Las imágenes de koalas y canguros muriendo en los megaincendios de Australia alertan sobre las consecuencias para el planeta derivadas de la pérdida de especies y ecosistemas
Se mueven lento. Son conocidos por ello. Por ser animales perezosos. Por estar abrazados todo el día a un árbol sin hacer, prácticamente, nada más que comer hojas. Pero en este escenario, y ante la ignorancia de cómo funcionan las cosas en la naturaleza, uno hubiese esperado una reacción que escape a la habitual. Un movimiento brusco, un salto, cualquier cosa que pudiera evitar la situación en la que se metía. Sin embargo, a pesar de que las llamas ya tocaban su pequeño cuerpo, el koala trepaba lentamente hacia la cima de un árbol. Hacía todo lo que su sabio instinto le indicaba que debía hacer ante la presencia de un depredador. Pero éste... no era cualquier depredador. Esta amenaza era mayor, incesante, envolvente y nunca antes vista.
Afortunadamente, una mujer llamada Toni Doherty vio lo que le deparaba a aquel koala y, sin pensarlo, se lanzó entre el fuego que ardía por todos los frentes, sin protección alguna, para ir a su rescate. Se sacó su camisa y con un rápido sacudón, lo bajó del árbol y lo envolvió con su prenda para alejarlo del foco de peligro. Luego, comenzó a rociarlo con agua para aliviar su ya castigado y chamuscado pelaje. Lo había salvado. El mundo se conmovió con estás imágenes que no tardaron en viralizarse y los alaridos del koala, ante el dolor de sus quemaduras, dejaron a todos perplejos.
El pequeño marsupial, apodado Lewis por su propia salvadora, en honor a su nieto, fue derivado a un hospital especializado en koalas a unos 450 kilómetros de la ciudad de Sídney. Si bien recibió tratamiento inmediato, sus quemaduras empeoraron y finalmente se decidió dormirlo. Un destino sin dudas más benevolente que el de miles de otros de su especie que perecieron directamente en los incendios. La intervención humana había logrado salvarlo, pero, en definitiva, la intervención humana fue la que lo puso en peligro en primer lugar.
Luego de los devastadores incendios desatados en Australia, producto de una época de sequía extrema y el impopular –pero real– cambio climático, miles de koalas murieron a merced de las llamas que desde diciembre no dan tregua. La situación es trágica para la especie, que ya estaba críticamente amenazada. Los cálculos indican que aproximadamente 8000 han muerto en el norte de Nueva Gales del Sur y cerca del 30% de su hábitat en el norte del estado fue afectado. Los ecologistas aseguran que estos meses de incendios, sin dudas, llevarán a varias especies a la extinción. El koala no es excepción.
Y es que los incendios forestales son solo un capítulo más que se suma a la gran crisis de extinción (la sexta) que está atravesando el planeta. En particular, en Australia, una crisis de biodiversidad viene afectando al país hace décadas, registrando el mayor índice de extinción de mamíferos. Hechos como estos solo aceleran el proceso para otras especies. Y la acción del hombre es el gran detonante que ha alterado el equilibrio que, por definición, reina (o más bien reinaba) en los ecosistemas.
Porque todo en la naturaleza se caracteriza por un balance predefinido. No es casual el dicho la naturaleza es sabia. Los ecosistemas en equilibrio se consideran como tal porque pueden sostener una estabilidad dinámica en medio de un complejo conjunto de relaciones de todos los seres vivos que lo integran, ya sean animales o vegetales.
Sin embargo, lo dejamos pasar. Porque, ¿qué significa para nosotros cifras como 27.000 especies animales y vegetales cada año que marchan hacia su extinción inevitable? Quizá sirva traducirlo a otro tipo de números. Algo así como 74 especies por día y tres cada hora. Pero ¿funciona?
"Estas cifras no conforman un lenguaje adecuado para despertar nuestra conciencia. Su constante difusión en los medios no ha servido hasta el momento para generar un cambio de conducta de los seres humanos en su relación con la naturaleza, probablemente porque las magnitudes son tan avasallantes que generan un rechazo automático, una indiferencia casi autista", dice convencido Luis Castelli, director ejecutivo de Fundación Naturaleza para el Futuro.
La década clave
Naciones Unidas declaró el período del 2020 al 2030 como la década de la restauración de ambientes. Y es que el daño es tan grande que no alcanza con solo cuidar lo que queda. Porque lo que queda ya está degradado. Lamentablemente, los datos son desalentadores por todos lados. Según la Agencia de Naciones Unidas, casi un tercio del planeta tendrá que ser protegido para el año 2030 y la contaminación reducida a la mitad para salvar la biodiversidad que queda.
