Putin se acorraló a sí mismo: ¿usará un arma nuclear?
¿Hasta qué punto las últimas derrotas de las tropas rusas, esas humillaciones, que luego quedan expuestas ante toda la población pueden llevar a Vladimir Putin a considerar lo inimaginable?
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NUEVA YORK.- ¿Rusia usará un arma nuclear en Ucrania? Es la pregunta que no deja dormir a los servicios de inteligencia de Occidente y que los líderes occidentales sopesan cuidadosamente. El presidente Vladimir Putin ha advertido que Rusia se reserva el derecho de hacerlo. En consecuencia, y por más que Putin intente minimizar esa posibilidad, el riesgo de una confrontación nuclear está más cerca que nunca desde la Crisis de los Misiles con Cuba de 1962 y se ha convertido en una realidad insoslayable.
Por un lado, Putin tiene pocas opciones buenas para ganar esta guerra. En los últimos 9 meses, sus fuerzas militares han demostrado su incapacidad para cumplir con los objetivos planeados por su jefe. Las tropas rusas no estaban preparadas adecuadamente para este conflicto, sus armas son defectuosas y obsoletas, los ucranianos resistieron eficazmente, Occidente equipó y financió al gobierno y las Fuerzas Armadas de Ucrania, y la moral de los rusos, obviamente, está por el piso. Tal vez las tropas del Kremlin puedan defender parte del territorio que ocuparon en las primeras semanas de la guerra, pero no parecen estar en condiciones de hacer nuevos avances. Rusia sigue dañando al pueblo ucraniano, pero lo que no puede es ganarle en el campo de batalla. En pocas palabras, Rusia no puede ganar la guerra de Putin, y los ucranianos, envalentonados, no encuentran razones para ceder posiciones.
Sin embargo, la retórica de Putin revela que sus objetivos de máxima siguen en pie. Insiste que Estados Unidos está usando a Ucrania para quebrar a Rusia, cuya única salvación es el total sometimiento de Ucrania y su reintegración a la gran Madre Rusia. No hay ninguna búsqueda de acuerdo en marcha, y tampoco nadie lo está ofreciendo. Para colmo, en los medios de comunicación rusos hay muchas voces, incluso de militares y funcionarios políticos, que se hacen eco de la amenaza nuclear del presidente. Y en Rusia eso solo es posible con el visto bueno del Kremlin.
Por supuesto que el Kremlin está bajo presión para mostrar resultados en Ucrania. Putin sabe que la mejor manera de lograr apoyo interno para su guerra es que no implique ningún sacrificio para el pueblo ruso, y tal vez la capacidad de Rusia para absorber las primeras oleadas de presiones occidentales sobre la economía rusa lo haya ilusionado al punto de creer que podía ganar la guerra en sus propios términos.
Pero después irrumpió la realidad… Y aunque sigue insistiendo que Rusia no está en “guerra”, Putin tuvo que ordenar la movilización de 300.000 reservistas para evitar el colapso de sus fuerzas militares, y los rusos han visto con sus propios ojos a muchos de sus compatriotas huir hacia la frontera para escapar de la leva. Putin puede ocultarle al pueblo ruso lo que ocurre en Ucrania, pero no lo que ocurre en Rusia, y sin éxitos para mostrar de su “operación militar especial”, se están quedando sin alternativas para descolocar y poner a la defensiva a Ucrania, Europa y Estados Unidos. En resumidas cuentas, el presidente ruso se acorraló a sí mismo.
¿El uso de un arma nuclear contra Ucrania le ofrecería una vía de escape?
Ya en el pasado ha hecho infinidad de amenazas vacías. Cuando los gobiernos de Finlandia y Suecia se postularon para sumarse a la OTAN, los funcionarios rusos advirtieron sobre consecuencias catastróficas, sin especificar. Ambos países solicitaron de todos modos su incorporación, duplicando en el acto la extensión de las fronteras de Rusia con la alianza atlántica. La respuesta de Rusia fue básicamente ninguna, tal vez porque no tenía opciones factibles.
