Por siempre juntos: la conmovedora historia del científico y su perro que descansan juntos en un museo
Como docente, Grover Krantz dedicó varios años de su vida a enseñar en la Universidad de Washington. Como antropólogo, a la búsqueda de la existencias de Pie Grande, esa critura peluda, miembro de la cultura popular norteamericana, del que mucho se ha escrito y filmado.
Mientras que sus colegas no lo tomaban muy seriamente, Krantz intentó dotar a su trabajo sobre Pie Grande -criatura de la que escribió cinco libros- de legitimidad. Para ello utilizó su formación como experto en la evolución humana. Si bien nunca aseguró haber visto a la enorme criatura peluda, sí habló con personas que lo habrían hecho e intentaba contrastar sus dichos con trabajos de campo.
En 2002, Krantz perdió la batalla contra el cáncer, y poco antes de morir hizo un pedido y una donación algo extraños. Algo que no hizo más que agrandar la percepción de excéntrico que los demás tenían de su persona.
Durante su vida, Krantz fue una apasionado de los animales, en particular de su perro Clyde, un lebrel irlandés que lo acompañó durante muchos años. Y para perpetuar ese amor, el antropólogo donó los huesos de ambos al museo nacional de ciencias naturales Smithsonian, en Washington D.C.
Pero esa donación traía aparejada una condición que debía respetarse a rajatabla. Como reproduce la periodista Haleema Shah en uno de sus podcasts más recientes, los restos del antropólogo y su mascota debían ser exhibidos en el museo para recrear una de las fotografías preferidas de Krantz.
"Sabía que se estaba muriendo a raíz del cáncer de páncreas y quiso que sus restos fuesen acomodados y exhibidos. Dijo 'he sido docente durante toda mi vida, de manera que podré seguirlo siendo cuando muera", confesó David Hunt, el antropólogo que llevó adelante el pedido especial de su colega.
Además de ser la prueba fehaciente de que el museo cumplió con la última voluntad de Krantz, los restos óseos del antropólogo y su perro muestran el amor que sentían el uno por el otro y reflejan también el compromiso del científico por su labor y aporte a la comunidad.
Hoy en la nave en la que descansan los restos de Krantz y Clyde también hay restos de otros perros. Todo, parte de una iniciativa del museo por atraer a las nuevas generaciones a ese tipo de atracciones culturales.
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