Se trata de una condición que no distingue entre hombres y mujeres, cultura o situación económico-social
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Tazas de té, frascos vacíos, latas, muñecos de peluche, contenedores de plástico, CDs... En la casa de Edward Brown uno puede conseguir casi de todo.
Apilados unos sobre otros sin una lógica aparente, los objetos que Edward Brown ha acumulado a lo largo de su vida han hecho de su hogar un lugar difícil de habitar.
“No hay espacio para que la gente se mueva si viene aquí”, le dice a la BBC este hombre de 60 años de Blackburn, una ciudad industrial en el norte de Inglaterra.
Reconoce que tiene un problema, pero le cuesta lidiar con él.
“(La tendencia) a coleccionar cosas a veces se me escapa de las manos”, dice, “pero el estrés de vivir con ese desorden me pone en ‘modo déjame en paz’”.
Brown sufre lo que se conoce como síndrome del acumulador compulsivo, un trastorno mental que genera en quien lo padece un gran dificultad para deshacerse de objetos que para otras personas no tienen valor alguno o son poco importantes.
“Esta dificultad para desechar cosas suele conducir a un considerable desorden, que hace que el espacio habitable sea imposible de navegar” y donde las “habitaciones no pueden utilizarse para el fin con el que fueron diseñadas: no puedes usar la cocina para cocinar o la habitación para dormir”, le explica a BBC Mundo Gregory Chasson, psicólogo clínico y profesor asociado del departamento de psicología del Instituto de Tecnología de Illinois, en EE.UU.
Desde papeles de diario, revistas, contendores de comida, zapatos y cables, hasta paraguas o tapitas de botellas. Cosas en buen estado o destruidas por el uso y el tiempo, se transforman en objetos preciados para el acumulador.
Se trata de una condición que no distingue entre hombres y mujeres, cultura o situación económico-social.
Afecta al menos a un 2,6% de la población mundial, con porcentajes más elevados en personas mayores de 60 años y en aquellas con otros diagnósticos psiquiátricos como ansiedad o depresión, según indica la Asociación Estadounidense de Psiquiatría.
Y, la severidad de sus síntomas, de acuerdo a un estudio publicado en el Journal of Psychiatric Research, “ha empeorado notablemente” durante la pandemia de covid-19.
“Como si fuera mi hermana”
Otra característica importante es el fuerte impulso que tienen las personas que padecen este trastorno de adquirir y guardar objetos.
“No es solo el caos que podemos ver sino también esa urgencia de comprar cosas o recoger cosas gratis, o de guardar objetos que llegaron de forma pasiva a su vida”, le dice a BBC Mundo Christiana Bratiotis, profesora asociada de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad de Columbia Británica, en Canadá.
“Los quieren preservar por las creencias que tienen respecto a estos objetos y por la fuerte conexión emocional que tienen con estos”.
Bratiotis cuenta que algunos de sus pacientes pueden decirle cosas como por ejemplo: “Esta colección de objetos significa tanto para mí como mi hermana. Y desprenderme de ella sería como cortar todos los lazos con ella”.
“Representa parte de su identidad”, explica.
A esto se le suma la creencia de que, algún día, pueden llegar a necesitar estos objetos, ya sea para el uso para el que están destinados, para uno alternativo o como parte de un proyecto creativo.
Los peligros de acumular
Los peligros para la salud de no abordar este problema son múltiples y más serios de lo que aparentan, empezando por los físicos.
“La acumulación compulsiva puede dar lugar a todo tipo de ambientes peligrosos: riesgos de incendios, de caídas, de lesiones y un riesgo tremendo de infestación que aumenta la posibilidad de desarrollar enfermedades como el asma”, nota Chasson.
En términos de salud mental, deja a quienes lo sufren aislados socialmente: guardan el secreto de una condición “estigmatizadapor la sociedad, que lo interpreta como un problema de pereza, inmoralidad o carencia de estándares personales y no lo entiende como uno de salud mental”, argumenta Bratiotis.
Continuum
Si bien muchos podemos identificarnos con la tendencia a conservar objetos ya sea porque son bellos, por si acaso, porque nos traen lindos recuerdos o porque pensamos que podemos encontrarle algún tipo de utilidad -desde el punto de vista evolutivo somos en esencia cazadores recolectores y tendemos a traer y conservar objetos en nuestra vida- eso no nos convierte necesariamente en acumuladores compulsivos.
Es importante entender que es un comportamiento y, como tal, “ocurre en un continuum, que va desde leve hasta severo”, explica Bratiotis.
¿Cuándo estamos ante un caso de acumulación compulsiva o simplemente frente una persona con “alma de coleccionista”?
“A veces es una línea difícil de trazar”, señala Chasson, “pero se convierte en un problema y en algo diagnosticable cuando causa impedimentos o angustia en el individuo o en quienes están a su alrededor”.
También cuando la actividad diaria dentro del hogar se ve imposibilitada por el desorden y la acumulación.
