Protestas en Colombia: el explosivo cóctel que volvió a Cali epicentro del conflicto
Un conjunto de descontento social, pobreza, “economía ilegal de narcotráfico” y “distintas formas de criminalidad” convirtieron a la ciudad conocida por la “capital del posconflicto” en un campo de batalla
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CALI.- Las noches se volvieron pesadilla en Cali desde que comenzaron las manifestaciones el 28 de abril. La violencia de las protestas contra el gobierno de Iván Duque estalló en esta ciudad donde convergen los males de un país sumido en seis décadas de guerra.
Es conocida como la “capital del posconflicto”, aunque los acuerdos de paz firmados con las FARC en 2016 no trajeron la calma esperada.
La capital del Valle del Cauca, con 2,2 millones de habitantes, ya contabilizó 32 muertos. Según la alcaldía, “siete relacionados con las marchas” que, duramente reprimidas por la fuerza pública, empeoraron cuando anocheció el 3 de mayo.
La ciudad ha recibido una migración campesina y pobre en medio del conflicto armado, que no logró integrarse del todo, lo que generó “demasiada desigualdad”, aseguró Edgar Barrios, rector de la Universidad del Valle.
En Cali, la pobreza alcanza al 36,3% de la población y la tasa de homicidios es de 43,2 muertos por 100.000 habitantes, contra los 23,79 en el país.
Como en muchos países del mundo, la pandemia agravó la situación económica colombiana, hundiéndola en una crisis que afectó a la industria, el comercio y la agricultura de esta ciudad al suroeste del país, donde la violencia repunta tras el acuerdo de paz.
Un conjunto de descontento social, pobreza, “economía ilegal de narcotráfico” y “distintas formas de criminalidad” se arraigaron en los barrios deprimidos de Cali, añadió el académico.
A los bloqueos de vías, que provocan desabastecimiento de gasolina y medicamentos en plena pandemia, el gobierno respondió con la militarización de la ciudad.
Muerto a bala
Kevin Agudelo, de 22 años, asistió el lunes a una protesta con velas en Siloé, un barrio marginal de Cali.
“Decía que iba a marchar por el bienestar de Colombia”, contó su madre, quien recuerda que su hijo le prometió que no se acercaría al “alboroto”. Fue la última vez que lo vio con vida. El joven cayó junto con dos personas baleadas más, según fotos y videos.
12 testigos aseguran que la policía antidisturbios y fuerzas especiales arremetieron contra la protesta pacífica sin ninguna concesión.
“Nos tuvimos que esconder porque estábamos todos asustados (...) todo el mundo corría”, relató uno de los asistentes al evento que pidió no revelar su identidad.
”Lo que hice fue correr, salvarme por mi vida porque yo ya vi que no se podía hacer nada”, agregó.
Organismos internacionales como la ONU y la Unión Europea aseguraron estar “profundamente alarmados por los acontecimientos ocurridos”, cuando “la policía abrió fuego contra manifestantes (...) matando e hiriendo a varias personas”.
Daniela León, activista de la red Francisco Isaías Fuentes, estuvo en medio de un choque entre la policía y manifestantes que intentaban tomar un peaje en Palmira.
Colombia: Statement by HR/VP @JosepBorrellF on violence during social protests. People in Colombia have the right to a peaceful protest👇https://t.co/94uAkEnqtH
— European External Action Service - EEAS 🇪🇺 (@eu_eeas) May 6, 2021
“La confrontación se da en el momento en que ya se está a unos 500 metros del peaje, y ya sale todo el escuadrón (antidisturbios) y ellos empezaron a atacar”, comentó León.
Alrededor de 17 personas que huyeron entre las plantas de caña de azúcar “para resguardarse de los gases”, según explicó la activista, siguen desaparecidas, y la cifra coincide con las oficiales.
Denuncias de dos senadores respaldan a León, quien cree que lo más grave, además de disparos y denuncias por abuso sexual, fue su “modus operandi”: atacar de noche “para generar pánico”.
Agresiones a la policía
Se contabilizaron 176 uniformados heridos, 10 por armas de fuego, según las autoridades, que confirman que fueron atacados por bandas armadas conocidas como combos.
“Resultó que venía un grupo de unos (cien) manifestantes violentos por otra calle, muy aparte de lo que fue la manifestación pacífica, encapuchados, tapados totalmente la cara, arrojando objetos contundentes, artefactos (...) conocidos como papas bomba”, recordó Luis Guerrea, del escuadrón antidisturbios, quien fue hospitalizado por casi perder un pie por el estallido del explosivo.
Estaciones de policía y un hotel donde se hospedaban uniformados también fueron atacados a disparos, según la versión oficial.
Para Carlos Alfonso Velásquez, coronel retirado y analista de la Universidad de la Sabana, puede haber infiltrados de grupos “dispuestos a la rebeldía” en las protestas, personas que buscan “dar la imagen que se salió el asunto de control”.
Pero un policía debe “hacer de tripas corazón”. “Esos escudos que tienen y esos cascos son para protegerlos también de balas”, sentenció.
Agencia AFP
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