Putin eterno: promulgó la ley que lo habilita a pelear por el poder hasta 2036
El texto le permite competir por dos mandatos más; de ganarlos, estaría al frente del Kremlin 32 años solo interrumpidos entre 2008 y 2012 cuando fue primer ministro
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PARÍS.- Al frente de Rusia desde 2000, Vladimir Putin firmó hoy una ley que le permitirá presentarse por dos mandatos suplementarios. El presidente ruso podrá así permanecer en el poder 36 años, hasta 2036, cuando tendrá 84 años.
Esa ley, publicada en el portal oficial ruso, fue definitivamente adoptada por la Duma (Parlamento) en marzo, después de un referéndum constitucional organizado en el verano boreal de 2020, que dio lugar a numerosas denuncias de fraude.
Según la legislación rusa, que solo autoriza a un presidente el ejercicio de dos períodos consecutivos, el actual jefe del Kremlin tendría que haberse retirado en 2024, al término de su actual mandato. Sin embargo, por su iniciativa, los rusos aprobaron por aplastante mayoría el referéndum sobre la reforma de la Constitución, donde figuraba esa enmienda –extremadamente criticada por la oposición– que le permite a Putin, de 68 años, mantenerse en el poder 15 años más si gana las elecciones.
Más extravagante aun es el hecho de que el límite de los dos mandatos consecutivos seguirá existiendo aunque, según el texto de ley votado por la Duma “esa restricción no se aplica a aquellos que ocupen el puesto de jefe del Estado antes de la entrada en vigor de las enmiendas a la Constitución”. En otras palabras: no se aplicará únicamente a Putin quien, de ese modo, tiene la posibilidad de recomenzar de cero.
Esta no es la primera vez que Putin alcanza el límite de los dos mandatos. En 2008 había asumido las funciones de primer ministro, dejando la presidencia a su último jefe de gobierno, Dimitri Medvedev. Tras un paréntesis de cuatro años, fue reelegido presidente en 2012.
Entre otras reformas, la revisión constitucional introduce otros principios conservadores caros al jefe del Kremlin, como la fe en Dios, el matrimonio reservado a los heterosexuales, la enseñanza patriótica y, sobre todo, la garantía de una inmunidad vitalicia para los presidentes rusos.
Pueblo sin soberanía
Su principal opositor, Alexei Navalny, actualmente encarcelado, había calificado ese referéndum de “enorme mentira”, mientras que la ONG Golos, especializada en la observación electoral, denunció una violación “sin precedente” de la soberanía del pueblo ruso.
Pero nada parece detener al futuro “presidente vitalicio”, aun cuando algo haya cambiado: tras 20 años de prosperidad y patriotismo, el jefe del Kremlin se ve ahora obligado a recurrir a la represión para mantener su poder. “Putin siempre defendió la idea de un Estado poderoso, gobernado con mano de hierro”, afirma Andrei Kolesnikov, director del programa de política interna rusa en el Carnegie Center de Moscú. “Es probable que siempre fuera igual de brutal. Pero ahora ha decidido serlo en forma abierta, sin restricciones”, agrega.
Ese rasgo de carácter no es nuevo. Todos los gestos de Putin tienden a sentar una reputación de dirigente invulnerable. Pero la reciente represión policial de las manifestaciones en favor de Navalny y este proyecto de reforma constitucional lo ponen prácticamente a la altura de su brutal vecino y aliado de Belarús, Alexander Lukashenko.
La nueva ley, en todo caso, permitirá no solo a Putin permanecer 36 años en el poder –por más tiempo que Joseph Stalin (29 años)–, sino también aumentar su capacidad de represión. A partir de la promulgación del texto, el Kremlin podrá intensificar la violencia policial contra los manifestantes, aumentar la extensión de las penas y aplicar reglas mucho más estrictas a los sitios internet. Eso no es banal en un país donde retuitear una broma antigubernamental es hoy pasible de 15 días de cárcel, y un sordomudo puede verse obligado a pagar una multa de 70 dólares por “haber gritado eslóganes contra el régimen”.
“La línea roja pertenece al pasado. Putin ya cruzó esa línea para colocarse al frente de un Estado autocrático”, afirma Kolesnikov. “Esto es parte de un proceso más amplio, donde el caso Navalny es apenas un elemento más”, agrega.
La represión de enero –cuando el disidente fue juzgado y enviado a la cárcel en un absurdo juicio– fue tan amplia que no había suficientes sitio en las prisiones para recibir a los detenidos.
“El número de detenciones y juicios administrativos y criminales durante las protestas de enero y febrero pasados fue el más importante de toda la historia moderna de Rusia”, afirmó en un comunicado la ONG independiente OVD-Info.
Para todos esos observadores, la severidad sin precedentes que despliega el Kremlin en los últimos tiempos es una muestra evidente de la influencia que ha adquirido sobre Putin la línea más dura de militares y oficiales de los servicios secretos rusos.
Conocidos colectivamente como “silovikis”, ese grupo de reaccionarios conservadores son una mezcla de viejos amigos de Vladimir Putin, excolegas suyos del exKGB y su sucesor, el FSB, así como militares que consiguieron ganar su confianza.
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