Putin abre un frente con Francia: desecha el término “vinos espumantes” y se apodera del “champagne”
El presidente ruso dispuso que solo los productores de su país podrán usar esa expresión en las etiquetas de sus vinos espumantes
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PARÍS.– Ardiente defensor de la historia y las tradiciones de su país, Vladimir Putin no aplica la misma vara cuando se trata de otras naciones, en particular aquellas que lo irritan. Esta semana, el presidente ruso firmó una nueva y controvertida enmienda de la ley sobre la reglamentación de las bebidas alcohólicas, según la cual, a partir de ahora, solo los productores rusos podrán utilizar la apelación “champagne” en las botellas de ese vino espumante, símbolo secular de la cultura francesa.
Según el texto, los vinos importados deberán contentarse con el adjetivo “vino espumante”. La decisión indica con claridad que la legislación rusa decidió ignorar la protección representada por las indicaciones francesa y europea AOC-AOP (apelación de origen controlado-apelación de origen protegido).
El Comité Interprofesional del vino de Champagne francés (CIVC) confirmó la información:
“Si bien los vinos de Champagne conservan el derecho exclusivo de utilizar el nombre Champagne en letras latinas en la etiqueta principal, la ley rusa los obliga ahora a renunciar al término Shampanskoe —traducción de Champagne en ruso— y presentarse como “vino espumante” en caracteres cirílicos en la contra-etiqueta. Solo los vinos espumantes rusos tendrán desde ahora el derecho de utilizar Shampanskoe”.
Igualmente llamado “vino de Champagne”, ese mítico espumante francés, cuyo nombre viene de Champagne, una región del noreste de Francia, necesitó varios siglos de gestación para llegar a su actual excelencia. La delimitación geográfica, las cepas, los rendimientos y el conjunto de su elaboración son sus principales cualidades específicas.
“Champagne” proviene del antiguo francés “campayne”, término que significaba en el siglo XI “gran extensión de terreno llano”. Fue, en efecto, en la Edad Media que esa provincia francesa comenzó a producir vinos tranquilos, no efervescentes. Vinos claros también llamados “naturales”, cuyo renombre comenzó a extenderse rápidamente más allá de la región de origen en el siglo XVI. Por fin, alrededor de 1715, gracias a la sabia combinación de diferentes cepas y el control de la espuma durante la segunda fermentación, un monje de la abadía benedictina de Hautvillers logró su identidad definitiva.
Crecimiento sostenido
El éxito del nuevo vino de Champagne nunca dejó de crecer: ocho millones de botellas vendidas en 1850, 28 millones en 1900, 100 millones en 1970, 200 millones en 1986, 300 millones en 2010 y 312 millones en 2015. El mercado del champagne alcanzó ese año 4740 millones de euros, la mitad de esa cifra realizada a la exportación.
La decisión rusa significa un duro golpe para los productores franceses que, ya afectados por las restricciones de la pandemia y por las decisiones proteccionistas del entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, luchan desde hace años para proteger esa AOC amenazada en el mundo.
En reacción a la medida, el productor francés Moët-Hennessy suspendió durante el fin de semana pasado sus exportaciones a Rusia. En una misiva destinada a sus clientes rusos, la sociedad anunció verse en la obligación de realizar una nueva certificación de sus productos, que debería costarle varios millones de rublos.
Moët-Hennessy aceptó, no obstante, el 4 de julio plegarse a las nuevas reglas impuestas por Putin, prometiendo cambiar sus etiquetas y el nombre de su producto. Según el diario ruso Vedomosti, 13% de los 50 millones de vinos espumantes y champagne importados anualmente por Rusia viene de Francia. Moët-Hennessy representa 2% de ese mercado.
El término “champagne” es utilizado en Rusia desde hace años sin complejo y para todo tipo de vino espumante. A fines de los años 1930, Josef Stalin hizo crear un “champagne” soviético”, producido masivamente con el objetivo de llevarlo a todos. Cuando desapareció la URSS, aquel “champagne soviético” se convirtió en sinónimo de vino espumante de mala calidad, aunque sigue siendo popular en las grandes ocasiones. Una realidad combatida por los productores franceses, defendidos por el CIVC.
En su comunicación, los responsables del CIVC afirman que esta nueva reglamentación no solo “no otorga a los consumidores una información clara y transparente sobre el origen y las características de los vinos”, también “pone en tela de juicio más de 20 años de negociaciones bilaterales entre la Unión Europea y Rusia sobre la protección de las apelaciones de origen controlado”.
Con esta enmienda, Putin —gran amante de la vitivinicultura— seguramente intenta poner en valor a los productores nacionales de vinos espumantes. Sobre todo a los de Crimea, cultivadores ancestrales de vid, que conocieron una segunda juventud tras la anexión de la península en 2014 y la plena apertura del mercado ruso a sus productos.
La principal marca del país, el vino de Crimea, “Novy Svet”, pertenece a Yuri Kovaltchuk, un gran amigo del presidente ruso. El jefe del Kremlin había hecho subir en enero las acciones de otro gigante del mercado ruso, “Abrau-Durso”, tras declarar que se vería muy bien trabajando en esa empresa al término de su carrera política.
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