Por qué la guerra en Medio Oriente puede inclinar el tablero de poder global a favor de Rusia y China
Moscú y Pekín buscan liderar una oleada de solidaridad con los palestinos y al mismo tiempo sacar ventaja de la distracción de Estados Unidos
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DUBAI.- La guerra entre Israel y Hamas no solo amenaza con convertirse en un conflicto regional, sino que también está afectando el equilibrio de poder global, ya que exige al máximo los recursos de Estados Unidos y Europa, al mismo tiempo que alivia las presiones sobre Rusia y abre nuevas oportunidades para China.
Los efectos a largo plazo de la conflagración en Medio Oriente son difíciles de predecir. En primer lugar, todo dependerá del éxito que tenga Israel para cumplir su objetivo declarado de eliminar a Hamas como principal fuerza militar y política de Gaza. Otra variable crucial será que las relaciones diplomáticas de Israel con el resto de Medio Oriente y el prestigio global de sus partidarios de Occidente logren sobrevivir a la multiplicación de víctimas civiles en Gaza y a los horrores de una guerra urbana en un enclave superpoblado.
Por ahora, sin embargo, la guerra lanzada por Hamas el 7 de octubre con un brutal ataque sobre comunidades israelíes que dejó 1400 víctimas, casi todas civiles, está demostrando ser un regalo inesperado para los principales adversarios geopolíticos de Estados Unidos. Hace mucho que China, Rusia e Irán buscan socavar el sistema internacional defendido por Estados Unidos, y ahora está sacando ventaja de la distracción del gobierno de Washington.
“Estamos ante un cambio y un giro del orden internacional”, dice el exprimer ministro de Finlandia, Alexander Stubb, actual candidato a la presidencia de ese país. “Cuando Estados Unidos deja algún vacío de poder, siempre hay alguien que viene a llenarlo.”
Por supuesto que Estados Unidos ya está de vuelta en Medio Oriente, donde exhibe su rol de socio indispensable de Israel y de algunos países árabes claves con “diplomacia itinerante” y despliegues militares, una forma de involucramiento que goza del apoyo de demócratas y republicanos por igual y que disipa parte de la sensación de aislamiento que venía ganando terreno en los últimos años.
Ganadores y vencedores
Sin embargo, ahora que Washington tiene puesta su atención en Medio Oriente, el gran beneficiario de la expansión del conflicto bélico probablemente sea Rusia. Al apuntar al creciente número de palestinos muertos -unos 2750, según los últimos datos- Moscú disfruta recalcando la supuesta hipocresía de Occidente, que condena a viva voz la masacre de civiles en Ucrania pero que prácticamente no ha dicho nada del accionar de Israel en la Franja de Gaza.
El presidente Vladimir Putin -cuyas fuerzas, según las autoridades ucranianas, mataron a decenas de miles de civiles durante el sitio a la ciudad ucraniana de Mariupol, el año pasado- comparó el asedio israelí a Gaza con el que sufrió su ciudad natal, San Petersburgo, por entonces Leningrado, durante la Segunda Guerra Mundial. Básicamente, eso implica equiparar a los israelíes con los nazis. Ese lenguaje implica un drástico alejamiento de la antes cálida relación de Putin con el primer ministro Benjamín Netanyahu, y es parte del esfuerzo diplomático de Rusia para posicionar al país como líder del movimiento global contra el “neocolonialismo” de Occidente, por más que mientras tanto esté librando una guerra de conquista colonial en Ucrania.
“Cualquier conflicto que distraiga la atención de la guerra en Ucrania juega a favor de Rusia”, dice el canciller de Lituania, Gabrielius Landsbergis. “Tal vez los rusos no lo hayan iniciado, pero tienen gran interés en prolongar el conflicto en Israel el mayor tiempo posible. Para los rusos, sería una victoria táctica en Ucrania y estratégica a nivel global, ya que refuerza su relato antioccidental.”
China también ha abrazado como nunca la causa palestina. Sus antes cordiales relaciones con Israel se hicieron trizas. Aunque siempre invoca la lucha contra el terrorismo para justificar la represión de los uigures en la región de Xinjiang, Pekín se ha abstenido deliberadamente de usar la palabra “terrorismo” para describir el ataque de Hamas, a pesar de que tres ciudadanos chinos murieron durante la incursión y otros tres fueron tomados de rehenes, según las autoridades israelíes.
