Por qué Suecia se está convirtiendo en un modelo de competitividad a seguir en Europa
El país nórdico ha generado más unicornios tecnológicos per cápita que cualquier otro país de Europa, impulsando la innovación sin perder su sistema de bienestar
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LONDRES.- En casi todos los aspectos, la economía de Suecia ha sufrido las mismas tribulaciones que las del resto de Europa: recientes brotes inflacionarios, recesión, y ahora la perspectiva de un magro crecimiento, en un mundo partido por conflictos geopolíticos y económicos.
Sin embargo, esta diminuta economía nórdica tiene un plantel de emprendedores tecnológicos que es la envidia de sus vecinos. Spotify y Skype son marcas reconocidas en todo el mundo, y la empresa de tecnología financiera Klarna y la desarrolladora de videojuegos King Digital Entertainment —creadora del megaexitoso Candy Crush—, son otros ejemplos de las usinas tecnológicas nacidas en suelo sueco.
“Especialmente en el sector de la tecnología de avanzada, Suecia tiene algo que el resto de los países europeos no tiene en la misma medida”, dice Jacob Kirkegaard, miembro del German Marshall Fund, un centro de estudios independiente con sede en Washington.
Ese largo historial emprendedor está concitando un renovado interés en estos tiempos de inquietud sobre la capacidad de Europa de competir con los avances de Estados Unidos y China en materia de tecnología de avanzada.
Estados Unidos dio vida a toda una generación de gigantes tecnológicos como Google, Meta y Amazon, mientras que el sector tecnológico chino floreció con empresas como Alibaba, Huewei y ByteDance, empresa madre de la red social TikTok.
Por supuesto que Europa tiene sus propios gigantes tecnológicos estrella, como la neerlandesa ASML, líder global del sector de semiconductores, pero en su conjunto, en materia de tecnología el continente es considerado más un testigo que un innovador, más famoso por sus draconianas regulaciones para las empresas tecnológicas extranjeras que por el desarrollo de compañías propias.
El impacto económico de ese rezago es enorme, pero también son muy importantes sus consecuencias sociales. Los legisladores europeos temen los efectos que pueda tener a largo plazo esa dependencia de las corporaciones extranjeras para todo lo que sea comunicaciones, redes sociales, compras online y entretenimiento, en vez de contar con empresas propias que compartan lo que suele llamarse “valores europeos”.
Esos valores incluyen darle mayor valor a la protección de la privacidad, la prevención de la difusión de discursos de odio, el mantenimiento de fuertes protecciones laborales y un mejor equilibrio entre el trabajo y la vida personal.
Los críticos de las políticas tecnológicas europeas se quejan de un menor acceso al capital de riesgo y de una aversión cultural a la toma de riesgos. Los trabajadores tecnológicos de Europa a menudo se han mudado a Estados Unidos en lugar de crear empresas en su país.
Pero la experiencia de Suecia ha sido diferente. Salvo la pequeña Estonia, Suecia ha generado más unicornios tecnológicos per cápita que cualquier otro país de Europa, según un informe sobre el sector tecnológico europeo de firma de inversiones Atomico. Según ese mismo informe, Suecia ocupa el cuarto lugar en cantidad de unicornios, después de Gran Bretaña, Alemania y Francia, países con poblaciones que son de seis a nueve veces más grandes que la de Suecia.
Ejemplo a seguir
Mario Draghi, un expresidente del Banco Central Europeo que actualmente está analizando la “crisis de competitividad” de la Unión Europea, hace poco puso a Suecia como un ejemplo a seguir, señalando que el sector tecnológico sueco es dos veces más productivo que el promedio de la Unión Europea y que además ofrece sólidos beneficios sociales.
La docena de empresarios, inversores y economistas entrevistados coinciden en que uno de los principales ingredientes del éxito de Suecia fueron las iniciativas que el país tomó en la década de 1990, dando acceso a computadoras personales y señal de banda ancha a un amplio sector de la población sueca. Por entonces, la mayoría de la gente de otros países apenas lograba acostumbrarse al estridente sonido de los módems de conexión telefónica.
