Qué está en juego en las elecciones locales de Escocia, Gales e Inglaterra
Tres del “cuarteto fantástico” del Reino Unido van a las urnas y representan un desafío para Boris Johnson; Khan buscará la reelección en Londres
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PARÍS.– Varias elecciones se realizan en el Reino Unido este jueves: legislativas en Escocia y en Gales, y municipales en Inglaterra. El Brexit, la pandemia y más precisamente el nacionalismo inglés han desestabilizado el equilibrio de las naciones británicas. Y la aspiración a la independencia de Escocia podría actuar como detonador en un reino con múltiples identidades.
Cuando llegó al poder, en 2019, el primer ministro británico, Boris Johnson, prometió gobernar para el “awesome Foursome” (”cuarteto fantástico2): Inglaterra, Escocia, Irlanda del Norte y Gales, las cuatro naciones constitutivas del Reino Unido. Ahora, muchos se preguntan cuánto tiempo podría faltar para que sea el mismo Johnson quien les de el golpe mortal.
En su calidad de miembro de un partido “conservador y unionista”, según la apelación de origen de los tories, Johnson considera que esas naciones disponen de demasiado poder. En privado el primer ministro no lo oculta: la descentralización fue “el error más grande” de Tony Blair, su lejano predecesor laborista.
No obstante, desde 1998, gracias a ese proceso, Escocia dispone de su propio Parlamento, Holyrood, y Gales tiene su Cymru. El mismo año nació la Asamblea norirlandesa, como estaba previsto por los Acuerdos del Viernes Santo que pusieron fin al sangriento conflicto de Irlanda del Norte. Cada nación se vio acordar dominios específicos: salud pública, educación y agricultura. El reino conservó los espacios reservados: inmigración, defensa y relaciones exteriores.
El compromiso, destinado a reconciliar a unos y otros con Inglaterra, “aseguró cierta forma de estabilidad desde 1998 hasta 2016”, afirma Clémence Fourton, especialista de Estudios Anglófonos en Sciences-Po de Lille. “Todo funcionó bastante bien. Pero, con el referendo sobre el Brexit en 2016, el statu quo se volvió insostenible”, agrega.
El referéndum sobre la salida del país de la Unión Europea (UE) constituyó un golpe brutal contra la unidad de fachada de las naciones británicas. Escocia e Irlanda del Norte, aun habiendo votado respectivamente 62% y 56% en favor del “remain” (permanecer), se vieron empujadas contra su voluntad a salir de Europa por el Reino Unido que, por una escasa mayoría de 51,89% votó en favor del “leave” (partir).
Este jueves, la primera ministra Nicola Sturgeon, jefa del independentista Partido Nacional Escocés (SNP) que gobierna la nación desde 2007, espera demostrar al primer ministro británico que una mayoría de escoceses la apoya en su proyecto de independencia, otorgándole la mayoría absoluta en el Parlamento de Holyrood. Numerosos sondeos predecían ese resultado en los últimos meses, aunque la tendencia pareció invertirse en estos días, dando a la oposición conservadora la esperanza de impedir los objetivos de Sturgeon.
En Irlanda del Norte, la creación de una frontera simbólica en el Mar de Irlanda debido al Brexit desestabilizó el statu quo establecido por los acuerdos de Viernes Santo de 1998. Los nacionalistas (católicos) de esa provincia británica están convencidos de que, tarde o temprano, llegará el momento de la reunificación de la isla Esmeralda. En otras palabras, con la República de Irlanda, miembro de la UE.
Cinco años después del referendo, la onda de shock del Brexit no deja de extenderse. Viejo de más de 300 años, el muro que circunda el reino parece fisurarse y el fenómeno podría extenderse como mancha de aceite a Gales. El partido independentista Plaid Cymru fue hasta ahora minoritario. Pero, golpe inesperado: el enero pasado, un sondeo reveló que uno de cada tres electores galeses desea la organización de un referéndum sobre la secesión. Innegable efecto de espejo de la causa independentista galesa, según Fourton.
