Así lo lo informó un comunicado del alcalde el pasado 21 de noviembre al prorrogar el estado de emergencia
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“Vine a Nueva York soñando un mejor futuro”. Así lo asegura sonriendo Beruska*, de 22 años, sentada al lado de una bolsa llena de donaciones de comida y productos de higiene en una sala del Museo Metropolitano de Arte (MET) de Nueva York.
Se trata de uno de los museos más famosos del planeta y donde se realiza anualmente el evento benéfico Met Gala, que reúne a celebridades mundiales con vestidos extravagantes.
Beruska, en cambio, es venezolana y está embarazada de 9 meses. Hace dos salió desde Ecuador caminando hacia Estados Unidos.
En el trayecto pasó siete días en la selva, le robaron en México, cruzó el río Bravo y llegó a EE.UU. a principios de noviembre, sin nada.
“Uno pareciera que se va a morir allí. De tanto llorar empecé a tener dolores en el vientre”, le cuenta a BBC Mundo en la cálida sala del museo mientras afuera la temperatura roza los 0 grados Celsius.
Ahora duerme en uno de los hoteles -algunos de hasta cuatro estrellas- designados por la alcaldía de Nueva York para acoger a los más de 22.000 migrantes que llegaron a la ciudad desde abril pasado: muchos son venezolanos que escapan de la crisis económica en su país; otros, huyen de la inseguridad en Centroamérica.
En octubre, el alcalde de Nueva York, Eric Adams, declaró el estado de emergencia cuando los refugios empezaron a llenarse por la gran cantidad de migrantes que, en su mayoría tras cruzar la frontera en Texas o Arizona, llegan en autobuses a Nueva York.
Esos buses son costeados por organizaciones benéficas y, ahora, sobre todo, por gobiernos estatales republicanos que quieren dar un golpe político trasladando el reto migratorio a territorios demócratas como Nueva York.
Incluso la ciudad instaló por casi un mes una gran carpa gigante en la isla Randalls para poder ampliar la oferta de alojamiento.
“Crisis humanitaria”
La ciudad de Nueva York enfrenta “una crisis humanitaria sin precedentes”, expresó un comunicado la oficina del alcalde del pasado 21 de noviembre al prorrogar el estado de emergencia.
“Si los solicitantes de asilo continúan ingresando al ritmo actual, la población total dentro del sistema de albergues superará las 100.000 personas el próximo año”, alertó.
Se trata de una cifra jamás registrada en los refugios de la ciudad, aseguran las autoridades locales.
Históricamente, la ciudad de Nueva York siempre fue un faro para los migrantes. Y así lo muestra su símbolo emblema: la Estatua de la Libertad.
La estatua dio la bienvenida en el siglo XIX a miles de migrantes de varios continentes que buscaron en la ciudad estadounidense su nuevo hogar.
Pero esta nueva ola de migrantes que cruzan la frontera sur de Estados Unidos está poniendo a prueba su reputación de la “ciudad santuario”: las autoridades locales se rehúsan a hacer cumplir las duras políticas de migración del gobierno federal.
Y es que por ley, Nueva York debe darle refugio a cualquiera que lo solicite. “No le estamos diciendo a nadie que Nueva York puede alojar a todos los migrantes de la ciudad. No estamos animando a la gente a enviar ocho, nueve autobuses al día. Estamos diciendo que como santuario y ciudad con derecho a la vivienda, vamos a cumplir con nuestra obligación”, dijo el alcalde Adams en septiembre.
Más de dos millones de migrantes fueron detenidos en la frontera entre Estados Unidos y México en el último año, una cifra récord que preocupa políticamente al gobierno de Joe Biden.
La mayoría de quienes intentan cruzar la frontera caminando son venezolanos, nicaragüenses y cubanos, según datos de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés).
Más de 150.000 venezolanos lograron ingresar a territorio estadounidense a través de la frontera con México durante el último año fiscal, un aumento de 293% con respecto al año anterior.
Es por eso que a mediados de octubre, el gobierno de Joe Biden decretó que “las personas venezolanas que ingresen a Estados Unidos sin autorización por zonas ubicadas entre los puertos de ingreso serán devueltas a México”.
La CBP dice que desde que se aplicó esta medida hubo una caída significativa del 35% de septiembre (33.804) a octubre (22.044) de los venezolanos que intentan cruzar.
