Puja global: los conflictos entre gobiernos nacionales y locales marcan la pandemia
La respuesta al impacto de la crisis generó desacuerdos y abrió disputas entre varios líderes, desde Trump con Cuomo, en Nueva York, hasta Bolsonaro con Doria y las pulseadas de Merkel con los estados federados
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En poco más de un año, la pandemia del coronavirus provocó profundas crisis económicas y sociales en todo el mundo. Y las tensiones políticas también se multiplicaron a medida que avanzó el devastador impacto del Covid-19.
Así como la Argentina es escenario de constantes pujas entre las gestiones del presidente Alberto Fernández y el jefe de gobierno de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, otros países también protagonizaron choques entre sus gobiernos nacionales y locales en torno a las respuestas a la crisis por la pandemia, desde Estados Unidos hasta Brasil.
Allí donde hubo desacuerdos en plena tormenta global por el coronavirus, también surgieron situaciones en las que algunos líderes ganaron popularidad. “En sociedades donde no hay consenso con respecto a la pandemia, hay un incentivo político muy fuerte para ese tipo de conflicto, siempre hay alguien que percibe en esas disputas una oportunidad para crecer políticamente frente al adversario”, señaló a LA NACION Mauricio Santoro, jefe del Departamento de Relaciones Internacionales de la Universidad de Río de Janeiro.
Los duelos en EE.UU.
Fue un choque de estilos que marcó el inicio de la pandemia en Estados Unidos. En Washington, el año pasado el entonces presidente republicano Donald Trump se paraba día tras días detrás del atril de la sala de prensa de la Casa Blanca para un ida y vuelta feroz con los periodistas. Minimizaba el riesgo del coronavirus, las precauciones y los cuidados; hacía promesas incumplibles, proponía tratamientos peligrosos sin que estuvieran avalados por la ciencia, y hasta llegó –en la más recordada de todas sus apariciones– a sugerir que la gente debía tomar cloro para liquidar al virus.
En Albany, Nueva York, el gobernador Andrew Cuomo (demócrata) era la contracara de Trump. Siguiendo la misma estrategia, mostraba la misma información de la pandemia en el estado –uno de los más golpeados en el país durante 2020– en una sucesión de filminas: cantidad de casos, hospitalizaciones, muertes, las medidas de su gobierno y las precauciones a seguir. Le insistía a la gente que usara barbijo.
Los dos dirigentes cayeron luego en desgracia. Trump perdió la presidencia en las elecciones del 3 de noviembre frente a Joe Biden, y Cuomo quedó envuelto en un escándalo por una supuesta maniobra para tapar las muertes por el virus en asilos de ancianos, y varias denuncias de acoso sexual aún irresueltas.
Meses después, si las peleas de Trump y Cuomo marcaron el inicio de la pandemia en Estados Unidos, los cruces entre Biden y el gobernador de Florida, el republicano Ron DeSantis, han dado la nota.
Durante toda la crisis sanitaria, DeSantis fue uno de los gobernadores más libertarios del país, manteniendo al mínimo las intervenciones en la vida diaria de la población. Para sus críticos, Florida se convirtió rápidamente en una suerte de “oeste salvaje” moderno, uno de los primeros lugares donde los bares, restaurantes y las escuelas volvieron a abrir, y uno de los primeros estados que levantó todas las restricciones con el avance de la vacunación.
DeSantis, que mira la posibilidad de una candidatura presidencial en 2024 entre los republicanos, criticó la prudencia de Biden, que durante el inicio de su presidencia hizo del barbijo una institución. DeSantis fue especialmente duro por lo que a su juicio fue una falta de liderazgo y de presión por parte de la Casa Blanca para acelerar la apertura de las escuelas.
Bolsonaro vs. Doria
Empezó por el negacionismo y el uso de la cloroquina, se intensificó con la falta inicial de vacunas y culminó con el colapso del sistema de salud. La rivalidad entre el gobernador de San Pablo, João Doria, y el presidente Jair Bolsonaro encontró sus puntos más conflictivos en la gestión de la pandemia en Brasil.
Ambos líderes no tardaron en pasar de aliados a adversarios. Doria (Partido de la Social Democracia Brasileña, PSDB) se distanció del discurso antisistema del cual Bolsonaro es símbolo para inclinarse por una visión más liberal-conservadora de la política brasileña, y convertirse en una eventual opción para las elecciones presidenciales del año próximo, sostuvo Santoro.
