Por qué la región Asia-Pacífico, modelo de la lucha contra la pandemia, sigue lejos de la línea de llegada
Fue la zona del mundo que aplicó las medidas de aislamiento más estrictas; la lenta campaña de vacunación crea una brecha con EE.UU. y Europa, que supone un retroceso para la lucha global
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SÍDNEY.- A lo largo de la región Asia-Pacífico, los países que lideraron al mundo en la contención del coronavirus, ahora corre a la zaga y no logra dejar atrás la pandemia.
En Estados Unidos hubo brotes mucho más devastadores, pero ahora los estadios están colmados de hinchas vacunados y los aviones desbordan de veraneantes, mientras los países orientales que fueron campeones contra la pandemia siguen atrapados en un círculo vicioso de incertidumbre, restricciones y aislamiento.
La semana pasada, la veloz propagación de la variante delta por el sur de China obligó a confinar repentinamente la ciudad de Guangzhou, la inmensa capital industrial de la región. Taiwán, Vietnam, Tailandia y Australia también tuvieron que encerrarse, tras los recientes brotes, mientras que Japón enfrenta una cuarta oleada de contagios que fogonea el temor a un desastre viral durante los Juegos Olímpicos de Tokio 2021.
Donde es posible, la gente ha tratado de seguir con su vida, con barbijo, distanciamiento social, y tratando de no alejarse demasiado de casa. Desde el punto de vista económico, la región Asia-Pacífico sufrió menos que el resto del mundo, por su exitoso manejo de la primera fase de la pandemia: la contención del virus.
Pero con cientos de millones de personas todavía sin vacunar, desde China hasta Nueva Zelanda, y con muchos mandatarios nerviosos que piensan mantener las fronteras cerradas por tiempo indeterminado, la tolerancia de la población a una vida con tantas restricciones se está agotando, por más que la aparición de nuevas variantes potencia la sensación de amenaza.
En pocas palabras, la gente está harta, y se pregunta por qué se quedaron atrás, y cuando podrán dejar finalmente atrás la rutina pandémica.
“No sé si atascados, pero es como estar esperando hundidos en el barro”, dice Terry Nolan, director del Grupo de Investigación de Vacunas e Inmunización del Instituto Doherty, en Melbourne, la ciudad australiana de 5 millones de habitantes que acaba de salir de una enésima cuarentena. “Todo el mundo busca la excusa para salir, alguna sensación de urgencia”.
Aunque las razones de ese retraso varían según cada país, en general responde a la falta de vacunas.
En algunos lugares, como Vietnam, Taiwán y Tailandia, la campaña de vacunación es prácticamente inexistente. En otros, como China, Japón, Corea del Sur y Australia, la vacunación se aceleró en las últimas semanas, pero siguen muy lejos de poder vacunar a todos los que quieran.
Pero en casi todos los países de la región, la tendencia es desalentadora. Mientras los norteamericanos celebran lo que parece un nuevo amanecer, para muchos de los 4600 millones de habitantes de Asia, el resto de este año será bastante parecido al año pasado, con grandes sufrimientos para algunos y un limbo de normalidad reducida para otros.
Pero también podría generarse más volatilidad a nivel global. En todo el mundo, las empresas siguen de cerca el nuevo brote en el sur de China para saber si afectará el funcionamiento de las transitadas terminales portuarias de la región. En toda Asia, las interrupciones en las campañas de vacunación también podrían terminar en cuarentenas, obligadas por la aparición de nuevas variantes, con el consiguiente daño para las economías, presión sobre los líderes políticos y alteraciones en la dinámica de poder entre las naciones.
Los actuales riesgos tienen su origen en decisiones tomadas hace meses, antes de que la pandemia golpeara con toda su fuerza.
Vacunas como estrategia
Desde septiembre del año pasado, Estados Unidos y muchos países de Europa apostaron fuerte por las vacunas, su aprobación de emergencia y el desembolso de miles de millones de dólares para asegurarse los primeros lotes. La necesidad era urgente. Solo en los Estados Unidos, en el pico del brote morían diariamente miles de personas debido a la calamitosa gestión de la pandemia en ese país.
