudad Nuclear con viviendas y toda una red de infraestructura para acoger a miles de trabajadores, muchos de ellos provenientes de la extinta Unión Soviética.
“Los cubanos querían cambiar su modelo de producción de energía y girar hacia otras fuentes alternativas, incluyendo la eólica y la solar”, le dijo a BBC Mundo en 2018 Jonathan Benjamin Alvarado, autor del libro Power to the people. Energy and the Cuban nuclear programme (El poder para la gente. La energía y el programa nuclear cubano).
Al frente del programa nuclear de Juraguá estaba Fidel Castro Díaz-Balart, quien además de ser hijo del líder histórico de la revolución, se había formado como físico en el Instituto de Energía Atómica I. V. Kurchatov de Moscú.
Como secretario ejecutivo de la Comisión de Energía Atómica de Cuba, el hijo del presidente capitaneó los esfuerzos para poner en marcha una planta que debía satisfacer hasta un 15% de las necesidades energéticas de la isla y generar miles de puestos de trabajo.
“Con la planta y una ciudad junto a ella, se trataba de imitar un modelo como el de la central de Chernobyl” en la Unión Soviética, explicó Alvarado. En 1982, con apoyo técnico y económico soviético, se inició la construcción del primero de los cuatro reactores de 440 megavatios de potencia. Las obras avanzaron durante los años siguientes, pero pronto aparecerían los obstáculos.
La caída de la Unión Soviética
En la madrugada del 26 de abril de 1986 se produjo en la central nuclear de Chernobyl, en la antigua Unión Soviética (actualmente Ucrania), un accidente que desencadenó la mayor catástrofe nuclear de la historia y la conmoción en un mundo que conoció a través de la tragedia las debilidades del programa nuclear soviético.
Fue uno de los primeros golpes al proyecto nuclear cubano que dependía directamente del apoyo soviético. La comunidad internacional reaccionó con espanto frente a la tragedia y el avance de la energía nuclear como alternativa a los combustibles fósiles fue objeto de duras críticas.
Por otro lado, “era la primera vez que los soviéticos intentaban levantar una central nuclear fuera de la URSS y no comprendieron que las circunstancias de Cuba lo hacían imposible”, dijo Alvarado, porque la isla no contaba con la capacidad financiera para sostener un proyecto de esa magnitud.
En 1989 cayó la URSS, terminó la imprescindible ayuda soviética, y Cuba en los años posteriores se vio sumida en la época de escasez conocida como el Período Especial. Los cubanos habían alcanzado a construir solo uno de los cuatro reactores que funcionaría en la planta y una parte de la llamada Ciudad Nuclear que albergaría a los trabajadores del proyecto.
Fidel Castro buscó durante algún tiempo socios internacionales para concluir una obra que se había convertido en un emblema de su legado político, pero no logró concretar su objetivo. En septiembre de 1992, frente a los trabajadores de la planta, anunció finalmente: “No tenemos otra alternativa que detener la construcción”.
Con la desaparición de la Unión Soviética, también desapareció el sueño atómico del presidente cubano. Cuba había invertido por entonces US$1100 millones en un proyecto del que solo quedaron los escombros.
La Ciudad Nuclear
El fracaso de Juraguá fue también el de Fidel Castro Díaz-Balart, destituido de sus cargos, según informó la prensa de la época, en medio de acusaciones de su padre por “incompetencia”. Pero, aunque la central nunca llegó a entrar en servicio, la Ciudad Nuclear que trajo consigo la sobrevivió. Alrededor de 4000 de las personas que se instalaron allí decidieron quedarse pese al abandono de la iniciativa.
Más de tres décadas después del cierre definitivo del proyecto, la zona está habitada por cubanos que viven fundamentalmente de trabajar en el campo, la pesca, o en hoteles de la ciudad de Cienfuegos. Sin embargo, de los ingenieros y trabajadores que llegaron a levantar el gran proyecto nuclear quedan muy pocos.
Tras el fracaso de la central nuclear de Juraguá y en medio de la actual crisis energética, muchos se preguntan qué tipo de estrategia podría seguir el país para asegurar el abastecimiento eléctrico de su población.
Hay expertos que coinciden en que para mejorar el sistema energético de la isla se requieren grandes inversiones. Y entonces, la pregunta siguiente es cómo conseguirlos.
Según Jorge Piñón, el único camino viable para mejorar la matriz energética de la isla es que se produzca un cambio en el modelo económico. “Cuba podría hacer un cambio en el modelo económico como el que hizo Vietnam”, argumenta, para atraer inversores extranjeros al país.
Sus cálculos apuntan a que se van a necesitar entre US$8000 millones y US$10.000 millones para recapitalizar el sistema y desarrollar una matriz diversificada que utilice diferentes tipos de energías, incluyendo las renovables. Incluso, dice el experto, podrían formar parte de la matriz algunos mini reactores nucleares como los que está promoviendo actualmente Bill Gates para los países en desarrollo.
Si eso ocurriera alguna vez, sería como cerrar el círculo del experimento nuclear soviético de los años 80 con una versión completamente distinta de pequeños reactores nucleares. Pero, eso está, por ahora, lejos de ser una realidad.
Una parte importante del debate actual gira en torno a cómo la isla puede transitar, al menos parcialmente, hacia la generación de energías renovables y disminuir su casi total dependencia de los combustibles fósiles para producir electricidad. Un desafío que, por lo pronto, parece difícil de alcanzar.
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