Es uno de los países más jóvenes y de los más pobres e inestables; no obstante, es una nación rica en petróleo y la preocupación inicial del gobierno era mantener la producción
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A 10 años de su creación, Sudán del Sur es a la vez el país más joven del mundo y uno de los más pobres e inestables, pese a contar con grandes reservas de petróleo.
En junio de 2011, la nación de 11 millones de habitantes proclamó su independencia de Sudán, tras un referéndum en el que casi el 99% de los votantes eligió la secesión.
Desde entonces, ha vivido tragedia tras tragedia.
Poco después de su independencia, estalló una guerra civil que ha dejado cientos de miles de muertos y millones de personas traumatizadas y desplazadas.
Emmanuel es uno de los muchos sursudaneses que han sufrido por un conflicto que teóricamente terminó con la firma de un alto el fuego en 2018, pero que en realidad sigue cobrando vidas.
En entrevista con BBC mundo, este hombre de 37 años relata los múltiples “actos inhumanos” que ha vivido desde que él mismo tuvo que abandonar su hogar tras recibir amenazas de un grupo armado en el estado de Equatoria Occidental, en el suroeste del país.
Cuenta que vio a personas siendo masacradas y “cortadas en pedazos”.
“A las mujeres embarazadas que habían sido masacradas, las cortaban por abajo y luego masacraban a sus bebés que aún estaban en el útero”, asegura.
“Había niños que eran masacrados frente a sus madres y gente que era bombardeada dentro de sus casas”.
“Todo esto me ha causado muchos traumas”, agrega. “Pero como soy un terapeuta, he podido liberarme de eso porque he leído muchos libros sobre la curación de traumas”.
De disputa política a conflicto étnico
Tras declarar la independencia de Jartum, un grupo de antiguos rebeldes, que actuaron como líderes de facto en el territorio, se unieron a los planes del nuevo gobierno para construir un nuevo y más próspero Estado.
Sudán del Sur es una nación rica en petróleo y la preocupación inicial del gobierno del naciente país era mantener la producción.
Pero para ello tenía que solventar una serie de desacuerdos con Sudán; al independizarse, Sudán del Sur se llevó consigo más del 75% de las reservas totales de petróleo.
Los sursudaneses necesitaban, sin embargo, las instalaciones petroleras y el puerto de Jartum para exportar el mineral.
Además de esta disputa, también hubo rebeliones armadas, enfrentamientos fronterizos y peleas por el control del ganado.
La situación se deterioró aun más tras desacuerdos en el partido gobernante SPLM que hicieron que el presidente, Salva Kiir, de etnia dinka (el grupo más grande del país), destituyera al vicepresidente Riek Machar, perteneciente a la segunda etnia más grande, los nuer, en julio de 2013.
Kiir acusó a su vicepresidente de haber planeado un golpe de Estado, y lo que comenzó como una disputa política se convirtió rápidamente en un conflicto étnico.
Paz relativa
Emmanuel, que ahora vive en un campo de desplazados de las Naciones Unidas en la población de Tambura, dice que tras el alto el fuego existe una “paz relativa”.
“En el pueblo las cosas están tranquilas. La gente puede ir al mercado y ya no hay combates, pero todavía hay miedo en la población”, explica.
De hecho, la gente aún no puede regresar a sus hogares: muchas casas fueron quemadas y todavía hay grupos armados en la selva.
El sursudanés cuenta que a principios de diciembre mataron a unas personas que fueron a una granja y le dispararon en la mano a otra.
Según las Naciones Unidas, además de los casi 2 millones de sursudaneses que se han desplazado dentro del país debido al conflicto, el número de refugiados de Sudán del Sur en el extranjero, principalmente en Etiopía, Sudán y Uganda, ha superado los 2,2 millones.
La mayoría de los refugiados son mujeres y niños, y muchos de ellos han cruzado la frontera solos.
Jok Madut, profesor de antropología en la Universidad de Syracuse, en Nueva York, y analista, experto en Sudán del Sur, explica que el acuerdo de paz que se firmó en 2018 estipulaba hacer una serie de cambios preliminares durante el periodo interino que “nunca se hicieron”.
“Los arreglos de seguridad no han sido implementados correctamente. Pero, sobre todo, lo que permitió que la violencia continuara es que hay algunos grupos que no firmaron el acuerdo de paz”, le dice a BBC Mundo.
