Putin viajó por Asia para generar disrupción y se salió con la suya
En su visita a Corea del Norte y Vietnam de esta semana, el presidente ruso puso en vilo a Occidente y también al gigante chino; lo que obliga a todos a redefinir sus estrategias en la región
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SÍDNEY.– Cuatro días en Asia: eso es todo lo que necesitó Vladimir Putin para enfurecer a Washington, debilitar a Pekín, y dejar en vilo a toda una constelación de países de la región Indo–Pacífico que apenas logran lidiar con los actuales trastornos del ordenamiento internacional.
Tras su gira envuelta en rojo comunista por Pyongyang, Corea del Norte, y Hanoi, Vietnam, Putin dejó redibujado el mapa de riesgo en todo el continente asiático. En el centro quedó Corea del Norte: un estado nuclear paria que amenaza sistemáticamente a sus vecinos, empoderado de la noche a la mañana por las promesa rusa de armamento sofisticado y un pacto de defensa mutua.
Putin también firmó al menos una decena de acuerdos con Vietnam –un país que tiene creciente importancia en la puja de poder entre China y Estados Unidos– donde el líder ruso insistió en que es imposible construir “una arquitectura se seguridad confiable con bloques político–militares cerrados”.
Su gira asiática fue tanto desafiante como disruptiva. Mostró que la puja de poder que a veces suele describirse como una nueva Guerra Fría entre China y Estados Unidos en realidad es menos binaria de lo que parece, y muchos países de la región terminaron la semana con una profunda sensación de inquietud.
La presencia de Putin y sus amenazas, flagrantes por momentos y difusas en otros, suman complejidad a sus ya difíciles cálculos sobre la seguridad y la competencia entre las superpotencias en la región.
En los últimos años, la región del Indo–Pacífico quedó presa del tironeo geopolítico entre Estados Unidos y China, principalmente por los reclamos de China sobre Taiwán, pero cada vez más por la creciente militarización del Mar de la China Meridional por parte del gobierno de Pekín.
En mayo, China lanzó dos días de intensos ejercicios navales y aéreos alrededor de Taiwán, calificándolo como una forma de “fuerte castigo”. Las maniobras se realizaron después de que el nuevo presidente de Taiwán se comprometiera a defender la soberanía de la isla autónoma, que Pekín considera un territorio propio que perdió.
Esta misma semana se produjo otro momento de máxima tensión y el Mar de la China Meridional se acercó más al conflicto. El lunes, tras de meses de amargos enfrentamientos en un punto de estrangulamiento crucial para el comercio mundial, un marinero de la marina filipina resultó herido en un choque de barcos de China y Filipinas cerca de un archipiélago en disputa. Para complicar aún más las ramificaciones del hecho, cabe recordar que Filipinas es un aliado al que Estados Unidos está obligado a ayudar en caso de guerra.
Muchos países de la región ya estaban reforzando sus ejércitos para hacer frente a la presión de China y por la incertidumbre sobre hasta dónde puede llegar su rivalidad con Estados Unidos.
Si a esas preocupaciones se suma una ola de ansiedad que sacude a la región por las elecciones presidenciales de Estados Unidos, –y ni hablar del nuevo informe de este mes que muestra que China está en medio de una “significativa” expansión de sus capacidades nucleares–, los dolores de cabeza son recurrentes en los círculos de política exterior de la región.
Y ahora Putin agregó unos cuantos más. Al abrazarse a Corea del Norte, incluida su abierta amenaza de mejorar el armamento de Kim Jong-un, lo que hizo fue sumar otra potencial crisis a la lista de preocupaciones de Asia, reavivando las viejas hostilidades en la Península de Corea.
Los más alarmados son los gobiernos de Corea del Sur y Japón, enemigos declarados de Corea del Norte. Ambos países ya venían hablando de reforzar sus vínculos y sus defensas y acercarse a Estados Unidos, sobre todo ante la retórica marcadamente más hostil hacia ellos que ha adoptado Kim en los últimos meses.