Una de las frases de Greta Thunberg que más resonó cuando habló frente al Parlamento europeo en abril del año último fue: "El ritmo de extinción es 10.000 veces más rápido de lo normal". Pero el enunciado no son solo palabras alarmantes de la joven activista sueca. Según un reporte elaborado por 130 países miembros de la Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (Ipbes), la naturaleza está en un declive más elevado que el promedio de los últimos 10 millones de años.
[R]5 claves para entender los incendios en Australia [R]??[R] pic.twitter.com/sUNIHUocRl&— LNnaturaleza (@LNnaturaleza) January 6, 2020
La Tierra ya ha conocido cinco grandes extinciones a causa de catástrofes naturales. La que todos conocen, quizás, es la última, en la cual se extinguieron los dinosaurios hace 65 millones de años. Pero la que ya ha comenzado, la que está en marcha, la que deja muestras explícitas para los ojos de todo el mundo –como los incendios que están ocurriendo en Australia–, y la que nos tiene a los seres humanos dentro de las especies en peligro, no será con asteroides de tamaños descomunales precipitándose por los cielos. Será de la mano de la sobreexplotación de recursos naturales; del uso indiscriminado y la contaminación de los océanos. De la mano de los megaincendios cada vez más frecuentes, como en el Amazonas o en Australia. Y será de la mano del cambio climático.
Ipbes advierte en su informe de Evaluación Global que la interrupción de esa armonía intrínseca de la naturaleza generará graves impactos en las personas de todo el mundo (si es que ya no lo está haciendo). El reporte es el más completo que se haya elaborado hasta ahora y se basa en la histórica Evaluación de los Ecosistemas del Milenio de 2005, con formas innovadoras de determinar las evidencias. Para ello, se revisaron de manera sistemática alrededor de 15.000 fuentes científicas y gubernamentales.
"Las contribuciones de la biodiversidad y la naturaleza a las personas son nuestro patrimonio común y el sistema de seguridad más importante para la vida de la humanidad. Pero hemos llevado a este sistema a su límite", dijo la profesora Sandra Díaz (Argentina), que copresidió la evaluación con el profesor Josef Settele (Alemania) y el profesor Eduardo S. Brondízio (Brasil y Estados Unidos). "La diversidad dentro de las especies, entre las especies y de los ecosistemas, así como muchas contribuciones fundamentales que derivan de la naturaleza, están disminuyendo rápidamente, aunque todavía tenemos los medios para asegurar un futuro sostenible para las personas y el planeta", añadió.
Existen alrededor de dos millones de especies descritas con nombre científico, pero las estimaciones indican que puede llegar a haber hasta 100 millones. Esto significa que cada vez que se pierden bosques y selvas, se pierden especies que aún no habían sido conocidas. Y se pierden potenciales beneficios que podrían incidir en, por ejemplo, avances de la medicina.
"1,25 mil millones de animales, entre aves, mamíferos, reptiles, han muerto o han sido afectados por los incendios en Australia. Esto sin contar los insectos, crustáceos de los suelos, etcétera, que multiplicarían esta cifra", señala Manuel Jaramillo, director general de Fundación Vida Silvestre.
Nuevamente, nos encontramos con una cifra difícil de procesar para la mente humana. Pero es real. Tan real como que las llamas no solo matan, sino que provocan la pérdida de hábitat de otros millones de animales y especies. "Sin contar la enorme emisión de gases de efecto invernadero. Esos gases estaban almacenados en los árboles y ahora, al quemarse, se liberan a la atmósfera, alimentando un tremendo proceso de calentamiento global que, está claramente demostrado, se está cumpliendo según los pronósticos de investigadores de hace 30 años más o menos, y que está desatando estos incendios descomunales", agrega Jaramillo.
Una cosa lleva a la otra. Una cosa provoca la otra. Ley de causa y efecto. Aunque en este contexto, se habla también de un círculo vicioso. La pérdida de biodiversidad alimenta la crisis climática y la crisis climática provoca una crisis de biodiversidad. Y como denominador común, el principal depredador de este escenario es el actual sistema de producción que atenta contra todas las formas de vida..., incluso la nuestra. Los desastres naturales de los cuales la civilización está siendo testigo en los últimos años no son más que la evidencia de la ruptura del equilibrio ecosistémico. De cómo el ingreso de un agente externo (la intervención humana) puede alterar un aparato que funcionaba a la perfección. ¿Y las víctimas? Las especies, los animales, los insectos, las plantas, nosotros.
