Corea del Norte está desarrollando armas cada vez más sofisticadas que, incluso, podrían alcanzar ciudades de Estados Unidos, algo que lleva a la gente a cuestionarse si Washington si vendría a defender a Seúl
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Escondido en la sala privada de un restaurante subterráneo de Seúl, un grupo heterogéneo de surcoreanos se reunió para sostener un almuerzo clandestino. En el grupo hay políticos, científicos y militares, algunos con identidades demasiado sensibles como para que puedan revelarse. Es la reunión inaugural del Foro de Política Nuclear, y tiene la ambiciosa agenda de trazar la ruta de cómo Corea del Sur podría desarrollar armas nucleares.
Esta idea que alguna vez fue marginal, en los últimos meses se diseminó a todos los ámbitos de la sociedad. Hasta el presidente surcoreano, Yoon Suk-yeol, planteó la posibilidad durante una reunión de defensa, convirtiéndose en el único mandatario que puso la opción sobre la mesa en tiempos recientes.
Ahora, todos los días se ven columnas de periódicos promoviendo la idea y, sorprendentemente, un 75% de la población la apoya. Los surcoreanos están ansiosos con su vecino nuclear del norte, y el miércoles Yoon llegará a la Casa Blanca buscando la ayuda del presidente Joe Biden.
Intentos fallidos
Corea del Sur coqueteó previamente con la idea de desarrollar armas nucleares en la década de 1970, cuando dirigió un programa secreto. Pero cuando EE. UU. se enteró emitió un ultimátum: Seúl podía continuar elaborando su programa o permitir que EE. UU. lo defendiera con todo el poderío de su arsenal nuclear existente.
El gobierno de ese momento escogió el apoyo estadounidense, y hasta el día de hoy decenas de miles de tropas norteamericanas permanecen estacionadas en la península coreana. Sin embargo, la situación geopolítica cambió drásticamente desde esa época.
Corea del Norte está desarrollando armas nucleares cada vez más sofisticadas que, incluso, podrían alcanzar ciudades de Estados Unidos, algo que lleva a la gente a cuestionarse si Washington todavía vendría en defensa de Corea del Sur.
Posibilidades
Este es el escenario que se discute: un Kim Jong-un beligerante ataca a Corea del Sur, forzando a EE. UU. a intervenir. Después, el Sr. Kim amenaza con detonar una bomba nuclear sobre el territorio continental estadounidense a menos que se retire de la guerra.
¿Qué hace Washington? ¿Arriesga que se reduzca a San Francisco a escombros para salvar a Seúl? Probablemente no, es la conclusión a la que llegaron los que están sentados en la reunión secreta de mediodía.
“Es irracional pensar que otro país deba ser el que nos protege. Este es nuestro problema y nuestra responsabilidad”, dijo Choi Ji-young, miembro del foro y del Partido del Poder Popular gobernante de Corea del Sur.
El plan
El presidente del foro, el académico Cheong Seong-chang, presentó su plan sugerido: la próxima vez que el Norte pruebe una arma nuclear, Seúl se retirará del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP). Si, seguidos seis meses, Kim no aceptó discutir la posibilidad de renunciar a algunas de sus armas, Seúl comenzará a desarrollar las suyas propias.
Cheong argumenta que esto reduciría la probabilidad de una guerra nuclear en la península coreana, dado que Kim estaría menos propenso a atacar si sabe que el Sur podría contraatacar.
Pero Jenny Town, del grupo de expertos estadounidense 38 North, desafía la suposición de que una Corea del Sur armada con armas nucleares haría que el Norte fuera menos arriesgado: “Que haya más armas nucleares no le da mayor seguridad al mundo de que no se vayan a usar”, dijo.
“Si observamos India y Pakistán como ejemplo esto no es lo que vimos. Si algo, tener armas nucleares les ha dado la luz verde para ir un poco más lejos”, agregó.
Un riesgo
Lo que menos quiere Washington es una Corea del Sur con armas nucleares, pero en parte, este monstruo fue creación misma de EE. UU. En 2016, el entonces presidente Donald Trump acusó a Corea del Sur de ser un “parásito” de su país. Amenazó con hacer que Seúl pagara por las tropas estadounidenses que estaban estacionadas en su suelo, o si no, las retiraría.