El gobierno también creó un sistema para que lleguen legalmente 24.000 venezolanos, emulando el creado para recibir a ucranianos que huyen de la invasión rusa.
Por lo general, las autoridades procesan a los migrantes en la frontera, los liberan y se les permite moverse por EE.UU. mientras esperan los procesos judiciales de asilo, que en algunos casos pueden tardar años.
Beruska es una de las migrantes que logró cruzar por Texas y llegó a Nueva York.
“En el hotel estoy bien. Tengo comida y un lugar donde dormir”, detalla agradecida, mientras se lleva un pastel para el Día de Acción de Gracias donado a los más de 250 migrantes que asistieron al evento “Día de la Comunidad” en el MET.
Pero sabe que la ayuda que recibe hoy no será eterna. Dice que tuvo una cita médica en un hospital por su embarazo cuando llegó a Nueva York. Allí le informaron que se acerque de nuevo cuando sienta dolores. Sin embargo, no sabe cuáles son los siguientes pasos sobre su cobertura médica, uno de los grandes desafíos para los recién llegados al país.
Pese a su optimismo y al hecho de que su marido acaba de encontrar un trabajo en una cadena de comida rápida, a Beruska la desconcierta si ese ingreso será suficiente cuidar y sustentar a su niña en una ciudad con muchos obstáculos para que los migrantes sin papeles puedan conseguir un trabajo, un seguro médico y un techo.
Con lo puesto
“Una consulta: ¿trajeron ropa de hombre?”, pregunta un joven durante una noche fría en Manhattan a mediados de noviembre.
El pedido va dirigido a Yajaira “Yaya” Saavedra, quien llegó poco antes con dos autos cargados de cajas y bolsas a la esquina del hotel The Row, uno de los alojamientos que ocupan los migrantes en la zona de Hell’s Kitchen, en Nueva York.
La mujer, de 34 años, es dueña de “La Morada”, un restaurante familiar de comida mexicana en El Bronx.
Pero dice que la mitad de sus operaciones están ahora dedicadas a distribuir donaciones.
“Desde abril que ayudamos a la gente que llega a Nueva York. Los martes y jueves salimos a distribuir. Recibimos donaciones, pero la mayoría las compramos”, describe a BBC Mundo.
Ella, junto a un grupo de colaboradores, distribuye comida y sobre todo ropa en los hoteles y albergues donde están alojados los migrantes, porque la mayoría de ellos llega con lo puesto.
“Esta es una de las ciudades más ricas del mundo. Si yo con los pocos pesos que tengo ayudo, creo que el gobierno puede hacer más. La ciudad debe proveer vivienda a las personas. Esto es inhumano”, califica pese a la ayuda que presta la ciudad.
“Este país no puede existir sin los migrantes”, asegura “Yaya”, que llegó a Estados Unidos cruzando la frontera caminando hace tres décadas.
En esa misma esquina, de la avenida 8 y calle 44, aparece Sara de 17 años con un bebé de poco más de 1 año.
Ella salió de Venezuela caminando con su pareja.
“Vine porque quiero darle un futuro mejor a mi hija. También busco un futuro para mí, quiero estudiar”, cuenta mientras recibe algunas prendas de ropa para su pequeña.
“Gracias a Dios estoy en Nueva York. Aquí podré lograr mi meta”, dice esperanzada.
Explica que estuvo unos días en Texas, pero sabía que en la Gran Manzana recibiría más ayuda. Del mismo modo opina Osiris Pulgar, de 21 años, que busca algo de comida caliente.
“Vine a Nueva York porque sé que aquí priorizan más la ayuda que en otros estados”, afirma tras pasar con su hija de 4 años y su compañero un tiempo en Texas, donde no se sintieron bienvenidos.
“Busco trabajo de cualquier cosa, de limpieza, lo que sea. No consigo. Necesito los papeles y aprender inglés. Pero no me rindo. Quiero darle a mi hija lo que yo no pude tener”, asegura.
Los papeles a los que Osiris se refiere es el pedido de asilo en EE.UU. Tras su aprobación, le garantizaría un permiso de trabajo.
“Tengo esperanza y fe de que las cosas van a mejorar aquí”, afirma. No dudaría en mudarse a otro estado si consigue empleo.