Australia no es más que un pedacito de lo que ocurre a nivel planetario, en donde estamos básicamente arrasando con nuestro sustento de vida. En aquel país, habrá que esperar a que el fuego se apague para determinar las verdaderas consecuencias. "Llevará meses, quizás años, saber el estado real en que han quedado las especies más amenazadas que necesitarán ser protegidas o recuperadas para salvarlas de la extinción", relata el director de Vida Silvestre.
Es evidente que la crisis de extinción queda en segundo plano ante la urgencia del cambio climático de la cual se hicieron eco los jóvenes del mundo al mando de Greta. Esto se debe a que las consecuencias de tal crisis no son tan evidentes de manera inmediata. Pero difícil escapar a las leyes de la naturaleza. Y lo cierto del hecho es que ambas cuestiones están íntimamente interconectadas. "La causa principal de la crisis de extinción de especies es la degradación y pérdida de hábitats, que afecta a 9 de cada 10 especies amenazadas", indica Castelli. "Cada año se pierden unas 15 millones de hectáreas de bosque en el planeta, y la mayor parte de esa pérdida ocurre en los bosques tropicales, donde se identifican los más altos niveles de biodiversidad. No obstante, el consenso reinante es que no hay nada en esa clase de incidentes que sugiera que nuestro modo de vida está amenazado. No nos damos cuenta de que lo que le pasa al planeta nos pasa a nosotros. Y somos testigos de esta autodestrucción sin percibirlo, como si los seres humanos pertenecieran a un orden distinto que el resto del mundo real", agrega.
Tal y como ocurrió con el koala, una especie que ya estaba críticamente amenazada y esto se debió a la pérdida de su hábitat. Históricamente, los koalas hicieron su dieta dependiente del árbol de eucaliptus. La cantidad de ejemplares de la especie del marsupial era abundante hasta la llegada de los primeros europeos a Australia. A medida que comenzó la deforestación de la mano de los primeros colonos en aquella tierra salvaje y exótica para convertirla en tierras aptas para el cultivo, empezó la pérdida de hábitat de este y muchos otros animales. Sumado a que, además, los colonos posicionaron la piel del koala como un bien codiciado y comenzaron a comercializarla. Y así, para la década de 1930, millones de estos animales fueron exterminados, llevando a la especie al borde del peligro de extinción. Afortunadamente, la indignación popular empujó a los gobiernos a declararlos como especie protegida hacia fines de esa década. Sin embargo, ninguna ley protegía a los árboles que eran principal fuente de alimento y hábitat. Y hasta el día de hoy, esto no ocurre.
Importarnos, ¿a nosotros?
Aunque muchas especies, ya sean animales o vegetales, generan cierta afinidad por una cuestión de personalidad, de posicionamiento, o de conocimiento popular, en definitiva, ¿por qué debería importarnos si una especie se extingue?
Los especialistas responden desde puntos de vista diferentes. Por un lado, el ético. "Somos la especie animal dominante del planeta. Somos la que hemos colonizado todos los espacios desplazando a otros animales", dice Jaramillo para pasar a una argumentación más utilitaria. "Por otro lugar, muchas especies controlan procesos ecológicos que son centrales para las dinámicas naturales. Sin algunas de estas especies, no hay reproducción de los bosques, porque no hay dispersión de las semillas, porque no hay polinización, no hay control de especies que se transforman en invasoras. Y si no hay bosques, no hay fábricas de oxígeno, no hay almacenes de carbono".
Por su parte, Sebastián Di Martino, director de Conservación de Rewilding Argentina, para The Conservation Land Trust, lo aborda desde la funcionalidad de los ecosistemas. "Hay que regenerarlos para que estén completos y funcionales. Completos porque esos ecosistemas tienen que volver a tener todas las especies que son características o, por lo menos, las especies clave. Por eso en Iberá, por ejemplo, estamos reintroduciendo los carnívoros tope como el yaguareté, la nutria gigante; los grandes frugívoros, como el tapir y los guacamayos, y los grandes herbívoros, como el venado de las pampas. Porque son especies que tienen roles ecológicos clave y por lo tanto, hacen que el ecosistema funcione mejor. Tienen que ser funcionales, es decir, que las especies estén en un número suficiente para que cumplan con esos roles ecológicos. No alcanza con tener dos o tres. Aunque el ecosistema esté completo, o sea, que la especie esté presente, ese es solo el primer paso. Pero además tiene que estar en número suficiente".