Pero lugares como Australia, Japón, Corea del Sur y Taiwán, mantuvieron relativamente bajas las tasas de infección y de muertes con restricciones fronterizas, cumplimiento ciudadano de las medidas de prevención, testeos masivos y rastreo de contactos. Con la situación de los contagios mayormente controlada y con poca capacidad de desarrollar vacunas a nivel nacional, esos países sintieron menos urgencia en hacer grandes pedidos de vacunas o en confiar en soluciones hasta entonces no comprobadas.
“La percepción de amenaza que tenía la opinión pública era baja”, dice el doctor C. Jason Wang, profesor adjunto de la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford, que ha estudiado las políticas públicas frente al Covid-19. “Y los gobiernos respondieron a esa percepción pública de la amenaza”.
Wang agrega que los controles fronterizos, un método muy preferido en toda Asia, tienen un alcance limitado como estrategia para aniquilar virus. “Para poner fin a la pandemia, se necesitan estrategias tanto defensivas como ofensivas. Y la estrategia ofensiva son las vacunas”, dice el experto.
Los rasgos que han definido el despliegue de la vacunación en Asia son la lógica humanitaria —cuáles eran los países que más necesitaban tener vacunas—, la complacencia local, y el poder descarnado sobre la producción y la exportación farmacéutica.
A principios de este año, los anuncios de firma de contratos con los laboratorios y países que controlan las vacunas parecían más frecuentes que las entregas reales. En marzo, Italia bloqueó la exportación de 250.000 dosis de la vacuna AstraZeneca destinadas a Australia para controlar su propio brote. Otros envíos se retrasaron debido a problemas de fabricación.
“La cantidad de vacunas que aterrizan no se acerca ni remotamente a la cantidad de vacunas encargadas”, dice Richard Maude, investigador del Instituto de Política de la Sociedad de Asia, con sede en Australia.
Peter Collignon, médico y profesor de microbiología de la Universidad Nacional de Australia, que ha trabajado para la Organización Mundial de la Salud, lo expresa de manera más simple: “La realidad es que los países que fabrican vacunas se las guardan para sí mismos”.
Frente a esa realidad y a las infrecuentes complicaciones de coagulación que surgieron con la vacuna de AstraZeneca, muchos políticos de la región Asia-Pacífico se ocuparon de recalcar desde un principio que no había necesidad de apresurarse con la vacunación. El resultado, ahora, es el abismo que los separa de Estados Unidos y Europa.
Reaperturas sujetas a la vacunación
En Asia, alrededor del 20% de las personas han recibido al menos una dosis de una vacuna: en Japón, por ejemplo, la cifra es apenas del 14%. Por el contrario, en Francia la cifra ronda el 45%, en Estados Unidos está por encima del 50% y en Gran Bretaña supera el 60%.
China, que después de contener el virus durante meses tuvo que saldar sus dudas sobre sus propias vacunas, administró 22 millones de dosis en un solo día, el 2 de junio, un récord para el país. En total, China ha informado la administración de casi 900 millones de dosis, en un país de 1400 millones de habitantes.
Japón también ha redoblado sus esfuerzos, flexibilizando una normativa que solo permitía que aplicaran la vacuna los trabajadores de la salud seleccionados. Las autoridades japonesas abrieron grandes centros de vacunación en Tokio y Osaka y ampliaron los programas de vacunación a lugares de trabajo y universidades. El primer ministro Yoshihide Suga ahora dice que antes de noviembre todos los adultos japoneses tendrán acceso a una vacuna.
En Taiwán la campaña de vacunación también recibió un mayor impulso en las últimas semanas, gracias a la donación de aproximadamente 1,2 millones de dosis de la vacuna de AstraZeneca de parte del gobierno japonés.
Pero la experiencia de Taiwán es algo típica: hasta ahora, apenas ha recibido suficientes dosis para inmunizar a menos del 10% de sus 23,5 millones de habitantes. Una asociación budista ofreció recientemente comprar dosis para acelerar la desinflada campaña de la isla, pero le contestaron que solo los gobiernos pueden adquirir vacunas.
Cuanto más se retrase la vacunación en Asia, más demorará cualquier reapertura en serio a nivel mundial. Australia ha dado señales de que mantendrá cerradas sus fronteras un año más. Japón tiene prohibida la entrada al país de casi todos los no residentes, y en China, el intenso escrutinio de quienes arriban desde el extranjero ha dejado a las empresas multinacionales sin trabajadores de algunos rubros claves.
The New York Times
Traducción de Jaime Arrambide
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