“El quid de la cuestión es que no se ha hecho justicia con el pueblo palestino”, dijo el ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, en sus primeras declaraciones públicas desde la invasión de Hamas que desencadenó la guerra.
Mientras se prepara para un posible choque con Estados Unidos por el destino de Taiwán, China aprovecha que la atención de Washington se desvía una vez más hacia los problemas que aquejan a Medio Oriente, señalan los analistas de la política china.
“Lo que le importa a China son los intereses de China, y para Pekín no hay nada más importante que debilitar a Estados Unidos y su imagen internacional”, dice Antoine Bondaz, experto en temas chinos de la Fundación de Investigaciones Estratégicas, con sede en París. “Pekín intentará presentar a Estados Unidos como un factor de desestabilización y a China como un garante de la paz. El objetivo de China es presentarse ante los países emergentes como una alternativa... y como una alternativa más atractiva que Estados Unidos.”
La guerra lanzada por Hamas también implica un duro golpe para el principal rival asiático de China, la India, que en los últimos años profundizó mucho su acercamiento a Israel. Hace menos de un mes, los gobiernos de Washington y Nueva Delhi anunciaron sus planes para establecer un corredor de tránsito que conectaría la India, Medio Oriente y Europa pasando por los Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, Jordania e Israel, y que rivalizaría con el proyecto chino de la Nueva Ruta de la Seda. Pero las conversaciones sobre la normalización de las relaciones entre Israel y Arabia Saudita –un elemento clave del plan– quedaron frustradas por la guerra en Gaza, y el futuro de esos planes ahora es incierto.
Otras consecuencias de la guerra
Para muchos países de Europa, además de tensar las relaciones regionales y desviar la atención de Ucrania, una escalada de la guerra entre Hamas e Israel también puede desencadenar una crisis energética, ya que coartaría el acceso al gas y petróleo de Medio Oriente como alternativa a las fuentes de energía rusas.
Además, el derramamiento de sangre en Medio Oriente también conlleva el riesgo de una nueva ola de violencia por parte de grupos militantes islamistas dentro de Europa, como ocurrió durante la campaña contra la agrupación terroristas Estado Islámico de 2014-2017. De hecho, este mismo fin de semana, las calles de las principales capitales europeas se vieron inundadas de masivas manifestaciones propalestinas, donde algunos coreaban consignas en apoyo al objetivo de Hamas: la completa eliminación de Israel.
“Siempre que ocurre algo tan intenso en la Franja de Gaza o en Israel, hay consecuencias en Europa”, apunta Thomas Gomart, director del Instituto Francés de Relaciones Internacionales. “Lo que estamos presenciando en este momento es la superposición y el entrelazamiento de diferentes escenarios geopolíticos. ¿Cuál será el principal escenario para Europa en los próximos años? ¿Será Medio Oriente? ¿Será Ucrania? ¿El Cáucaso? ¿Los problemas con Irán? La aceleración de las crisis es espectacular y para Europa implica un brutal reacomodamiento.”
En todo caso, la crisis en Medio Oriente también es un recordatorio de lo importante que sigue siendo Estados Unidos para la región y para el mundo. En marzo, China celebró de su entrada a la política regional de Medio Oriente cuando intermedió para lograr un acuerdo de restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Arabia Saudita e Irán. Pero ahora, y a medida que aumenta el riesgo de que la guerra entre Israel y Hamas se convierta en un enfrentamiento regional, Pekín mantiene un perfil bajo, mientras que Washington despachó inmediatamente dos grupos de portaaviones y el Secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, recorre la región con el objetivo de contener el conflicto.
“La principal palanca que tenía China en la región de Medio Oriente era darle acceso a su mercado y a sus inversiones, o sea su poderío económico”, apunta Gordon Flake, director ejecutivo del Centro USAsia de la Universidad de Australia Occidental. “Pekín todavía no tiene ‘poder duro’ en esa región, y por eso ninguno de esos actores recurre a China para resolver sus conflictos.”
Por Yaroslav Trofimov
(Traducción de Jaime Arrambide)
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