Entre lo más relevante, y según datos de la Fundación Aquae, el país sufre la peor sequía desde 1950
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Chile vuelve a hacer frente a una ola de incendios devastadores. Todos los años, con la llegada del verano austral, el país se enfrenta al fuego en diferentes puntos de su geografía.
Pero este año está siendo especialmente desastroso en la zona centro-sur del país, con las regiones de Ñuble, Biobío y La Araucanía como las más afectadas.
De acuerdo con el último balance ofrecido por la Policía de Investigaciones, más de 20 personas murieron a causa de los incendios y el Servicio Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres (Senapred) cifra en 3.276 los damnificados y en 1.159 las viviendas destruidas.
Se estima que se quemaron más de 700.000 hectáreas de terreno, lo que obligó al Gobierno a declarar el estado de catástrofe en las zonas más afectadas. La magnitud del desastre quedó patente en las imágenes captadas por satélites espaciales.
Y las llamas no dan tregua por ahora. El presidente Gabriel Boric advirtió de que las condiciones climáticas van a ser desfavorables. “Van a ser días muy difíciles para Chile”, dijo.
Detrás de algunos de los incendios parece estar la mano del hombre. Rodrigo Díaz, gobernador del Biobío, una de las regiones más afectadas, afirmó que “hay gente criminalmente prendiendo fuego”.
Los grandes incendios no son algo nuevo para el país, que ya vivió un año crítico en 2017, pero, ¿qué hace a los de 2023 tan dañinos?
1. El cambio climático y la sequía
Chile vive desde hace tiempo una grave sequía que los científicos relacionan directamente con el cambio climático. Según datos de la Fundación Aquae, el país sufre la peor sequía desde 1950, lo que obligó al Gobierno a declarar la emergencia hídrica en numerosas zonas del país.
Álvaro Promis, profesor de Ciencias Forestales y Conservación de la Naturaleza de la Universidad de Chile, le dijo a BBC Mundo que “uno de los efectos del cambio climático han sido las fuertes sequías que ha venido sufriendo Chile en los últimos años, que han venido afectando a la vitalidad del suelo, especialmente en la zona central del país”.
Al estar los suelos más secos, la vegetación sufre lo que los expertos denominan “estrés hídrico”. En definitiva, el material vegetal está más seco y arde con mayor facilidad, algo que ya han notado quienes combaten el fuego en primera línea.
El teniente coronel Carlos Traverso, de la Unidad Militar de Emergencias, enviada por el gobierno español para colaborar con las tareas de extinción, le dijo a la periodista Paula Molina que “la sequía es más que notable. El combustible pesado, con los árboles, o el combustible ligero, como los matorrales, pastos y cultivos, están bastante secos ya en una fase avanzada del verano”.
2. Una orografía favorable a los vientos
Los expertos consultados coinciden en que la orografía del terreno más afectado favorece la propagación del fuego y dificulta hacerle frente.
La abundancia de cerros y valles contribuye a que los vientos adquieran mayor velocidad, lo que expande las llamas. Combinados con otros factores, los vientos fuertes hacen más peligrosos y difíciles de controlar los incendios.
“Cuando la humedad baja del 30%, la temperatura sube por encima de los 30 grados y los vientos alcanzan más de 30 Km/h, la probabilidad de que tengamos un incendio es increíblemente alta y todo esto se ha dado en el país”, explicó Traverso.
3. La influencia de especies vegetales invasoras
En la zona del centro y sur de Chile abundan las especies vegetales invasoras que han sido introducidas por la mano del hombre.
El roble autóctono fue cediendo espacio en las últimas décadas al pino insigne o radiata, o el eucalipto, especies importadas de Norteamérica y Australia que ahora copan las explotaciones forestales que proliferaron en esta zona del país, sobre todo a partir de facilidades legales introducidas durante el Gobierno militar del general Augusto Pinochet (1973-1990). Hoy, la producción de celulosa y madera de estas explotaciones tiene gran peso en la economía chilena.
Pinos y eucaliptos forman bloques continuos de arbolada en los que a las llamas les resulta fácil propagarse. “El pino insigne y el eucalipto se queman relativamente rápido, y además de eso tenemos otras especies invasoras arbustivas que generan una cantidad de combustible muy alta”, le dijo a BBC Mundo Aníbal Pauchard, director del Instituto de Ecología y Biodiversidad de la Universidad de Concepción.
4. Abandono del campo
Según Promis, otro de los factores que agravaron el problema es que “en los últimos tiempos han crecido pueblos y ciudades, y ha habido un abandono de actividades agrícolas y de los campos, que son ahora más propensos a ser el escenario del comienzo de un incendio”.
“Antes había zonas de trigo y maíz, pero la globalización ha hecho caer muchos de los usos típicos agrícolas y gran parte de los productos son ahora importados”, señala Promis.
Muchos campesinos abandonaron o vendieron sus terrenos, lo que alentó a la especulación inmobiliaria, y en los terrenos en los que no hay pastoreo ni agricultura es mucho más fácil que se acumule la maleza y se origine un incendio.
Para Pauchard, el abandono de la agricultura, sumado a la proliferación excesiva de grandes explotaciones forestales, muestran que “ha habido durante décadas un mal manejo en el uso del terreno”.
Qué puede pasar ahora
Las mismas palabras de Boric indican que la batalla contra el fuego está lejos de terminar. Y ya lleva semanas en curso. El militar español Traverso declaró que “se tardará en extinguir”.
“Tenemos un incendio bastante grande, con un eje de casi 100 km, de Santana a Nacimiento. Es de lo más grande que hemos podido ver en mucho tiempo”. Pero una vez se apaguen las llamas, quedarán retos pendientes.
“Ya tuvimos grandes incendios en 2017 y ahora están ardiendo zonas que ya lo hicieron entonces. Corremos el riesgo de que estos procesos se vuelvan frecuentes, con el alto coste social y medioambiental que acarrean”, concluye Pauchard.
*Por Guillermo D. Olmo
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