“El sueño americano no existe”
Al menos una docena de migrantes en Nueva York con los que habló BBC Mundo repiten con optimismo que buscan un futuro mejor al que pueden ofrecer sus países. Y pretenden alcanzar sus metas trabajando. También reiteran que encontrar empleo no es fácil.
“Trabajando vamos a salir adelante”, dice confiada Lorena, una colombiana de 43 años que llegó a Nueva York con su hija Loraine, de 12 años y que es venezolana.
Su hija menor se quedó en Venezuela con su abuela porque no tenía dinero para llevar a toda la familia. Reza para poder traerla pronto.
“Vamos a ver cómo hacemos con los papeles. Tenemos cita [en migraciones] para el 2024″, dice.
Karen Barrolleta de 41 años, cuenta que llegaron de Venezuela hace unos tres meses y vive con su esposo y su hija, Eliexy Ramos, de 14 años, en uno de los hoteles asignados para los migrantes cerca de Times Square, en Manhattan.
“Mucha gente viene aquí buscando el sueño americano, pero el sueño americano no existe. Eso de que a uno lo van a recibir con casa o con carro no es así. Si usted no trabaja, nadie se lo va a poner en las manos. Todo lo que en la vida vale la pena cuesta y se consigue trabajando”, enfatiza.
Resistir en la ciudad más cara de EE.UU.
Nueva York es la ciudad más cara de Estados Unidos. Aquí viven 8,5 millones de personas; solo en Manhattan hay alrededor de 1,7 millones.
El índice del costo de vida es un 237,8% más alto que el promedio nacional, según el Council for Community and Economic Research (Consejo de Investigación Económica y Comunitaria).
Todo es caro en la ciudad, desde los víveres hasta el transporte público y la vivienda. El ingreso per cápita promedio es de casi US$77.000.
La tasa de desempleo ajustada estacionalmente de la ciudad fue del 5,9% en octubre de 2022, un 0,3% más que en septiembre y una disminución del 2% con respecto a octubre del año pasado. La tasa de desempleo nacional roza el 3,7%.
Conseguir empleo para los migrantes no es tarea fácil. Y es mucho más complicado sin tener papeles ni entrenamiento.
Por ejemplo, en el sector de la construcción en Nueva York, los trabajadores necesitan dos cursos que cuestan entre US$100 y US$400.
“Nosotros ofrecemos cursos gratuitos. No son un permiso de trabajo, pero es una preparación para que ellos puedan ingresar a esa red de construcción”, explica a BBC Mundo Yesenia Mata, directora ejecutiva de “La Colmena”, una organización que asiste y representa a la comunidad y a los trabajadores migrantes en Staten Island, Nueva York.
“La misión es asegurarnos que los trabajadores y las trabajadoras migrantes por medio de la educación puedan valerse por sí mismos en el trabajo”, detalla.
Desde abril pasado, Mata cuenta que el flujo de migrantes se incrementó notablemente. Y que el acento venezolano predomina en las consultas que reciben todas las mañanas en la sede de la organización.
“Tenemos una lista de espera de 300 personas para los cursos”, añade.
“La necesidad del trabajador migrante que ha estado aquí por un tiempo es muy diferente a la necesidad de la persona que apenas acaba de llegar”, puntualiza Mata, quien describe que la organización introdujo cursos para los migrantes que llegaron en los últimos meses, para ayudarlos a insertarse en la sociedad de Nueva York.
“Muchos se ensañan con el migrante diciendo que no es fuerte. Pero una persona que ha pasado por tanto para llegar aquí es muy fuerte, resiliente. Los migrantes necesitan una oportunidad para poder superarse”, reclama.
Mientras tanto, en la sala del MET, Beruska no pierde su cálida sonrisa pese a todo lo que sufrió para llegar a Nueva York.
“Valió la pena”, repite en voz alta. “Salí de Ecuador porque había demasiada delincuencia y de Venezuela, por la crisis que ya se conoce. Espero en Nueva York empezar una nueva vida con mi esposo y mi princesa, que nacerá pronto”, cuenta.
“Estoy pensado en ponerle a mi hija Victoria. Llegar hasta aquí es una victoria”.
*Varios de los entrevistados prefirieron no revelar su apellido por temor a represalias.
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