Estos grupos incluyen al National Salvation Front (NAS), que ha estado luchando contra el gobierno desde 2017 y militantes que se separaron del partido SPLM-IO, entre otros.
“Esto significa que a pesar de que el acuerdo de paz se firmó entre las principales partes del conflicto, todavía hay una lucha contra el gobierno que genera abusos contra la población civil”, prosigue el analista sursudanés.
“Dijeron que nos iban a cortar como a una calabaza”
Un informe publicado por Amnistía Internacional a principios de diciembre habla de la reciente ola de violencia que se vive en el suroeste del país.
De acuerdo con la organización, solamente entre junio y octubre de este año, decenas de civiles murieron y unas 80.000 personas más se desplazaron debido a los combates entre grupos armados en Equatoria Occidental.
Amnistía Internacional entrevistó a decenas de supervivientes para realizar el informe. Una mujer de 41 años les contó cómo ella y su hermana mayor fueron capturadas en el monte en septiembre, mientras intentaban huir de Tambura.
“Nos ordenaron que nos sentáramos y dijeron que nos iban a cortar como a una calabaza”.
La sursudanesa aseguró que los hombres armados les ataron las manos a la espalda y le pusieron a su hijo de 18 meses al lado.
Posteriormente uno de los combatientes “puso su pierna sobre la cabeza (de mi hermana) y le cortó el cuello con un cuchillo”.
“Muy poco que celebrar”
Como si la guerra no bastara, la situación humanitaria de los sursudaneses empeoró en 2019 a raíz de unas inundaciones que dejaron sin vivienda a cientos de miles de personas.
Las inundaciones han continuado por tercer año consecutivo. En 2021, las lluvias duraron más de seis meses y afectaron principalmente a cuatro estados del norte y este del país.
Según las Naciones Unidas, unas 700.000 personas han sido desplazadas debido a las torrenciales lluvias.
“En cierto sentido, se puede decir que 10 años después de la independencia, políticamente nuestra independencia tal vez sea motivo de celebración”, señala el profesor Jok Madut.
“Pero si nos referimos al bienestar en general y el bienestar de los ciudadanos hay muy poco que celebrar”.
Madut apunta que si bien los desplazamientos ahora se deben principalmente a las inundaciones, el sufrimiento de los millones de desplazados por el conflicto continúa.
“No hay dinero”
Una de las cláusulas del acuerdo de paz exige la repatriación eventual de todos los desplazados internos y refugiados.
“El gobierno tendrá que aportar dinero para el reasentamiento de las personas en sus hogares, pero dice que no hay dinero”, añade Madut.
La falta de recursos se visualiza también al fijarse en la tasa de vacunación contra la covid-19: el país más joven del mundo es uno de los que menos personas ha vacunado.
A mediados de diciembre, la Organización Mundial de la Salud (OMS) informó que Sudán del Sur había recibido en total más de medio millón de dosis de vacunas anticovid, para un país con 11 millones de habitantes.
Pero casi la mitad de las dosis aún no se han usado y para finales de 2021 menos del 2% de los sursudaneses estaba vacunado.
Mientras tanto, Emmanuel, quien perdió todo en la guerra, incluyendo su granja y a su hermano, a quien dice que “masacraron”, sólo pide que el gobierno nacional, las autoridades estatales y “quizá la comunidad internacional” trabajen conjuntamente para “traerle una paz duradera a la gente de Tambura y de Equatoria Occidental”.
Según él, primero hay que sacar a los grupos armados del monte, luego desarmar a la población e incentivar el diálogo entre los diferentes grupos.
“También se necesita más asistencia humanitaria, ayudar a los locales a superar los traumas dejados por la guerra y reparar las escuelas que fueron vandalizadas y destruidas”, prosigue.
Por su parte, el profesor Madut sugiere que mejorar el sistema judicial podría ser un gran paso para acabar definitivamente con el conflicto.
“Actualmente la venganza es el único mecanismo para obtener algún sentido de justicia, por eso la violencia continúa”, explica.
“Si no hay un Estado que le ofrezca justicia a las personas agraviadas, la gente siempre tomará el camino de la venganza”.
Norberto Paredes
@norbertparedes
BBC News Mundo
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