Probablemente tengas en tu cabeza la imagen de una vivienda repleta hasta el techo de cosas inútiles, donde no cabe un alfiler, con una montaña de objetos acumulados que apenas deja espacio para que su dueño -una persona de mediana edad o mayor- pase por la puerta.
No es desacertada, pero estos son los casos más extremos, y los que llegan -por razones obvias- a las noticias y programas de televisión.
Para hacerte una imagen más precisa puedes referirte a la foto de abajo, que es uno de los recursos que se utilizan para evaluar cuándo la tendencia a acumular se ha convertido en un problema de salud mental.
Es parte de una serie de imágenes que muestran 9 fotos de una sala, 9 de una cocina y 9 de una habitación, ordenadas de 1 a 9 según la cantidad de objetos acumulados (1 es sin desorden, 9 es el grado más severo).
Provienen de un estudio publicado en el Journal of Psychopathology and Behavioral Assessment en 2008, e indican que, por encima de 3, estamos ante la presencia de un acumulador compulsivo.
Causas
La acumulación de objetos, sin embargo, es solo la manifestación del problema, la cara obvia.
“Por debajo del desorden, tanto metafórica como literalmente hay partes de este problema que son menos visibles, pero que son no obstante impulsores muy importantes para el desarrollo de este comportamiento”, explica Bratiotis.
Hay ciertos rasgos de personalidad -la dificultad para tomar decisiones, el perfeccionismo y la procrastinación- que, cuando se combinan, pueden predisponer a un individuo a desarrollar el síndrome de acumulación compulsiva.
“Sabemos que estas personas toman decisiones más lentamente y cuestionan su decisión casi inmediatamente después de tomarla”, dice.
No hay una causa única que de lugar a este desorden. “No es solo la biología evolutiva, no es solo la genética, o la neurobiología, pero todas esas cosas juegan un rol”, dice la investigadora.
“Sabemos que el cerebro de un acumulador compulsivo funciona de manera diferente”, explica Bratiotis y acota que estas diferencias fueron observadas en tomografías computarizadas, realizadas en personas a las que se les pedía realizar tareas que involucraban acomodar y descartar posesiones.
“Entedemos que la combinación de estas causas con algunas experiencias de vida y en particular experiencias alrededor de la pérdida es lo que impulsa este problema”, agrega, que pese a volverse obvio en la mediana edad, comienza a desarrollarse en la infancia o en la adolescencia.
“Las investigaciones sugieren que en más del 50% de los casos el problema surge entre los 11 y 20 años de edad”, señala Bratiotis.
“Puede manifestarse con cosas como guardar objetos que otros consideran basura, pero sobre todo el proceso de pensamiento y las creencias que hay alrededor de ellos”, le dice a BBC Mundo Chasson.
Lo que ocurre es que se vuelve obvio más tarde, añade el psicólogo, porque los niños tienen gente que ordena por ellos y uno no tiene realmente la posibilidad de coleccionar y almacenar cosas hasta más tarde en la vida.
Tratamiento
Hasta la fecha, no hay una cura. Pero el tratamiento más promisorio es la terapia cognitivo-conductual especializada en el trastorno de acumulación compulsiva.
El ojetivo de la TCC en sentido amplio es cambiar la forma de pensar de las personas para modificar su comportamiento y mejorar cómo se sienten.
“Los resultados han sido moderados. No son irrelevantes, pero no completamente exitosos”, comenta Bratiotis.
También se busca hacer “intervenciones para reducir la severidad y el impacto de sus consecuencias, y mejorar la calidad de vida (de la persona que sufre el trastorno) y mantener los logros”, explica Chasson.
“Y hay otras modalidades como grupos de autoayuda con facilitadores o distintas aproximaciones de grupo”, añade.
Asimismo, hay mucho que la familia o los seres querdidos pueden hacer para ayudar.
Primero, debes acercarte al problema “con empatía y calidez, en vez de asumir una posición acusatoria, diciendo Yo en vez de Tú”, comenta Bratiotiss, dando el siguiente ejemplo:
“Puedes decir ‘Yo estoy preocupada por ti viviendo en esta casa, porque sé que estas pasando por algo difícil y no puedes usar este pasillo porque está bloqueado y yo no quiero te caigas’. Es muy diferente a decir ‘Tú necesitas despejar este pasillo porque te vas a caer’”.
Es importante también reconocer que por más buenas intenciones que tengan, los amigos y familiares no siempre son las personas más indicadas para brindar ayuda, añade.
Aún así, pueden ofrecerle al acumulador apoyo para buscar y conseguir una intervención externa.
Entrentanto Edward Brown, el acumulador de Blackburn, está luchando por mejorar su situación y ha contribuido a crear un grupo de ayuda en su ciudad, para ayudar a otras personas en condiciones similares.
Él dice que le “emociona apoyar a los acaparadores compulsivos y ver cómo mejoran su vida”.
Por Laura Plitt
BBC News Mundo
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