La relación comenzó a forjarse en 2006 cuando el entonces presidente Hugo Chávez realizó la primera de tres visitas que haría a ese país durante su mandato
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Cuando el pasado 31 de mayo aterrizó en Damasco un Airbus A340 de la estatal venezolana Conviasa, Caracas se convirtió en la única ciudad del continente americano en contar con un vuelo directo hacia la capital de Siria. Luego de años de una brutal guerra civil, cuyos excesos derivaron en numerosas sanciones que aislaron al gobierno del presidente Bashar al Asad, las conexiones de Siria con el mundo son muy reducidas.
Apenas un puñado de países tiene vuelos directos con Damasco, y Venezuela es el más lejano. El establecimiento de esta conexión no es del todo novedoso, pues originalmente se instauró en 2007 como parte de una ruta semanal Caracas – Damasco – Teherán, impulsada en el marco de la alianza que entonces estaba forjando el fallecido mandatario Hugo Chávez con Bashar al Asad y con el entonces mandatario iraní Mahmoud Ahmadineyad.
Esos vuelos se suspendieron a inicios de 2012 y resurgen ahora en un momento en el cual tanto Al Asad como Nicolás Maduro parecen haber sorteado las presiones internas y externas que amenazaban con sacarlos del poder y aparentemente comienzan a reintegrarse en escenarios internacionales, de los que estuvieron excluidos durante años.
El reinicio de esta ruta es también fruto de la decisión de ambos gobiernos de fortalecer las relaciones bilaterales que hicieron de Venezuela el principal aliado de Siria en América Latina. ¿Pero qué logra el presidente Maduro al impulsar una alianza con el gobierno de un país tan lejano, cuestionado internacionalmente, empobrecido y que nunca ha ocupado un lugar destacado en la agenda comercial de Venezuela? Empecemos con un poco de historia.
Una alianza subsidiada
La alianza entre Caracas y Damasco comenzó a forjarse en 2006, cuando Chávez realizó la primera de tres visitas que haría a Siria durante su mandato (las otras dos serían en 2009 y 2010).
Durante esos años, ambos gobiernos suscribirían acuerdos de cooperación en economía, agricultura, turismo, ciencia, tecnología y petróleo, entre otras áreas, incluyendo una iniciativa para exportar aceite de oliva sirio hacia Venezuela y otra para construir una refinería en Siria capaz de procesar 140.000 barriles de crudo al día, que se esperaba iba a ser inaugurada en 2013.
Pese a estos acuerdos, la relación comercial entre Siria y Venezuela no llegó a ser especialmente significativa. En un análisis publicado en 2008, el experto petrolero José Toro Hardy cuestionaba la pertinencia de que Venezuela se implicara en el proyecto para construir la refinería en Siria, cuyo costo se cifraba en US$2600 millones y en la cual Venezuela iba a tener una participación del 33%.
“Resulta difícil entender cuál pudiera ser el interés económico de Venezuela en este proyecto (…) Está claro que los crudos venezolanos no podrían ser procesados en esa refinería por razones de costo de transporte y características de nuestro petróleo”, escribió. También había dudas sobre la rentabilidad económica de los vuelos de Conviasa hacia Damasco y Teherán.
El “eje de los valientes”
Pero es que más que por lo económico las relaciones entre Venezuela y Siria están marcadas por el interés político. “Se trata de una unión ideológica-política”, dice a BBC Mundo Héctor Quintero, diplomático jubilado y exembajador de Venezuela en Israel.
Desde la primera visita de Chávez a Damasco quedó claro que el vínculo político jugaría un papel preponderante. En una comparecencia pública junto a Asad, el mandatario venezolano destacó que ambos países mantenían la misma posición “firme y decidida” en contra del “imperialismo” y que querían cooperar en la “construcción de un mundo nuevo” en el que la economía no estuviera al servicio de las fuerzas de la “hegemonía”.
En aquel encuentro, Chávez respaldó el reclamo de Siria por la devolución de los Altos del Golán, mientras que Asad anunció su apoyo a la elección de Venezuela como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU. En 2010, Asad visitó Venezuela y Chávez le rindió honores al otorgarle una réplica de la espada del Libertador Simón Bolívar. En aquel encuentro, ellos bautizarían la alianza Caracas – Damasco como el “eje de los valientes”.
Un apoyo irrestricto
El alineamiento entre Siria y Venezuela en política exterior sería visible desde los primeros encuentros entre Asad y Chávez. Héctor Quintero señala que Chávez rompió la histórica neutralidad de Venezuela en los conflictos de Medio Oriente para apoyar las posturas de Damasco y Teherán en contra de Israel en relación, por ejemplo, con la situación en Líbano y en el conflicto con los palestinos.