En respuesta a los recientes avances de Ucrania contra sus tropas, Putin anunció la anexión de cuatro provincias ucranianas que incluyen mucho territorio que sus soldados no controlan ni pueden controlar. Y cuando insiste en que ese territorio ahora es parte de Rusia, advierte que cualquier prolongación de los combates en esas regiones obligará a Rusia a responder militarmente. Ucrania y sus aliados occidentales dejaron inmediatamente en claro que no tienen intenciones de respetar ese reclamo y lo consideraron un amague de Rusia para seguir con la guerra como antes. Rusia ha lanzado ataques de artillería contra ciudades e importantes blancos de infraestructura de Ucrania, pero no logró mover demasiado la balanza de poder en el campo de batalla.
Cuando los barcos rusos en el mar Negro fueron atacados con drones, Rusia retiró su apoyo al acuerdo de paz que estaban negociando Naciones Unidas y Turquía para permitir la salida marítima de los cereales ucranianos hacia otros países. La amenaza implícita era que Rusia atacaría esos cargueros. Pero los envíos no se detuvieron, y Putin, al darse cuenta de que hundir barcos cargados de granos destinados a países con hambre no le servía para nada, puso reversa otra vez.
¿Hasta qué punto esas derrotas, esas humillaciones y esas fanfarronadas que luego quedan expuestas pueden llevar a Putin a considerar lo inimaginable?
Quizás la verdadera línea roja de Putin sea la frontera de Crimea, la península que los rusos le arrebataron a Ucrania en 2014 y que luego anexaron a Rusia. O tal vez la verdadera prueba de fuego llegue cuando los ucranianos recuperen la ciudad de Kherson, al noroeste de Crimea, porque el control de esa provincia le permitiría a Ucrania restringir el suministro de agua a la península.
Los gobiernos occidentales han notado la insistencia de los funcionarios rusos para advertir que Ucrania podría usar una “bomba sucia” para forzar una abrumadora represalia de Occidente contra Rusia. Nadie en Washington ni en las capitales europeas cree que Ucrania sería capaz de usar un arma radiológica contra su propio pueblo para engañarlos y hacerlos atacar a Rusia, pero algunos temen que el Kremlin haya difundido esa historia para adelantar su defensa ante la opinión pública mundial si la propia Rusia llega a usar un arma como esa.
Y otra pregunta más: ¿Cómo respondería Occidente si Rusia usara una bomba sucia o un arma nuclear táctica? Los líderes políticos no lo reconocerán, pero la mayoría de los analistas militares mejor informados dicen que Estados Unidos no respondería con un arma nuclear ni atacaría el territorio ruso, pero sí atacaría las posiciones rusas dentro de Ucrania, dañaría o destruiría la flota rusa del Mar Negro y terminaría de manera fulminante la guerra a favor de Ucrania. Ese es el mensaje que Washington quiere que el Kremlin escuche y sopese.
En ese escenario ciertamente horrible, el mundo ingresaría en terreno desconocido. El riesgo sería mucho mayor que en 1962. La Crisis de los Misiles en Cuba dejó una sola víctima: el piloto del famoso avión espía norteamericano. Y nadie supo de esa pérdida hasta que la crisis se resolvió. Pero el escenario antes mencionado en Ucrania les costaría la vida a miles de soldados rusos y dejaría destruidos al ejército y la armada de Rusia. Es un escenario que ninguno de los que está en el poder, ni en Moscú, ni en Washington, ni en Europa, esté preparado para ver.
Y sin embargo, ese es el riesgo que enfrenta el mundo en este momento. Nada indica que Rusia haya cambiado el nivel de alerta de sus fuerzas nucleares. El riesgo es bajo, pero mucho más alto de lo que debería ser, tomando en cuenta lo que está en juego.
En Ucrania ya llega el invierno y el conflicto se ralentizará. La guerra en general se congelará. Pero esto solo retrasará la cuidadosa evaluación del riesgo nuclear, con el que todos tendremos que seguir viviendo durante un tiempo.
Traducción de Jaime Arrambide
El autor es presidente del Grupo Eurasia
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