Por qué la variante ómicron del coronavirus preocupa y a la vez podría ser una buena noticia
Las mutaciones del patógeno generan incertidumbres sobre el futuro de la pandemia. La OMS advierte de que puede haber más muertes por su mayor contagiosidad, pero todavía se desconoce la gravedad de la enfermedad que causa
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MADRID.- La variante ómicron del coronavirus preocupa con razón: si se confirma que es más transmisible, como todos los datos preliminares parecen indicar, irá sustituyendo a la delta, la única que ha sido capaz de hacerse mayoritaria en prácticamente todo el mundo, causará más contagios y esto, en función de su agresividad, puede traer más hospitalizaciones y muertes. Pero otro aspecto que no se conoce es la gravedad de la enfermedad que puede causar: si fuera mucho más leve, como apuntan algunos médicos en Sudáfrica, la ómicron podría llegar a ser una buena noticia.
Uno de los futuros plausibles para el coronavirus es que en nuestra convivencia con él, a base de infectarnos, vacunarnos y protegernos con pastillas, se convertirá en un patógeno estacional al estilo de la gripe o del catarro. Las propias mutaciones del virus pueden acelerar el proceso hacia este escenario. Y la variante ómicron no es otra cosa que un gran número de mutaciones juntas. Esto deja un resquicio para la esperanza, que no debe llevar a engaños ni a la confianza: todos los expertos consultados en los últimos días por este periódico estarían más tranquilos sin la aparición de la ómicron.
Hoy por hoy quedan muchas incógnitas por resolver para saber la magnitud del impacto que tendrá en la salud pública. Los primeros datos anticipan que contagia más, pero no se sabe a ciencia cierta cuánto; se cree que produce síntomas más leves, pero no hay la suficiente cantidad y variedad de población (en edades y estados inmunitarios) como para conocer si es así; cada vez parece más claro que puede esquivar las vacunas y la inmunidad natural a la hora de infectar, pero es muy probable que continúe la protección frente a la enfermedad grave.
Estas variables componen la ecuación que determinará el futuro de la ómicron. Uno de los escenarios que baraja la Organización Mundial de la Salud (OMS) es que sea más contagiosa y que la gravedad sea igual o algo menor que las variantes conocidas hasta ahora (nada indica por ahora que pueda ser peor). Eso sería una mala noticia. En su informe epidemiológico de esta semana asegura que ha sido detectada en 57 países y que este linaje está empezando a aumentar su presencia en el sur de África. “Incluso si la gravedad es igual o incluso potencialmente menor que para la variante delta, se espera que las hospitalizaciones aumenten si más personas se infectan y que habrá un lapso de tiempo entre un aumento en la incidencia de casos y un aumento en la incidencia de muertes”, explica el informe.
¿Por qué aunque fuera un poco más leve causaría más muertes? Todo es cuestión de estadística: si es capaz de contagiar a muchas más personas, aunque las probabilidades de enfermar para cada individuo bajasen, el número bruto de decesos para el conjunto de la población sería superior. Para que fuera una buena noticia, su capacidad de causar enfermedad preocupante debería ser mucho menor que las anteriores. Por el momento se conocen pocos casos graves con ómicron, pero lo cierto es que hasta ahora ha afectado mayoritariamente a personas jóvenes, para las que el Covid suele manifestarse de forma leve.
Ómicron y vacunas
La respuesta inmunitaria a la nueva variante puede venir mediada por la adquirida de forma natural o por la provocada por las vacunas. El miércoles, Pfizer desveló datos de un ensayo que muestra que la respuesta de los anticuerpos es muy baja tras dos inyecciones, con lo que la capacidad de infección de la ómicron sería mayor. Pero con una tercera se recupera una capacidad similar a la que tenían las vacunas con las primeras variantes.
Los estudios que hay hasta ahora sobre la interacción de la nueva variante con las vacunas se basan en la producción de anticuerpos neutralizantes, que son un buen indicador para predecir la capacidad infecciosa de un virus, pero no para saber la respuesta del cuerpo para frenar la enfermedad más grave. “La reacción que producen tanto las vacunas como la infección natural es mucho más profunda que la generación de anticuerpos”, recordaba a EL PAÍS Federico Martinón, asesor de vacunas de la OMS. Se genera también una inmunidad celular que es capaz de evitar el Covid más grave aunque el virus penetre en el organismo. Esta es la razón por la que en las últimas dos olas epidémicas en España, pese a un alto número de infecciones, han bajado las hospitalizaciones y las muertes: la quinta ola fue siete veces menos letal que las precedentes.
Se sabe poco de cómo los coronavirus que conviven con el ser humano y causan sus catarros llegaron a ser lo que son hoy. Algunos expertos creen que en su día pudieron causar enfermedades más graves y expandirse por el mundo, y que a base de infectar y reinfectar, de mutar y de que el organismo se acostumbrase a ellos, se convirtieron en esos patógenos molestos pero inocuos que causan mocos, tos, dolor de garganta y unas décimas de fiebre, en el peor de los casos.
Como apunta Adrián Hugo Aginagalde, de la Sociedad Española de Epidemiología, es muy difícil pensar en pandemias tal y como las conocemos hoy hace siglos. “Una enfermedad infecciosa respiratoria aguda necesita que haya población envejecida y transporte intercontinental rápido. Si no, ni hubiera sido grave [si la población era joven, no habría fallecido y no habría habido referencia] ni habría llegado a todo el mundo”, subraya.
El más reciente de los cuatro coronavirus que convivían hasta ahora con los humanos es el HCoV-OC43, como recuerda el climatólogo Arturo Sánchez Lorenzo. Algunos autores creen que este pudo ser el patógeno que causó la pandemia originada por la llamada gripe rusa, con altos picos de mortalidad entre 1889 y 1890. Hoy en día es un virus inofensivo que produce resfriados.
El SARS-CoV-2 podría convertirse en el futuro algo parecido. Y la ómicron quizás sea un paso en esa dirección. El tiempo lo dirá.
Por Pablo Linde
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