La propina sugerida suele ir desde el 18% hasta el 22% del total consumido; la dependencia de las gratificaciones sitúa a los empleados -especialmente a mujeres y minorías- en una posición delicada
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Vas con tu pareja a un restaurante, lees el menú, pides dos platos de US$15 y una botella de vino de US$20. Total: US$50.
Pero acabas pagando 60.
Lo que en otros países se consideraría inadmisible, en Estados Unidos es religión: al pagar en los establecimientos de restauración hay que abonar alrededor de una quinta parte adicional a la factura.
Se concibe como una gratificación voluntaria para agradecer el buen trato recibido, pero en la práctica es casi obligatoria sin importar si el servicio ha sido excelente o desastroso.
Y no solo en los restaurantes. En el bar, la peluquería, el hotel o el taxi el cliente da por hecho que ha de dejar un generoso “tip”, vocablo que significa “propina” en inglés y que también forma parte del léxico diario de los hispanohablantes en EE.UU.
Y, por si hay algún despistado, el recibo de pago incluye un recordatorio (“propina sugerida: 18%, 20% o 22%”) o incluso el establecimiento agrega el recargo en concepto de “servicio” y da al cliente la opción de ampliar su aporte.
La historia
Muchos extranjeros se muestran reticentes o molestos al sufrir en su billetera la imposición de propinas en Estados Unidos. Sin embargo, los orígenes de la cultura del “tipping” estadounidense se sitúan fuera del país.
“Si un hombre con su caballo se aloja en una posada, además de pagar la factura debe dar al menos un chelín al camarero y seis peniques a la mucama, al mozo de cuadra y al limpiabotas, lo que suma media corona”.
Este texto, escrito en la Inglaterra de 1795 por un periodista anónimo, se recoge en el libro “La propina: una historia Americana de gratificaciones sociales” de Kerry Segrave.
El historiador asegura que en Estados Unidos no existía la práctica de dar propina al menos hasta 1840.
El viajero inglés John Fowler visitó una ciudad del estado de Nueva York en 1830, donde registró el siguiente gasto: “total, 81 centavos; camarero 0, mucama y botas, ídem; y cortesía y agradecimiento por el trato. ¿Se verá esto en Inglaterra? Pasará algún tiempo antes de que allí se convierta en costumbre”.
Fowler, célebre ingeniero de ferrocarriles, creía que eliminar las propinas marcaría tendencia desde Estados Unidos a Europa. Sucedió lo contrario.
La cultura de las propinas despegó en EE.UU. a finales del siglo XIX y principios del XX cuando los estadounidenses importaron esta costumbre desde Europa, donde era más común, explica a BBC Mundo el doctor en psicología social William Michael Lynn, autor de más de 70 publicaciones sobre este fenómeno.
Así, una vocación elitista motivó a los primeros estadounidenses a dar propinas en su propio país, imitando las costumbres de la aristocracia europea.
Sin embargo, mientras en el viejo continente el habito no acabó de cuajar en todos los estratos sociales, al otro lado del Atlántico se consolidó. ¿Por qué?
“No te vamos a pagar”
La emancipación de los esclavos en Estados Unidos desde finales del siglo XIX jugó un papel fundamental, sostiene Saru Jayaraman, activista pro derechos laborales y presidenta de la organización One Fair Wage (Un salario justo).
“Los restaurantes y negocios de hostelería querían seguir teniendo mano de obra negra gratuita, así que adoptaron esta cultura de Europa y transformaron las propinas de un incentivo extraordinario a ser en sí el salario. Así que dijeron a los negros: te vamos a contratar, no te vamos a pagar, pero puedes recibir propinas”, explica a BBC Mundo.
A lo largo del siglo XX la cultura del “tipping” se fue asentando en EE.UU. no sin cierta resistencia -seis estados abolieron temporalmente esta práctica en 1915, surgieron prominentes detractores como el expresidente W. H. Taft y se formaron colectivos anti propinas- hasta que en 1966 se consolidó definitivamente al promulgar el Congreso la disposición “Tip Credit”.
Este sistema permite a empresarios del sector servicios pagar a ciertos empleados un sueldo inferior al salario mínimo al dar por hecho que lo complementará la generosidad de los clientes.
De ahí que a día de hoy en Estados Unidos el salario mínimo para los trabajadores que reciben propinas sea de US$2,13 por hora.
Sin embargo, solo Puerto Rico y 15 de los 50 estados mantienen el salario mínimo federal. En el resto es más alto y varía desde los US$2,33 de Wisconsin o US$6,60 en Illinois hasta los US$12,50 en Nueva York y US$13 de California.
“Soy bonita y me dejan más tips”
“Básicamente vivo de las propinas”, asegura Diana, de 30 años, quien trabaja como camarera en un restaurante peruano de Miami
Su salario es de US$6,98 por hora, el mínimo legal en Florida, lo que supone un promedio de unos US$1.200 al mes.
Sin embargo, al contabilizar las propinas sus ingresos mensuales superan los US$4.000 brutos. “Lo que me pagan por hora apenas me alcanza para cubrir los impuestos”, le cuenta a BBC Mundo.
Con el trabajo de camarera Diana ha pagado su carrera universitaria, ha ayudado a su familia e incluso ha juntado algunos ahorros.
Y si para los trabajadores de restaurantes las propinas son lucrativas, en el mundo de la noche se multiplican.
“En mi experiencia, en una noche puedes hacer entre US$300 y US$1000. Depende del tipo de fiesta y ambiente, de si das un buen servicio y si eres guapo o guapa. Yo soy bonita y noto que me dejan más tips”, explica Silvia, chef cubana de 36 años que trabaja ocasionalmente tras la barra en discotecas y fiestas privadas de Miami.
“Los hombres blancos reciben más propinas”
La relación entre las propinas y la apariencia física, género o raza de quienes las reciben ha sido, de hecho, objeto de estudio y también fuente de polémica.
Un informe de la consultora IPUS CPS publicado en la revista especializada Eater señalaba que, entre 2010 y 2016, los empleados blancos en EE.UU. ingresaban una media de US$7,06 en propinas cada hora, por US$6,08 de los latinos, US$5,57 de los negros y US$4,77 de los asiáticos.
Además, los camareros blancos, poco más de la mitad del total, acaparaban el 78% de los puestos de trabajo en restaurantes de alta cocina, donde las propinas son más cuantiosas.
Según un estudio más reciente, realizado por One Fair Wage en Nueva York en 2020, los camareros blancos ganan US$5 más por hora que las camareras negras.
“Los hombres blancos siempre reciben más propinas por el sesgo implícito de los trabajadores estadounidenses”, sentencia la presidenta de la ONG.
Jayaraman asegura que One Fair Wage no exige la abolición de las propinas sino leyes que equiparen el salario mínimo de todos los trabajadores, al considerar que la dependencia de las gratificaciones sitúa a los empleados -especialmente a mujeres y minorías- en una posición delicada.
“Si vives casi completamente de tus propinas eres muy vulnerable al sesgo y el hostigamiento de los clientes. Por eso nuestro sector tiene las tasas más altas de acoso sexual de EE.UU., además de enormes desigualdades entre las mujeres, las personas de color y los hombres blancos que reciben propinas”, denuncia.
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