Castelli lo explica desde el punto de vista ecosistémico. "Desconocemos que cada especie es una ventana abierta a la totalidad, a la naturaleza. Y que todas ellas viven entrelazadas entre sí conformando los ecosistemas sobre los que depende nuestra vida de una manera que ignoramos. Porque cada una de ellas es una obra maestra de la evolución de miles, millones de años", dice, y continúa: "Están perdiéndose los recursos que estas especies podrían brindar. Basta mencionar que varias plantas, hongos y bacterias, en apariencia no valiosas, constituyen la fuente de productos medicinales esenciales. Por dar solo unos muy pocos ejemplos de la potencialidad de la biodiversidad como fuente de medicinas: la penicilina es un antibiótico que encuentra su origen en un hongo; la morfina es una droga extraída de la amapola blanca que ayuda a aliviar el dolor; la aspirina se obtiene de la corteza del sauce y se utiliza como analgésico; la quinina se extrae de la corteza de la quina con el fin de combatir el paludismo; la ciclosporina resulta de un hongo y se utiliza en los trasplantes para evitar el rechazo en los injertos; la vinca de Madagascar se emplea para el tratamiento de la leucemia".
Y lo mismo sucede con el koala. Y por qué, más allá de una cuestión de simpatía o conexión simbólica que tenga con la gente, es importante su conservación. Tiene que ver con estudios recientes elaborados por el Instituto de Investigación del Museo Australiano y la Universidad de Sydney. Un equipo de científicos australianos ha secuenciado el genoma del koala y su conocimiento se trata de un descubrimiento biológico único. La investigación reveló una expansión de las familias de genes relacionadas con las enzimas desintoxicantes, que es lo que permite a los koalas alimentarse de las hojas de eucalipto ricas en compuestos fenólicos, es decir, tóxicas, y que normalmente matarían a la mayoría de los mamíferos que las comieran. Estos genes se expresaban en muchos tejidos de koala, particularmente en el hígado, lo que indica que tienen una función muy importante en la desintoxicación.
También, los koalas -paradójicamente- cumplían un importante rol en la prevención de incendios. "Cuando la población de la especie era muy grande, el impacto que tenían comiendo hojas de eucaliptus era bastante grande. Justamente, uno de los roles que dicen tenían los koalas, era reducir el volumen de material combustible y que, por consiguiente, haya menos fuego", indica Di Martino.
"También, al comer tantas hojas limpian la cobertura vegetal del bosque. El sol llega más al suelo y eso permite el crecimiento de otras plantas. Y a través de la materia fecal, transforman ese material vegetal en nutrientes que van al suelo", agrega el especialista.
Pero los pronósticos no son favorables. Se espera que en unos 20 años, las poblaciones de koalas disminuyan hasta en un 50%. Con los incendios, muchos animales que sobrevivan, posiblemente mueran a posteriori debido a la falta de alimento y refugio como resultado de la pérdida de sus hábitats.
Pero, ¿realmente nos afectaría que el koala cese de existir? Quizás no lo haga ni inmediatamente ni directamente. Por supuesto, siempre emerge el factor empatía. En este caso puntual, por tratarse de un animal que se ve indefenso, carismático y tranquilo. Pero la respuesta está en que la crisis de la biodiversidad, la crisis de extinción, rompe con todas las conexiones biológicas, culturales y económicas que unen entre sí a todos los seres vivos. Más allá de ser un discurso que a muchos les suena cliché o naif, lo cierto es que cuando persistían millones de ejemplares de koalas, podían cumplir de manera eficiente su papel en el ecosistema.
Cada especie, cada organismo, desde un mamífero, hasta una planta o un insecto, cumple un rol predefinido en el gran conjunto armónico de la biodiversidad que integra la naturaleza. Y es más que evidente que el ser humano necesita a la naturaleza para su supervivencia. Y no así al revés. No somos testigos de esta gran crisis de extinción. Somos protagonistas. Y, por sobre todo, somos actores. Porque, en definitiva, somos parte de este gran todo que es el planeta y su biodiversidad. Como reflejaban -con certeza y elocuencia- las palabras de Jorge Luis Borges y Margarita Guerrero en el Manual de Zoología Fantástica: "(...) el niño mira sin horror a los tigres porque no ignora que él es los tigres y los tigres son él o, mejor dicho, que los tigres y él son de una misma esencia".
Fotos: NYT, Reuters y Shutterstock
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