Por qué el volcán de Tonga generó una onda de choque que se sintió alrededor del mundo
La erupción del Hunga Tonga fue uno de los eventos más espectaculares que hayan captado los satélites meteorológicos; se sintió en gran parte de América
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WASHINGTON.- El volcán Hunga Tonga del sudoeste del Pacífico hizo erupción de manera explosiva el sábado por la tarde hora local, lanzando cenizas a 30.000 metros de altura y provocando una onda de choque atmosférica que recorrió el planeta. La erupción se escuchó a más de 8000 kilómetros, en Alaska, y la columna de humo y ceniza cubrió una extensión de cielo de casi 200.000 kilómetros cuadrados.
El volcán está situado 65 kilómetros al norte de Tongatapu, la principal isla de Tonga, muy cerca de la línea internacional de cambio de fecha. El reino de Tonga tiene 105.000 habitantes y está situado al noreste de Nueva Zelanda y al sudeste de las islas Fiyi.
“Es una situación pesadillesca: una comunidad insular y aislada que está sufriendo los efectos de un tsunami y de un inmenso penacho de ceniza volcánica que genera violentas tormentas eléctricas”, tuiteó Janine Krippner, vulcanóloga del Programa de Vulcanismo Global del Instituto Smithsoniano. “Veo esa columna de cenizas, esos relámpagos volcánicos, y ese tsunami, y se me estruja el corazón de pensar en la gente que sufre el impacto de esta descomunal erupción.”
Además de los efectos atmosféricos más inmediatos e impactantes causados por la erupción, algunos especulan que el volcán podría afectar el clima del planeta. Los expertos no lo creen, pero los climatólogos siguen recolectando datos.
La erupción
El Hunga Tonga es un volcán submarino que entró en erupción en 2009 y nuevamente a fines de 2014. El 21 de diciembre de 2021 se produjeron nuevas erupciones, con ocasionales rebrotes de actividad durante las semanas siguientes. Y el 15 de enero se produjo una erupción particularmente explosiva, que probablemente haya resultado en la exhibición más notable y asombrosa de poder volcánico que haya captado un satélite meteorológico.
El penacho volcánico, “pluma” o columna eruptiva se elevó hasta unos 30.000 metros, el triple de la altura a la que vuelan los aviones comerciales. Al llegar a la tropopausa -zona de transición entre la troposfera y la estratósfera-, las tormentas eléctricas se aplanan, ya que una capa de aire caliente impide que se siga desarrollando indefinidamente hacia arriba. La pluma de humo del Hunga Tonga, sin embargo, era tan fuerte que logró perforar esa capa y continuar hacia la estratosfera antes de que esos “bolsones” de aire y cenizas volvieran a caer.
Las imágenes satelitales captaron la imagen de “ondas de gravedad”, que como las ondas que rodean una piedra arrojada a un estanque, se extendían centrífugamente desde ese punto de penetración de la capa atmosférica.
Una descomunal “tormenta sucia”
Menos de seis horas después de la explosión inicial, el penacho de huno y ceniza del Hunga Tonga ya cubría una extensión de 200.000 kilómetros cuadrados. Ya era de noche, pero la pluma era lo suficientemente espesa como para haber cubierto por completo el sol. Las descargas de estática en el interior del penacho se elevaban al doble de altura que la peor tormenta eléctrica normal, con incesantes relámpagos volcánicos.
Las redes de detección de rayos y los satélites contaron más de 60.000 descargas en los 15 minutos que siguieron a la explosión inicial, o sea casi 70 rayos por segundo. No hay tormenta convencional que se acerque a esos números.
También es notable el patrón de ojo de buey que surge en las imágenes de los rayos: es el resultado de las ondas de gravedad antes mencionadas. A medida que las ondas pasan, el movimiento ascendente aumenta localmente, y eso a su vez aumenta la incidencia de rayos. Tras su paso, el aire se hunde, reduciendo la actividad eléctrica.
Un peligroso tsunami
La explosión fue lo suficientemente potente como para generar un tsunami de varios metros en Tonga y disparó alertas de tsunami en Hawái, Alaska, Columbia Británica y gran parte de la costa oeste de América del Norte, incluidos los estados de Washington, Oregón y California.
En Port St. Luis, California, se observó un aumento de 1,2 metros en los niveles del agua, y Arena Cove, California, registró un salto de 1 metro. En Crescent City, California, se registró un pico de 80 centímetros y en King Cove, Alaska, el tsunami fue de casi un metro.
Además de un aumento del nivel del agua, los tsunamis pueden generar corrientes erráticas muy peligrosas, que avanzan en ondas a través de los océanos más rápido que los aviones comerciales.
Los expertos del Servicio Meteorológico Nacional en Anchorage y la Universidad de Alaska Fairbanks confirmaron que los estruendos que se escucharon en ese estado el sábado por la mañana provenían del volcán: eso implica que el sonido viajó más de 8000 kilómetros.
“El perro y yo nos despertamos de repente a las 3.30 de la madrugada y ahora entiendo por qué”, tuiteó Shan Cole, una escritora radicada en Anchorage.
Eso significa que el sonido viajó a casi 1300 kilómetros por hora, y los instrumentos confirmaron que gran parte del ruido producido se encontraba dentro del espectro audible, o seo el que los humanos pueden escuchar.
Una onda de choque atmosférica
En las primeras imágenes satelitales de los alrededores del volcán se distingue fácilmente un anillo blanco que se irradia rápidamente hacia afuera, muy por delante del penacho volcánico: esa es la onda de choque atmosférica.
Esa onda de choque viajó alrededor del mundo, también más rápido que la velocidad del sonido. En Florida, por ejemplo, se manifestó como una perturbación en la presión del aire poco después de las 9 de la mañana hora local. Esto se debe a que la onda provocó brevemente un salto en la presión del aire, lo que significa que durante un instante, cuando pasó la onda de choque, la atmósfera en el lugar fue más pesada.
Potencial impacto climático
Las erupciones volcánicas pueden liberar enormes cantidades de dióxido de azufre y aerosoles que, en cantidades lo suficientemente grandes, pueden enfriar el planeta y cancelar los efectos del fenómeno de La Niña. Aunque al principio se especuló que el material expulsado por el Hunga Tonga podía causar efectos similares, algunos expertos rápidamente salieron a aclarar que la masa expulsada era comparativamente pequeña.
Simon Carn, profesor de Michigan Tech, tuiteó que “hasta ahora, las columnas de dióxido de azufre no parecen tan extremas”. Para tener un impacto climático mensurable, el penacho volcánico tendría que haber sido de cinco a 10 veces más denso.
Alan Robock, profesor del Departamento de Ciencias Ambientales de la Universidad Rutgers, señala que para llegar a enfriar la Tierra, la cantidad de dióxido de azufre liberada por un volcán debería ser inmensa.
“Para tener impacto climático, la erupción tendría que inyectar una gran cantidad de dióxido de azufre en la estratosfera, al menos 1000 kilotones o miles de toneladas, o incluso más”, señala Robock.
Las mediciones satelitales muestran que la cantidad de dióxido de azufre liberado en la última erupción fue de 400 kilotones. Aún así, los expertos advierten que las erupciones continuas son algo que hay que monitorear.
“En realidad, no tenemos forma de saber si esta erupción va a continuar o no”, dijo Krippner.
Por Matthew Cappucci
Traducción de Jaime Arrambide
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