Putin parece más endeble que nunca a los ojos de Washington, que ve un peligro y una oportunidad
El enfrentamiento armado en el avance a Moscú el fin de semana, aunque fugaz, representó la lucha por el poder más dramática en Rusia en décadas.
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WASHINGTON.- Hace más de un año que los funcionarios del gobierno norteamericano se hacen internamente una pregunta que no se atreven a plantear en público: ¿la chapucera invasión de Rusia a Ucrania puede conducir a la eventual caída del presidente Vladimir Putin?
Durante un par de horas frenéticas y alucinadas de este fin de semana, de pronto esa idea no pareció tan rebuscada. Pero incluso después del aparente final de la amenaza inmediata que planteaba el amotinado ejército mercenario de Prighozin, el fugaz levantamiento permite suponer que en sus 20 años en el cargo el poder de Putin nunca fue más endeble que ahora.
El desenlace del amotinamiento deja al presidente Joe Biden y a su gobierno frente a una oportunidad y un peligro al mismo tiempo, y en el momento tal vez más volátil desde que empezó la guerra. El caos en Rusia podría dinamitar su aventura bélica justo cuando las fuerzas ucranianas han lanzado su largamente esperada contraofensiva, pero a la Casa Blanca la sigue inquietando lo que pueda hacer el impredecible Putin si se siente vulnerable y echa mano de sus armas nucleares.
“A Estados Unidos le conviene que los rusos se distraigan con sus internas, porque eso les quita fuerza en el campo de batalla y además es menos probable que sigan instigando más problemas en lugares como Siria”, dice Evelyn N. Farkas, CEO del Instituto McCain para el Liderazgo Internacional y exfuncionaria del Pentágono. “Lo más importante es asegurarnos de que todas las instalaciones nucleares sigan bajo el control de militares profesionales”.
La intentona armada que puso rumbo a Moscú, por breve que haya sido, fue la disputa de poder más álgida en Rusia desde el fallido golpe de la línea dura del Kremlin contra Gorbachov en 1991 y del enfrentamiento de Boris Yeltsin con la Duma en 1993. Sin embargo, y a diferencia de esos episodios, esta vez Washington no tiene un favorito en esta pelea: Prighozin no es más amigo de Occidente que el señor Putin.
La respuesta de Biden fue no responder. Entre la cautela y hablar de más, optó por lo primero, con el riesgo de que Putin lo utilice como argumento para decir que todo fue un complot extranjero, primera excusa del manual del Kremlin ante cualquier problema doméstico. Biden postergó su partida a Camp David para mantener una videoconferencia con sus máximos asesores desde la Casa Blanca, y también se comunicó con los mandatarios de Francia, Gran Bretaña y Alemania.
Silencio
El asesor en seguridad nacional Jake Sullivan canceló su previsto viaje a Dinamarca y se quedó con Biden para ponerse al frente de la videoconferencia. Pero en vez de reiterar el apoyo de Estados Unidos a Ucrania, el gobierno permaneció en silencio, dejando que los acontecimientos siguieran su curso mientras los funcionarios analizaban la información de inteligencia para entender lo que pasaba.
El gobierno norteamericano tenía planes para esta coyuntura desde hace mucho tiempo, pero el sábado estaban tan confundidos como todo el mundo, tratando de conseguir información fehaciente de sus fuentes en Rusia y de interpretar sus implicancias, sobre la base de lo que recogía no solo de sus agentes de inteligencia tradicionales, sino también de lo que aparecía en las redes sociales y otros sitios de internet.
Los funcionarios de Estados Unidos enfocaron su atención al arsenal nuclear de Rusia, inquietos por la inestabilidad en un país con el poder de acabar con gran parte del planeta. Pero un alto funcionario norteamericano dijo que el gobierno no detectó cambios en el despliegue de armas ruso y que Estados Unidos tampoco cambió su postura nuclear.
“La evolución de los acontecimientos es vertiginosa, así que es difícil saber dónde terminará todo, pero para Estados Unidos los dos grandes problemas son la cadena de mando y control sobre el arsenal nuclear de Rusia y las implicaciones que tienen estos hechos para los esfuerzos de recuperación territorial de Ucrania”, dice James Goldgeier, profesor de relaciones internacionales de la Universidad Americana y especialista en temas rusos.
Andrea Kendall-Taylor, analista experta en inteligencia rusa que trabaja en el Centro para una Nueva Seguridad, dice que la capacidad de Estados Unidos para influir en estos eventos es limitada y que la Casa Blanca debería enfocarse en prevenir la violencia y el desorden.
“Washington tiene que evitar fogonear la arraigada paranoia de los rusos de que Estados Unidos o la OTAN tratarán de sacar provecho del caos”, apunta Kendall-Taylor. “Eso sería importante para evitar una reacción exagerada de Moscú, y llegado el momento también ayudaría a estabilizar las relaciones con la Rusia que emerja de todo esto”.
Pero desde todos los ángulos posibles, para el gobierno norteamericano estos hechos son una prueba de la erosión del poder de Putin. Desde hace meses los funcionarios siguen de cerca el enfrentamiento de Prigozhin con el Ministerio de Defensa ruso sobre el manejo de la guerra de Ucrania, y cómo tantos otros se preguntaban por qué Putin toleraba una disidencia tan abierta, y hasta especulaban con que el presidente ruso podía estar alentándola secretamente para sus propios fines políticos.
Mazazo
Pero el sábado en la Casa Blanca y en las agencias de seguridad norteamericanas ya no quedaban dudas de que Prigozhin le había asestado un gran golpe a Putin.
“Una cosa queda clara: Putin parece muy debilitado”, señala Alina Polyakova, presidenta del Centro para el Análisis de Políticas Europeas, con sede en Washington. Pero el eventual colapso del gobierno de Putin entraña sus propios demonios, agrega Polyakova, “por eso Estados Unidos y sus aliados deberían concentrarse en apoyar a Ucrania y en planificar para todos los escenarios posibles, incluida la caída del régimen de Putin y su reemplazo por una facción de extrema derecha, que en lo referido a la guerra en Ucrania será todavía más brutal e irrefrenable”. Y aún en caso de que Putin logre mantenerse en el poder, a la Casa Blanca le preocupa que el líder ruso se sienta arrinconado y su accionar se vuelva más errático.
Para Ucrania, la lucha intestina del Kremlin fue como un bálsamo, después del lento arranque de su demorada contraofensiva.
Los Wagner eran vistos como la fuerza más eficaz de los rusos en el campo de batalla, pero ahora que su carismático líder partió al exilio en Bielorrusia y que sus tropas están siendo absorbidas por el Ejército regular, es posible que ya no sea la feroz unidad de combate que solía ser.
Lamentablemente para Ucrania, la rebelión de Prigozhin terminó antes de que el grueso de las fuerzas rusas fueran desviadas del frente de batalla para abocarse a la defensa de Moscú, pero el gobierno norteamericano cree que la discordia interna alimentará las dudas que ya aquejan a las tropas rusas sobre el objetivo de la guerra y la competencia de sus altos mandos para llevarla adelante.
Por Peter Baker
Traducción de Jaime Arrambide
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