¿Qué buscó el presidente de Irán con su llamativa gira por América Latina?
Ebrahim Raisi visitó esta semana Venezuela, Nicaragua y Cuba, un viaje que se enmarca en el objetivo de Teherán de replantear sus relaciones internacionales
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El significado de la gira de esta semana del presidente de Irán, Ebrahim Raisi, por América Latina solo puede ser comprendido en el marco de toda la estrategia de política exterior iraní, y también la propia situación interna del régimen de los ayatollahs.
En su primer viaje a la región, Raisi, quien asumió el poder en agosto de 2021, visitó Venezuela, Nicaragua y Cuba, aunque sin duda el punto más importante del viaje fue el encuentro con el presidente venezolano, Nicolás Maduro. Hoy, el nicaragüense Daniel Ortega y el cubano Miguel Díaz-Canel tienen poco para ofrecer a Teherán más allá del valor político e ideológico de una alianza.
Si se mira solo el aspecto económico, Venezuela e Irán vienen consolidando su relación desde el año pasado cuando firmaron un pacto de cooperación por 20 años. Ahora acordaron una expansión de su volumen comercial a un máximo de 20.000 millones de dólares desde los actuales 3000 millones. El principal beneficiario de estos acuerdos es el régimen chavista, que busca aliviar la escasez de producción de petróleo y reactivar el mantenimiento de sus refinerías. La perspectiva iraní de abrir un nuevo mercado en Venezuela para su producción industrial es ambiciosa pero tiene que lidiar con la crisis económica, las sanciones y el pequeño tamaño del mercado disponible.
La política exterior iraní
De todas maneras, la gira de Raisi debe ser enmarcada en un contexto más amplio de política exterior. En 2018, luego de la retirada de Estados Unidos del acuerdo nuclear alcanzado tres años antes, las relaciones de Teherán con el exterior se convirtieron en una compleja ecuación donde el presidente maneja solo algunas de las prerrogativas de su definición. La mayor parte queda en manos del líder supremo, Alí Khamenei, y otros ayatollahs.
“En el frente interno, Irán atraviesa una profunda metamorfosis política generada por una transición generacional”, afirmó en una entrevista con LA NACION el especialista italiano Nicola Pedde, director en Roma y Bruselas del Institute for Global Studies (IGS), que viaja en forma asidua a Teherán.
“La primera generación, los teócratas, es ahora una minoría en términos numéricos, mientras que la segunda generación, representada por los complejos intereses políticos y económicos de los Pasdarán [los custodios armados del sistema islámico], es ahora omnipresente. El líder supremo maneja esta difícil transición tratando de hacer equilibrio entre la postura cada vez más firme de la segunda generación con las posiciones más cautelosas y pragmáticas de la primera”, señaló Pedde.
Esta segunda generación tiene una visión menos negociadora respecto de su política exterior, y aspira a mostrar a Estados Unidos e Israel que puede desafiarlos a gran escala en términos geopolíticos.
La doctrina iraní llamada de la “defensa avanzada” fue llevando, por ejemplo, a la creación de una especie de delegaciones regionales del régimen: Hezbollah en el Líbano, representantes en Siria, las milicias en Irak y, en menor medida, los hutíes en Yemen.
Además, en una relación más de pares con otros gobiernos, Irán expandió su colaboración con Rusia y China, asumiendo una mayor capacidad de despliegue naval de largo alcance.
El régimen iraní también sorprendió al mundo en marzo pasado reanudando sus relaciones diplomáticas con Arabia Saudita luego de siete años de distanciamiento. Ese acuerdo es una piedra en el zapato especialmente para Israel, que aspiraba a reforzar el aislamiento de Irán, sumando a los sauditas a lo que se llamó una “OTAN árabe”, luego de los Acuerdos de Abraham con varios países del Golfo y de África.
Para Teherán, el acuerdo con los sauditas responde además a la necesidad de mantener el equilibrio en la zona del golfo Pérsico, evitando que Estados Unidos o Israel metan su cuña entre los aliados históricos de la Península Arábiga.
En este contexto, la pregunta entonces es si la gira de Raisi por América Latina, que forma parte de un acercamiento a la región que inició el expresidente Mahmoud Ahmadinejad (2005-2013) -quien firmó el controvertido memorándum de entendimiento con el gobierno de Cristina Kirchner para investigar la causa AMIA-, busca reforzar un eje de países sancionados por Occidente.
“La ambición de Irán siempre fue posicionarse como un líder de países aliados contra el orden mundial gobernado por Occidente y Estados Unidos”, señaló Pedde. “Por eso siempre miró con interés a los Brics y otros actores de la política internacional cuyas relaciones con Washington son críticas. Pero no hay que olvidar que Irán suele fallar en su capacidad para comprender su propio papel en el contexto global. Teherán sigue creyendo que puede contar con la solidaridad incondicional de países que, a menudo, solo lo apoyan por mera conveniencia temporal y no porque compartan una estrategia más amplia”, agregó el especialista italiano.
En ese sentido, los objetivos de la gira latinoamericana de Raisi tampoco pueden separarse de la histórica brecha que los ayatollahs tienen entre aspiraciones y realidad.
Semanas atrás fue el propio exministro de Relaciones Exteriores Mohammad Zarif (2013-2021), quien se sinceró en un mensaje difundido por Instagram llamando a su gobierno a dejar de una vez atrás el hábito iraní de “establecer objetivos basados en nuestras ambiciones sin tener en cuenta nuestras capacidades”.
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