Al mismo tiempo, Chávez impulsó en 2010 la incorporación de Siria como “miembro aliado” de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), conformada en la actualidad por Venezuela, Cuba, Nicaragua, Bolivia y cinco pequeñas islas del Caribe.
El apoyo de Caracas a Damasco se mantuvo a lo largo de todos estos años, incluso durante los momentos en los que el gobierno de Asad fue objeto de las más duras críticas y condenas por parte de la ONU.
En 2012, por ejemplo, la Asamblea General de la ONU aprobó con 137 votos a favor una resolución en la que condenaba las “amplias y sistemáticas violaciones de los derechos humanos” por parte del gobierno de Siria. Venezuela fue uno de los 12 países que votaron en contra y su postura fue acompañada por otros países del ALBA: Bolivia, Cuba, Nicaragua y Ecuador (que entonces formaba parte de ese grupo). Y ese apoyo en Naciones Unidas continuó con los años.
Pero el apoyo de Caracas a Damasco no se limitó al campo diplomático. Entre finales de 2011 e inicios de 2012, Venezuela comenzó a enviar barcos cargados de diésel hacia Siria, en respuesta a una solicitud del gobierno de Asad.
Siria tradicionalmente se había autoabastecido de combustible, pero en esos momentos debido al conflicto interno estaba teniendo un déficit de diésel, un combustible que -según señalaron muchos críticos- le servía a Damasco para movilizar sus tropas y reprimir las protestas antigubernamentales que sacudían a su país.
Estos envíos colocaban a Venezuela en riesgo de ser sometida a sanciones, pues Damasco ya se encontraba sancionado tanto por la Unió Europea como por EE.UU. debido a la represión de las protestas.
En febrero de 2013, el gobierno de EE.UU. sancionó a la Compañía Anónima Venezolana de Industrias Militares (Cavim), así como a otra docena de empresas extranjeras, por la venta de armamento y tecnología militar a Irán, Corea del Norte y Siria, países sancionados por Washington.
El aliado de mi aliado
¿Pero qué gana el gobierno de Maduro al mantener e impulsar esta alianza con la Siria de Bashar al Asad? Joseph Humire, director ejecutivo del Center for a Secure Free Society, un centro de estudios con sede en Washington D.C., señala que ambos países establecieron una relación en la que enfrentan a los mismos adversarios (Estados Unidos e Israel) y comparten los mismos aliados (Irán, Rusia, Hezbolá y los grupos palestinos).
“Venezuela como país no gana mucho, pero Maduro sí, porque gana el apoyo de los iraníes, de los rusos, de Hezbolá [organización musulmana chií libanesa], de todos los mismos actores que han defendido a Bashar al Asad y que le han ayudado a mantener el poder y buscan integrarlo en el Medio Oriente”, dice.
“Esos son los mismos actores que apoyaron a Maduro ante la campaña de presión máxima del gobierno del expresidente Donald Trump. Y ahora son los mismos actores que están buscando legitimar a Maduro y reintegrarlo en América Latina. Y Maduro necesita la protección y el apoyo de Rusia, Irán y Hezbolá”, agrega.
Humire destaca que en mitad de la alianza entre Siria y Venezuela, se ubica Irán como “actor principal”. “Siria es súper importante estratégicamente para Irán porque es el puente que necesita hacia Líbano. Ellos apoyan a Hezbolá en la guerra contra Israel y quien permite todo eso es Siria. Es un puente, una plataforma para exportar su revolución al mundo árabe”, afirma.
“Lo mismo puedes decir de Venezuela. Venezuela es importante para Irán, por logística, porque es una plataforma para América Latina, para tener capacidades, para tener ofensiva contra Estados Unidos. Entonces, Irán tiene estas dos plataformas que dan un gran apoyo logístico para permitirle lograr sus objetivos. E Irán está fortaleciendo a ambos en conjunto”, agrega.
Revoluciones y modelos similares
Humire destaca además que entre Caracas y Damasco existe una fuerte relación histórica debido a la gran comunidad de emigrantes sirios que hace ya muchas décadas se establecieron en Venezuela, donde conformaron una comunidad que -según algunas estimaciones- llegó a sumar un millón de personas entre migrantes y sus descendientes.
El experto afirma que dentro de ese grupo de migrantes había agentes del Partido Baaz, que gobierna en Siria desde hace décadas, quienes -asegura- tendrían influencia en el modelo que adoptaría la llamada “revolución bolivariana”.
