Putin-Erdogan, una dupla conflictiva en la que los dos salen ganando
Turquía necesita el dinero, el gas y los negocios rusos, y el país se prepara para una elección peleada y una nueva incursión en Siria; por su parte, Moscú necesita amigos para tratar de eludir las sanciones de Occidente
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BRUSELAS.- El volcánico presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, está en una situación política que complica sus chances electorales para el año próximo, con una economía en implosión, un banco central casi seco de reservas internacionales, y una inflación galopante del 80% anual.
El presidente ruso, Vladimir Putin, tiene sus propios problemas: su guerra en Ucrania está literalmente empantanada y las durísimas sanciones económicas de Occidente golpean la industria y la economía rusa en general.
Y los problemas que enfrentan ambos los han acercado más que nunca. En las últimas tres semanas, Putin y Erdogan ya se encontraron dos veces, la última en Sochi, Rusia, con la esperanza de paliar sus puntos vulnerables a través del fortalecimiento de su asociación bilateral y de un acuerdo de cooperación económica que según Erdogan ascenderá a los 100.000 millones de dólares.
Pero esa relación causa escozor en los aliados de Erdogan en la OTAN, ya que el presidente turco representa un agujero importante en el dique de sanciones con las que Occidente ha intentado frenar trabajosamente la guerra de Putin en Ucrania. Y algunos ya se preguntan dónde tiene puesta realmente su lealtad Erdogan, más allá de su propio interés.
Lo que queda claro a medida que se conocen los detalles del acuerdo comercial es que el vínculo entre Erdogan y Putin les reporta beneficios mutuos. Para Putin, entre esos beneficios está la venta de energía y de armamento, inversiones en Rusia y una relación estrecha con un miembro de la OTAN, que intenta aislarlo para ayudar a Ucrania a derrotar al ejército invasor.
Turquía, que no es miembro de la Unión Europea (UE), se ha negado a aplicarle a Rusia las sanciones de Occidente, y está explorando diversos caminos para operar los con los bancos rusos sancionados y para aceptar pagos hechos con tarjetas de crédito emitidas en Rusia. El gas ruso fluye a raudales hacia Turquía a través del gasoducto TurkStream. Y hay informes de que Rusia está buscando que Turquía la ayude con la provisión de “subsistemas” para sus armas, componentes que ya no puede conseguir directamente de fuentes occidentales.
Para Erdogan, los beneficios incluyen la inyección de reservas internacionales en las drenadas arcas del banco central, energía barata, relevancia en la escena internacional, un inmenso mercado para las exportaciones turcas, un auge de turistas rusos en Turquía, y por sobre todas las cosas, la aparente anuencia de Rusia a los intentos políticamente populares de Erdogan para aplastar el separatismo kurdo en Siria, donde Putin apoya al gobierno del presidente Bashar al-Assad.
Pero Putin y Erdogan siguen manteniendo una relación de amor-odio en varios frentes, y ambos son líderes autoritarios muy volátiles que concentran poderes extraordinarios y solo siguen su propio consejo. El mes pasado, cuando se encontraron en Teherán, Erdogan dejó a Putin parado en soledad durante casi un minuto, mientras el líder ruso, famoso por su táctica limadora de hacer esperar a sus invitados, se balanceaba con incomodidad manifiesta frente a los flashes de los periodistas.
La situación fue interpretada como un sutil recordatorio del cambio en el equilibrio de poder entre ambos líderes -en el pasado, Putin hacía esperar a Erdogan-, que a pesar de su cooperación mutua quieren conservar sus ventajas. De hecho, las relaciones entre ambos países pasan cada vez más por la relación entre esos dos hombres, y las discusiones entre ambos autócratas son absolutamente reservadas, incluso para la cancillería turca, y más todavía para la opinión pública.
“La política exterior de Turquía ha ingresado en una etapa sumamente peligrosa”, dice Ilhan Uzgel, politólogo y profesor de la Universidad de Ankara hasta que fue despedido por un decreto presidencial. “Los dos presidentes se juntan y negocian. Pero el contenido de esas negociaciones solo lo conocen esos dos líderes sentados en la casa de gobierno con un grupo reducidísimo de dos o tres personas.”
Erdogan compró sofisticados misiles antiaéreos rusos que ponen en riesgo la seguridad de la OTAN y avanzó unilateralmente para bloquear la incorporación de Suecia y Finlandia a la OTAN: por el momento levantó sus objeciones, pero sabiendo que hasta que el Parlamento turco aprueba esas incorporaciones todavía puede pasar cualquier cosa.
Ese obstruccionismo es música para los oídos de Putin, que hace tiempo les advierte a los estados nórdicos que si se suman a la alianza atlántica tendrán que atenerse a las consecuencias.
Turquía como mediadora
Para Occidente, la capacidad de Erdogan para tratar con Putin ha tenido sus beneficios. Turquía ha mantenido sus estrechos lazos diplomáticos con Moscú y actúa como principal mediador entre Rusia y Ucrania para los despachos de cereales, y para las eventuales conversaciones de paz. Erdogan y sus principales asesores hablan varias veces por semana con Putin y con el presidente ucraniano, Volodimir Zelensky.
“Erdogan mantiene abiertas todas sus opciones, que es lo que tienden a hacer los países cuando piensan solo en su propio interés, pero no es lo que hacen los aliados”, dice Ivo Daalder, exembajador de Estados Unidos ante la OTAN. “El presidente turco ha encontrado la manera de jugar su propio juego, pero lo hace a expensas de una alianza clave para su propia seguridad y la de su país.”
Contar con un aliado de la OTAN que tenga comunicación fluida con Putin es bueno, agregó Daalder, “siempre y cuando diga lo que hay que decir y trate de resolver problemas en consonancia con los objetivos de la alianza, sin atentar contra ellos.”
Los analistas políticos de Turquía coinciden en que el principal objetivo de Erdogan es ganar la reelección, y que está buscando ayuda tanto para la vapuleada economía turca como para luchar contra lo que considera terrorismo kurdo, tanto en Siria como en su país.
“El objetivo del gobierno de Erdogan no es ayudar a Putin, sino allanarse el camino hacia las próximas elecciones”, dice Uzgel.
“A Erdogan le importan tres cosas”, señala el politólogo. “Primero, que Occidente sepa que él puede tratar y hacer negocios con Putin. Segundo, que el dinero que ingresa desde Rusia alivie temporalmente la presión sobre el tipo de cambio. Tercero, quiere estar en sintonía con Rusia para la posible incursión que quiere llevar a cabo al interior de Siria”.
La habilidad de Erdogan para reunir a los cancilleres de Rusia y Ucrania y mediar en la negociación para destrabar el flujo de granos de ambos países por el Mar Negro “convalida el enfoque equilibrado de Turquía hacia Rusia”, dice Sinan Ulgen, director del EDAM, un centro de investigaciones de Turquía. “Turquía ha logrado ser pro-Ucrania sin ser anti-Rusia”.
Ulgen agrega que el gobierno turco, “es plenamente consciente de la delgada línea entre no aplicar las sanciones y transmitir la imagen de ser el país que ayuda a Rusia a evadirlas”.
Steven Erlanger
The New York Times
Traducción de Jaime Arrambide
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