Putin reconoce a las regiones separatistas y ordena el envío de tropas al Donbass
El anuncio del presidente ruso abrió la puerta a un despliegue militar en esas regiones, además de marcar el fin de un proceso de paz bajo mediación franco-alemana
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PARIS – Después de 77 años de paz, Europa quedó confrontada nuevamente al fantasma de la guerra después que Vladimir Putin reconoció hoy la independencia de los territorios separatistas prorrusos del este de Ucrania, las autoproclamadas “repúblicas populares” de Donetsk y de Lugansk y ordenó a sus fuerzas armadas entrar en esos territorios para “asegurar la paz”. Ese gesto de imprevisibles consecuencias, transmitido por la televisión rusa durante una interminable intervención de casi dos horas, no solo significa una ruptura unilateral de los acuerdos de Minsk de 2015, sino una “ocupación de facto” del territorio ucraniano, preludio de una eventual invasión a gran escala.
Ese “acuerdo de amistad y cooperación” —que no dice su verdadero nombre— firmado por el presidente ruso ante las cámaras de televisión, marca en efecto el fin de un proceso de paz moribundo bajo mediación franco-alemana, que preveía el retorno de esos territorios al control de Kiev, a cambio de una amplia autonomía. Pero, sobre todo, abrió la puerta a un despliegue militar ruso en esas regiones, cuyas autoridades solo deben solicitarlo, pues son a partir de ahora reconocidas como legítimas por Moscú, en nombre de los ciudadanos rusos que las habitan. Ese recurso fue utilizado por Vladimir Putin para ordenar el ingreso de sus tropas a Donetsk y de Lugansk que, con la orden de “mantener la paz”, procederán en realidad a una ocupación de facto de territorio ucraniano.
En su larga intervención desde el Kremlin, Putin acusó a Ucrania de ser “el títere” de Estados Unidos, afirmando que los ciudadanos rusófonos eran “brutalizados” por el gobierno de Kiev. También enumeró una interminable lista de agravios occidentales desde la caída de la Unión Soviética y la pérdida de aquellos países que alguna vez la integraron.
“Ucrania, esa invención de Lenin, es una marioneta de Occidente, una colonia norteamericana corrupta, que persigue a su minoría rusoparlante e incluso podría, mañana, poseer armas de destrucción masiva. En pocas palabras, un peligro intolerable para Rusia. Aprendimos muy bien la lección de los errores norteamericanos en Irak”, dijo Putin.
Pocas horas antes, el presidente ruso había estimado que el proceso de paz entre Ucrania y los separatistas prorrusos no tenía “ninguna perspectiva” y anunció su intención de decidir durante la jornada si reconocía o no a esos territorios del este ucraniano, donde ambos adversarios se acusan mutuamente de violaciones de la tregua negociada en 2014. Según fuentes del Kremlin, Putin comunicó esa decisión a su homólogo francés, Emmanuel Macron, y al canciller alemán, Olaf Scholz, mediadores en el conflicto. Ambos, agregó la fuente, “manifestaron su decepción”.
Esta noche, al término de una reunión urgente de su Consejo de Defensa, el presidente francés condenó la decisión de Vladimir Putin, calificándola de “violación unilateral de los compromisos internacionales de Rusia y un ataque a la soberanía de Ucrania”. Una frenética actividad diplomática mantuvo despiertos hasta altas horas de la noche a todos los líderes occidentales con el objetivo de coordinar sus acciones.
Tras una conversación extremadamente tensa con el jefe del Kremlin y ante la gravedad de la situación, el canciller alemán Olaf Sholtz también multiplicó sus contactos con el presidente francés y el jefe de Estado ucraniano, Volodimyr Zelenski, quien solicitó una reunión urgente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. La ONU lanzó a su vez un llamado a “todos aquellos implicados a abstenerse de toda decisión o acción unilateral susceptible de violar la integridad territorial de Ucrania”.
Denunciando el gesto del Kremlin, la Unión Europea (UE) calificó ese reconocimiento como una “flagrante violación del derecho internacional” y anunció su intención de reaccionar “con extrema firmeza”. El jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, anunció que someterá a los ministros de Relaciones Exteriores del bloque la aplicación de medidas previstas en el paquete de sanciones preparado en caso de agresión militar contra Ucrania.
“Si hay anexión, habrá sanciones. Y si hay reconocimiento, pondré las sanciones sobre la mesa y los ministros decidirán”, dijo.
Esas sanciones, económicas y financieras tienen como blanco, sobre todo, a los oligarcas allegados a Vladimir Putin.
Según la cancillería francesa, una reunión entre el ministro de Relaciones Exteriores, Jean-Yves Le Drian y su homólogo ruso, Sergei Lavrov, debe realizarse el viernes en París.
Estados Unidos también anunció sanciones contra las regiones separatistas ucranianas y advirtió que otras medidas están listas para ser aplicadas si fuera necesario.
El presidente Joe Biden “publicará un decreto que prohibirá toda nueva inversión, intercambio o financiamiento de parte de norteamericanos con destino, provenientes o en las regiones” prorrusas de Donetsk y Lugansk, dijo la vocera de la Casa Blanca, Jen Psaki.
Ninguno de los múltiples llamados a la razón de los últimos días logró hacer mella en Vladimir Putin, determinado a continuar con su estrategia de desafío. Los occidentales ven, en todo caso, la mano de Moscú detrás de la intensificación de los combates de los últimos días en la línea de frente y temen que eso sirva de pretexto a Putin, que desplegó unos 150.000 hombres en las fronteras ucranianas, para lanzar un ataque masivo contra su vecino pro-occidental.
Después de algunos gestos de buena voluntad, realizados el domingo durante una conversación de 105 minutos con Emmanuel Macron, Putin hizo saber hoy por la mañana que era “demasiado pronto para hablar de una cumbre con su homólogo norteamericano, Joe Biden” para tratar de desmontar la actual crisis. Antes, el presidente ruso había dicho lo contrario al mandatario francés.
Pero, en medio de ese juego infernal de promesas y desmentidos, Moscú sigue rechazando todo proyecto de invasión de Ucrania. Exige, sin embargo, una promesa escrita de que su vecino no adherirá “jamás” a la OTAN y el retiro de la Alianza de los países de Europa del este que ingresaron después del derrumbe de la URSS. Todas esas demandas han sido rechazadas por Occidente hasta el momento.
El 15 de febrero, el parlamento ruso (Duma) había exhortado a Putin a reconocer la independencia de ambas repúblicas autoproclamadas del este ucraniano, y hace días que los responsables del Kremlin acusan a Ucrania de proyectar “un genocidio” de las poblaciones prorrusas del este del país. Los servicios de seguridad rusos anunciaron hoy que un obús disparado de territorio ucraniano destruyó, por la mañana, un puesto fronterizo ruso, sin provocar víctimas, en la región de Rostov, a una distancia de 150 metros de la frontera.
Las fuerzas ucranianas desmintieron la información: “Imposible impedirles que produzcan falsas informaciones (…). Pero nosotros jamás disparamos contra infraestructuras civiles o contra la región de Rostov” en Rusia, declaró Pavlo Kovaltchouk, vocero de las fuerzas armadas de Ucrania en Kramatorsk.
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