Fredrick Cassel, socio de Creandum, una empresa de capital de riesgo que invirtió en Spotify y Klarna, recuerda que esa posibilidad de acceder a Internet desde su casa fue la que lo llevó a convertirse en un inversor tecnológico.
Cassel hoy tiene 50 años y dice que gracias a aquel impulso para que hubiera computadoras y conectividad en cada hogar Suecia tuvo una gran ventaja para que apareciera una “generación de ingenieros informáticos”. “Sin esas dos piezas de infraestructura en funcionamiento, habría sido inimaginable que ocurriera”, dice el inversionista.
El empresario tecnológico sueco Hjalmar Nilsonne tuvo una experiencia similar. Recuerda haber adquirido su propia computadora Pentium II HP en 1998, cuando tenía apenas diez años. “Me introdujo en Internet y en el lenguaje de la programación, y eso cambió mi vida por completo”.
Nilsonne, que fundó y luego vendió la empresa de software Watty, recientemente cofundó una startup llamada Neko Health junto a Daniel Ek, fundador y CEO de Spotify.
“Y su historia es exactamente igual a la mía”, dice Nilsonne sobre su socio en Neko. “Los dos empezamos jugando con la computadora. Aprendimos a crear sitios web, y cuando éramos adolescentes empezamos a venderles sitios web a nuestros amigos y familiares. Y todo eso fue posible porque tuvimos acceso a Internet desde muy chicos”.
Investigación y desarrollo
Los analistas también resaltan la tradición sueca de inversión pública y privada en investigación y desarrollo, sector que actualmente representa el 3,4% de la producción total del país, uno de los porcentajes más altos de Europa. Suecia también contaba con un gran fondo de activos de fundaciones familiares, como Wallenberg e Ikea, así como con un sistema estatal de fondos de jubilación que funcionó como una fuente local de capitales iniciales de riesgo.
Además, las empresas suecas siempre se vieron presionadas a buscar clientes fuera del país, que tiene una población de apenas diez millones de habitantes, apunta Asa Zetterberg, el director gerente de TechSverige, una organización empresarial del sector tecnológico.
Eso obligó a las empresas emergentes y a la industria “a ser competitivas en la economía global”, señala Zetterberg. La mitad del PBI de Suecia proviene de sus exportaciones, y en 2022 el sector tecnológico representó el 11% de las exportaciones totales del país.
Niklas Zennstrom, fundador de Skype y actual director ejecutivo de Atomico, dice que en Suecia las empresas emergentes logran obtener financiación inicial, pero que tienen muchas más dificultades para obtener financiación para expandirse en Europa, en comparación con sus contrapartes en los Estados Unidos.
La presión para conseguir financiamiento se da en el contexto de un mundo donde los gobiernos están intentando dirigir e intervenir con más firmeza en el desarrollo económico de sus países. Estados Unidos ha aumentado en cientos de miles de millones de dólares la inversión pública para el desarrollo de semiconductores, energía alternativa y vehículos eléctricos y así competir más agresivamente con China.
Los emprendedores e inversores suecos señalan repetidamente el papel crucial que tiene la amplia red de seguridad social del país para alentar a los empresarios a experimentar y asumir riesgos, a pesar de los altos impuestos que paga la población para solventar esos programas sociales.
Un “sistema de bienestar social” efectivo es el mejor mecanismo que tiene el gobierno sueco para fomentar la innovación y el espíritu emprendedor, apunta Cassel.
Educación gratuita, atención médica gratuita, guarderías gratuitas. “Uno puede permitirse correr riesgos cuando sabe que si fracasa no va a terminar durmiendo en la calle”, dice Cassel.
Patricia Cohen
Traducción de Jaime Arrambide
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