La pandemia fue el detonante de una guerra dialéctica de mensajes antagónicos. Doria se abanderó desde un principio como prociencia, al apoyar los aislamientos y tomar las riendas de las negociaciones por la vacuna china. Tanto es así que San Pablo comenzó a inocular dosis contra el Covid-19 días antes que todo el país. Mientras, el mandatario ultraderechista lo tildaba de “lunático” y condenaba a los “cobardes que se quedan en casa”.
La rivalidad alcanza ahora sus puntos máximos: Bolsonaro es el blanco de una investigación por la gestión de la crisis, en la que el gobernador paulista le atribuye responsabilidad por “la peor tragedia en la historia de Brasil”, país que con más de 459.000 por Covid-19 solo es superado por Estados Unidos (594.209). Pero el presidente no se rinde y ahora amenaza a los gobiernos locales con un decreto para poner fin a las medidas de confinamiento.
Diferencias en Colombia
La espiral de la violencia en las calles de Colombia cumplió anteayer un mes. Pero en la capital, Bogotá, el conflicto avanza en paralelo a una disputa de liderazgos entre la alcaldesa, Claudia López, y el presidente Iván Duque.
Figuras con notables diferencias ideológicas, desde el inicio no coincidieron en el mejor modelo para sobrellevar el impacto de la pandemia. Mientras López pregonaba una cuarentena estricta, Duque apuntaba a equilibrar la economía con la salud.
Las críticas apuntaron también al proceso de vacunación, que a criterio de López se politizó porque a Bogotá no le llegaron suficientes dosis, lo que agravó la situación de un sistema de salud al borde del colapso. “El presidente manda, pero que mande bien”, llegó a decir la mandataria.
La alcaldesa de la capital, que señaló que las protestas eran “un atentado a la vida”, esta semana dio un giro radical y legitimó a los manifestantes, acentuando la distancia con Duque.
Según las encuestas, su mensaje le da réditos: desde el comienzo del paro nacional, el mes pasado, la desaprobación de Duque cayó al 75%, la más alta de su gestión, muy diferente al auge de López, que creció hasta tener un 61% de aprobación, según el último informe de Invamer.
Dificultades para Merkel
No fue fácil para la canciller alemana, Angela Merkel, lograr un consenso con los gobernantes de los “Länder” (estados federados). Mientras los casos de coronavirus se disparaban en el país europeo, líderes de diferentes estados tomaban las decisiones a su criterio, sin demasiado coordinación con el gobierno central, lo que generó que mientras en una ciudad los comercios permanecían cerrados, en otros las personas disfrutaran de una comida en un restaurante. La situación se agravó con el lento avance de la vacunación.
“Tenemos que aplicar las medidas adecuadas con seriedad; algunos Länder lo hacen, otros no lo hacen aún”, les llegó a reprochar Merkel en una entrevista.
El debate sobre las medidas para contener la pandemia se zanjó por la vía legislativa. La canciller, pocos meses antes de terminar su era en el poder, llevó al Parlamento la reforma de la ley de protección de infecciones, una medida que después de su aprobación le permitió imponer “por las buenas” un estricto confinamiento y le dio criterios objetivos para tomar decisiones.
A esto se sumó la puja por la sucesión de Merkel entre la Unión Demócrata Cristiana (CDU), el partido de la canciller, que anunció su respaldo a Armin Laschet, y su socia bávara, la CSU, que apuesta por Markus Söder. La situación enturbió la imagen del formación de Merkel. Las dificultades en la gestión y la crisis de liderazgos llevaron a que la CDU se hundiera en los últimos sondeos, lo que podría marcar los últimos cinco meses de la canciller en el poder.
Revés para Sánchez
La arrasadora victoria de Isabel Díaz Ayuso en las elecciones de la capital española fue un fuerte revés para el gobierno del presidente Pedro Sánchez, y muchos sostienen que lo logró gracias a su oposición a la gestión de la pandemia. El modelo que eligió la presidenta de la Comunidad de Madrid, en el que apostó por la relajación de las restricciones y el apoyo a las libertades, encontró una alta aprobación de la población, cansada y afectada por los largos confinamientos.
Un constante tira y afloja caracterizó al vínculo entre el gobierno nacional, encabezado por Sánchez (del Partido Socialista Obrero Español, PSOE), y la Comunidad de Madrid, con acusaciones mutuas por la responsabilidad de la gravedad de la crisis que azotó al país europeo.
Entre los últimos intercambios, Sánchez puso en tela de juicio los datos sobre el coronavirus que ofreció la capital –registra el mayor número de muertos en España desde que comenzó la pandemia–. “Se piensa el ladrón que todos son de su condición. Sánchez miente siempre”, respondió la dirigente del Partido Popular (PP).
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