“La principal inspiración de Hugo Chávez no era Cuba, era Siria. Porque él siguió el modelo de [Gamal Abdel] Nasser en Egipto y de Hafez al Asad [el padre de Bashar al Asad]”, señala. Explica que estos construyeron sus movimientos a partir de una identidad sociocultural, que era el panarabismo. Y que Chávez apuntaba a hacer lo mismo en el contexto de América Latina.
“En los años 60, cuando los comunistas quisieron hacer la guerrilla en Venezuela –financiados y apoyados por Cuba- fallaron. Pero luego hubo un grupo de operadores subversivos del partido Baaz que llegaron a Venezuela y empiezan a instruir a estos comunistas venezolanos en la diferencia entre guerrilla -que es lo que habían hecho en Cuba- y la insurgencia, que es lo que habían hecho en Egipto y Siria. O sea, no atacar a las Fuerzas Armadas, sino infiltrarlas”, indica.
“Por eso la doctrina de la Revolución Bolivariana es una doctrina de insurgencia, de infiltrar a las Fuerzas Armadas, capturarlas por adentro. Trataron de usarlas para un golpe de Estado que falló [en 1992] y después se movieron hacia la política. Eso es muy diferente a lo que se hacía en América latina. Y eso fue por lo que Chávez tuvo éxito donde muchos fracasaron. Chávez entiende esto y además lo dice durante sus viajes a Siria en 2006 o 2009″, agrega.
En septiembre de 2009, en un discurso que pronuncia durante su visita a la ciudad de Sweida, en el sureste de Siria, Chávez hace mención tanto a Hafez al Asad y a Gamal Abdel Nasser y asegura: “Soy naserista desde niño, soy soldado de Nasser”. Héctor Quintero recuerda que ambos líderes árabes encabezaban movimientos de izquierda y antiimperialistas, de donde también surge una coincidencia con la postura de Chávez.
Acusaciones y sospechas
La alianza triangular entre Venezuela, Siria e Irán que -según muchos expertos- carece de incentivos comerciales evidentes, dio pie durante años a especulaciones y acusaciones. Así, por ejemplo, tras el acuerdo alcanzado en 2007 para que las aerolíneas Conviasa e Irán Air realizaran operaciones comerciales conjuntas entre Caracas y Teherán vía Damasco, el diario italiano La Stampa publicó una nota que citaba informes de la CIA y de otros organismos de inteligencia occidentales, según los cuales Venezuela estaba ayudando a Irán al enviar hacia Siria material para la fabricación de misiles.
Chávez rechazó estas acusaciones y dijo que era parte de una agresión permanente contra su gobierno. Su negativa no acalló las especulaciones sobre aquellos vuelos de Conviasa, bautizados por algunos medios como “vuelos fantasmas”.
En un artículo publicado en 2015 por la revista brasileña Veja se afirmaba que esos vuelos eran usados para transportar drogas, armas así como agentes de grupos extremistas que necesitaban llegar a Occidente desde Irán y Siria sin ser detectados y quienes supuestamente recibían pasaportes venezolanos de manos de la embajada de Venezuela en Damasco.
En esta operación supuestamente habría participado Tareck El Aissami, de origen sirio-libanés y quien durante el gobierno de Chávez fue jefe de la Oficina Nacional de Identificación de Venezuela y ministro de Interior.
Durante el gobierno de Maduro fue vicepresidente ejecutivo, vicepresidente económico y ministro de Petróleo, cargo del que salió en marzo en este año en medio de un gran escándalo de corrupción. Estados Unidos lo acusa de narcotráfico, cargos que él niega.
Muchos años más tarde, en 2020, la Fiscalía estadounidense formuló una acusación en contra de Adel El Zabayar, un exdiputado del gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela.
Este presuntamente habría participado en un plan orquestado por el llamado cartel de los Soles -una supuesta organización narcotraficante- para enviar cocaína a Estados Unidos y para reclutar a agentes de Hezbolá y del grupo palestino Hamás para que ayudaran a planificar ataques contra los intereses de EE.UU.
BBC Mundo intentó contactar al gobierno de Venezuela para consultar no solamente sobre esta acusación, sino también sobre su alianza con Siria, pero al momento de publicar esta nota no se había recibido respuesta.
Unos meses antes de esta acusación en 2020, Maduro hizo referencia a los señalamientos que estaba haciendo EE.UU. sobre el supuesto cartel de los Soles diciendo que se trataba de “un conjunto de acusaciones falsas” y afirmaba que el gobierno del entonces presidente Donald Trump se comportaba como “cowboys racistas del siglo XIX”. Tras más de 15 años de existencia, la fuerte alianza entre Siria y Venezuela se renueva ahora con la recuperación de la conexión aérea entre Caracas y Damasco.
Por Ángel Bermúdez, BBC Mundo
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