Fue tan sorprendente que miles de británicos aún no lo pueden creer. La victoria de Boris Johnson no dejó lugar a duda: el dirigente cuestionado, el líder que cerró el Parlamento pese a no poder hacerlo, el político capaz de horrorizar con su repentina xenofobia se convirtió en el premier más votado en 40 años. Detrás de esa victoria, hay, por lo menos, cuatro fenómenos que describen no solo a Gran Bretaña si no al resto del mundo y que plantean varios interrogantes sobre el futuro.
La fórmula del éxito electoral se repite desde Filipinas a Brasil y Gran Bretaña
Los líderes fuertes y carismáticos se imponen. Sin miedo a la demagogia o a la mentira, Boris Johnson se presentó como un dirigente dispuesto a todo, incluso a torcer la ley, para defender al pueblo en contra del establishment. Ese "ellos o nosotros" le ayudó a llegar al poder hace unos meses y a triunfar en las elecciones como ningún otro político conservador logró hacerlo en los últimos años. Polarizar es también el método preferido de Donald Trump, de Jair Bolsonaro, de Rodrigo Duterte (en Filipinas), de Narendra Modi (en India), y de dirigentes que están en las puertas del poder como Matteo Salvini o Marine Le Pen.
A la imagen de líder salvador y decidido, todos esos dirigentes le suman el aspecto emocional maximizado por mensajes simples y directos: "¡Liberemos el potencial británico!" fue la frase que dominó el discurso conservador, acompañado de propuestas fáciles para salud, educación y seguridad (incorporar decena de miles de enfermeras, maestros y policías).
Los laboristas, en cambio presentaron un manifesto con cientos de propuestas complejas y la promesa de destinar cientos de miles de millones de libras hacer gratis servicios como los de internet para todos, una medida que no fue tan bien recibida.
Además, mientras Johnson se concentró en la promesa de sacar a Gran Bretaña de la UE, el laborismo compartió con otros partidos el voto de quienes apoyan la opción de permanecer en el bloque.
Las clases medias trabajadoras está desencantada y reclaman soluciones
Como sucedió en otros países europeos y en Estados Unidos, con sus soluciones simples y la promesa de resolver problemas fácilmente, los conservadores avanzaron sobre el electorado históricamente alineado con la izquierda, la clase media trabajadora, desencantada con el laborismo, con el radicalismo de Corbyn, con una globalización a la que responsabilizan de amenazar sus trabajos y con la parálisis que provoca la batalla por el Brexit y que, desde hace tres años, domina a Gran Bretaña.
En otros lados del mundo, como América latina, la frustración de la clase media trabajadora tiene otros orígenes y busca canales diferentes para manifestarse. Pero el efecto sorpresa golpea por igual a sus clases dirigentes: lo hizo en Gran Bretaña con la contundente victoria de Johnson y lo hace en las calles de la región con inéditas explosiones sociales.
El centro se diluye y los extremos se hacen ambiguos
Como sucede en América latina con las múltiples demandas de las manifestaciones callejeras, los reclamos de los votantes británicos no son tan fáciles de descifrar. ¿Por qué el abanderado del Brexit obtuvo un triunfo resonante pero, a la vez, los partidos anti Brexit recibieron, en total, dos millones más de votos?
¿Por qué, por ejemplo, apoyaron un líder beligerante de la derecha y no un dirigente de similares características pero de la izquierda? ¿Por qué le perdonan el extremismo a Johnson y no a Corbyn?
Un dato sí está clarísimo. El liderazgo de Corbyn, del polo más a la izquierda del Laborismo, fue rechazado por completo. En los sondeos, los británicos lo describían como demasiado radical –sobre todo en sus alianzas internacionales-, permisivo con el antisemitismo y poco dispuesto a cumplir con el Brexit pese a que esa opción ganó en junio de 2016.
Ahora, con su derrota, el laborismo les envía un mensaje a sus primos norteamericanos, los demócratas, justo cuando falta muy poco para empezar las primarias: no es tan fácil encontrar el candidato ideal, la ubicación ideológica precisa y el mensaje correcto para enfrentar y derrotar a líderes populistas como Trump o Johnson por más cuestionables y hasta reprobables que sean. La extrema izquierda no funciona pero ¿lo hará el centro?
El laborismo – al igual que las izquierdas globales- puede tratar de moverse hacia el centro, como hizo con Tony Blair, pero el pobre desempeño de los Liberales Demócratas en estas elecciones sirve de advertencia.
La moderación del centro le puede haber servido a Emmanuel Macron para ahuyentar el fantasma de la ultraderecha de Le Pen; sin embargo, eso no funcionó en Gran Bretaña.
No a la globalización: los nacionalismos volvieron para quedarse
El Brexit lo insinuó y esta elección terminó de confirmarlo: la integración, que tiene en la globalización su máxima expresión, ya no seduce; es más, espanta a aquellos que creen que ella se roba sus trabajos y su calidad de vida. En Inglaterra se impusieron los Tories y el Brexit ya no tiene vuelta atrás. En Escocia, ganó el Partido Nacionalista Escocés, que plantea un nuevo referéndum independentista. En Irlanda del Norte, por primera vez los nacionalistas, inclinados por reunificarse con una Irlanda que se quedará en la UE, avanzaron y el ultraconservador DUP perdió dos escaños.
El final del siglo XX derribó murallas pero el XXI vuelve a construirlas, no importa dónde, desde un Estados Unidos que se desacopla del planeta hasta un Brasil que amenaza con romper el Mercosur o una Argentina de Alberto Fernández que ve en el libre comercio un enemigo. El auge de los nacionalismos derivó, en el siglo XX, en una guerra mundial. Hoy, está por verse cuál será su final.
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