Rahm Emanuel, embajador de Estados Unidos en Japón, dice que el estallido de actividad internacional de Putin en Asia “es como ver que mis peores temores se hacen realidad.”
“Los rusos acaban de hacernos saber que van a ser los grandes organizadores de los Estados díscolos que desarrollen armas nucleares, violen tratados de no proliferación y permitan que países sancionados por la ONU burlen esas sanciones”, apunta Emanuel.
Peter Tesch, embajador de Australia en Moscú entre 2016 y 2019, enfatiza que a Putin prefiere mantener el mundo en caos porque cree que a Rusia le conviene el no alineamiento de otros países. Hoy la doctrina Putin es la desinformación y la asociación con otros países desafiantes.
“El tío borracho”
“Le encanta que Rusia sea el tío borracho y maloliente de la fiesta”, dispara Tesch. “El mensaje es: Sí, vine a descompaginar todo y con mis acciones pueden complicarle la vida a todos.”
China, el mayor socio comercial de Corea del Norte y tal vez su mayor influencia, también tiene que lidiar con las consecuencias del viajecito de Putin. Podría ejercer presión para que le aclaren, por ejemplo, hasta dónde llega la amistad “sin límites” que se prometieron con Rusia, cuando el objetivo declarado de Pekín es que haya estabilidad en la Península de Corea.
Algunos analistas plantean que en realidad a Putin no se le escapan todas estas consideraciones, y que es posible que haya estrechado el vínculo con Kim, quien lo recibió a los abrazos en el aeropuerto, para asustar a Estados Unidos y como una señal de frustración hacia Xi Jinping por no ayudarlo más a ganar su guerra en Ucrania.
“Si Putin no consigue todo lo que quiere de Pekín, buscará sacarlo de otra parte, y no hay muchos supermercados que cubran su lista de necesidades: armas, mano de obra, y ganas de pelearse con Washington”, dice Samuel Greene, profesor de política rusa del King’s College de Londres. “Uno de esos pocos supermercados es Irán, y el otro es Corea del Norte.”
“La cuestión es que si bien Putin reconoce su dependencia de China, no puede darse el lujo de que sea Pekín quien dicte el curso del esfuerzo bélico, porque del curso de la guerra también depende el destino de Putin.”
Hasta cierto punto, la gira de Putin por Asia también fue un potente recordatorio de históricos vínculos militares del Kremlin: Corea del Norte, la India y Vietnam son apenas algunos de los países que dependen fuertemente del hardware ruso desde hace décadas, durante las cuales se generaron vínculos de capacitación y mantenimiento que hicieron que Moscú quedara profundamente arraigado en la región.
Pero esos vínculos ya se estaban desgastando incluso antes de que Rusia invadiera Ucrania, en 2022: según estudios independientes, en 2021 las ventas de armas de Rusia al sudeste asiático cayeron a 89 millones de dólares, frente a los 1200 millones de dólares de 2014. En ese sentido, lo que Putin viene tratando de demorar lo más posible es una ruptura clara o una diversificación de esos países, para que sigan dependiendo de Rusia.
Y si los gestos de Putin hacia Corea del Norte terminan fogoneando una carrera armamentista en Asia, Moscú también sale ganando: cuando se comparte con un país como Corea del Norte, un arsenal como el del Kremlin no solo multiplica el riesgo de caos, sino que también genera ingresos muy necesarios para la economía rusa, golpeada por las sanciones, la guerra, la inflación y tasas de interés del 16%.
En cuanto a la guerra en Ucrania, Pekín se ha puesto claramente del lado de Moscú. En mayo, Putin estuvo de visita en Pekín, y si bien su viaje a Corea del Norte puede molestar a Xi, los analistas no esperan una ruptura importante en la relación.
Pero al enojar a un líder se corre el riesgo de ser castigado por otro, o por ambos.
Por Damien Cave
(Traducción de Jaime Arrambide)
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