“La noción de identidad británica, que en otros tiempos unía el país, parece resquebrajarse”, deploraba recientemente el periódico conservador The Sunday Times, bajo el título “Nuestra unión está en crisis”.
Pero esos procesos nunca son simples. En todos los casos, y en particular en el de Escocia, para que haya un nuevo referendo es necesario el acuerdo de Londres. Y Boris Johnson no tiene la intención de pasar a la historia como el primer ministro que perdió esa nación. Por eso repite sin cesar que el primer referendo de 2014 -que concluyó con 44,5% de votos por la independencia y 55,5% en contra- resolvió la cuestión al menos durante una generación. Una actitud que no cesa de aumentar la grieta entre Londres y Edimburgo.
“Su personalidad es completamente extranjera en Escocia. Para los escoceses representa ante todo la élite nacionalista inglesa”, precisa Nathalie Duclos, profesora en la universidad Jean-Jaurès de Toulouse. “Si los nacionalistas ganan mañana en Escocia por amplia mayoría, oponiéndose a un nuevo referendo, Johnson tendrá a su favor la legalidad pues, según la ley, es el único que puede decidir. Pero los nacionalistas escoceses tendrán de su parte la legitimidad de las urnas. Y el sentimiento de que pueden obtener su independencia”, analiza Gilles Leyder, especialista de Civilización Británica.
Y aun cuando sueñe con ello, Boris Johnson no podrá volver sobre la descentralización. “La llamada devolución no es una simple descentralización. Los ciudadanos se la apropiaron, las instituciones locales son verdaderos sitios de debate. En Escocia, por ejemplo, cinco partidos hacen oír sus puntos de vista”, agrega Leyder. “Y en Irlanda del Norte, la devolución es indisociable con la paz”, concluye.
Sadiq Khan, el favorito de los londinenses
Primer musulmán elegido para dirigir una gran capital occidental, Sadiq Khan, el actual alcalde laborista de Londres debería obtener sin problemas su reelección mañana. Otro revés para Boris Johnson que, plebiscitado en esa función por los habitantes de la capital británica en 2008 y en 2012, los ve alejarse cada vez más de los valores defendidos por los conservadores.
Desde agosto, Sadiq Khan domina los sondeos, coqueteando con el 50% de las intenciones de voto, lejos, muy lejos de su principal opositor, el tory Shaun Bailey. Un candidato que, sin embargo, fue justamente escogido por su perfil atípico en política.
Criado por una madre soltera en una vivienda social, sin domicilio fijo a los 20 años, Bailey debutó en política como trabajador social para los jóvenes antes de incorporarse al Partido Conservador. Como su adversario, Sadiq Khan, es a la vez la imagen de la diversidad londinense y de la capacidad de la capital de ofrecer destinos increíbles a aquellos que se dan los medios para obtenerlos.
Pero la comparación termina ahí. “Shaun Bailey es un candidato débil, que no provoca ninguna adhesión”, afirma Andrew Gimson, periodista político y biógrafo de Boris Johnson.
Los tories intentan sin embargo aspirar votos al laborismo agitando el espantapájaros de la criminalidad, que aumentó desde 2016, cuando Khan comenzó su mandato. Pero los londinenses resisten: solo 20% estima que la culpa es del alcalde de Londres, mientras 30% acusa a la Policía Metropolitana y el 28% endilga la responsabilidad al gobierno conservador por su política de austeridad.
El desamor con Johnson, el exalcalde apreciado en su época como una verdadera estrella, se instaló con el referendo de salida de la UE de 2016: cuando el actual primer ministro se había transformado en el portavoz del “leave”, mientras la mayoría de los distritos de la capital votó a favor del “remain”.
Desde entonces, los tories -y Johnson en particular- se han vuelto más nacionalistas y conservadores, un hecho que, es verdad, corresponde a una amplia base electoral en el resto de Inglaterra.
Para Lewis Baston, especialista en análisis electoral, “Londres, habitada por una población joven y muy educada, es todo lo contrario. Es cada vez más diversa desde un punto de vista étnico y se aleja más y más de los valores conservadores”.
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