El miedo que esas palabras infundieron en la gente no disminuyó con el tiempo. Un número cada vez mayor de surcoreanos, conscientes de que las promesas de EE. UU. parecen depender de la voluntad de quien quiera que sea su próximo líder, ahora están a favor de la construcción de la bomba.
Conversaciones de sauna
En una tarde de domingo reciente, en una sauna local de Seúl, personas de todas las edades y orígenes se reunieron para aliviar sus dolores semanales mientras disfrutaban de cerveza y pollo frito. Aunque podría parecer extraño que alguien estuviera discutiendo la proliferación nuclear en un ambiente así, hoy en día es casi como hablar de cualquier cosa.
“EE. UU. no va a usar sus armas nucleares para defendernos, así que deberíamos estar a cargo de nuestra propia defensa”, dijo Koo Sung-wook, de 31 años, quien dice que tomó esta posición frente al tema cuando estuvo en el ejército. Prestó servicio en 2010, cuando el bombardeo de Corea del Norte a una isla surcoreana, mató a cuatro personas.
“Se sintió como una emergencia total. Las unidades llamaban a sus padres y escribían testamentos”, contó. Ahora se preocupa no solo por Corea del Norte, sino también por China: “Estamos rodeados de estas grandes potencias y estamos caminando sobre cáscaras de huevo alrededor de ellas. Para ser competitivos, necesitamos tener armas nucleares”.
Casi todos en la sauna estuvieron de acuerdo, incluso la señora Hong In-su, de 82 años. Era una niña durante la Guerra de Corea -en la década de 1950- y dijo que, a pesar de que estaba en contra de las armas nucleares, eran un mal necesario: “Otros países están desarrollando las suyas, así que no veo cómo podemos continuar sin ellas. El mundo está cambiando”.
Otra mujer estaba indecisa sobre si EE. UU. iba a defender a Corea del Sur, y pensaba que era “mejor tener armas nucleares por si acaso”, mientras que una joven madre se preocupaba de que la actual relación entre los dos países pudiera cambiar en cualquier momento.
La respuesta de EE. UU.
Washington ahora está tratando de asegurar a su aliado del compromiso “inquebrantable” que tiene con su defensa. A principios de este mes, estacionó un gigantesco portaaviones nuclear en el puerto sur de Busán. Pero a pesar de la frustración de muchos, gestos tranquilizadores como estos parecieran ya no tener el efecto esperado.
Los políticos en Seúl tienen preocupaciones por el hecho de que no tener que ser ni siquiera informados si el presidente de EE. UU. decidiera presionar el botón nuclear a nombre de Corea del Sur.
Actualmente, no hay ningún requisito que le exija a Biden informarle a Yoon antes de hacerlo. “Como mínimo, podríamos incluir una llamada telefónica obligatoria, siempre y cuando se entienda que esta sigue siendo una decisión del presidente de EE. UU.”, dijo Town.
Yang Uk, un analista de defensa del Instituto Asan con sede en Seúl, estaba en la habitación con el presidente Yoon cuando hizo sus comentarios sobre la posibilidad de que Corea del Sur desarrollara armas nucleares. Según él, Yoon estaba presionando indirectamente a EE. UU. “EE. UU. se muestra tan reacio a discutir su política nuclear con Corea del Sur y, sin embargo, si estalla una guerra nuclear en la península, somos nosotros quienes más sufriríamos”, dijo.
Lo que quiere Corea del Sur
Seúl está presionando para estar más involucrado en la planificación y ejecución en torno al uso de armamento nuclear. Eso podría significar tener armas nucleares estadounidenses estacionadas en su territorio, o tener un acuerdo para compartir armamento nuclear, similar al de Europa, con el que Corea del Sur podría usar armas estadounidenses en el caso de guerra.
Una opción menos drástica sería crear un grupo conjunto de planificación nuclear. Es poco probable que EE. UU. ofrezca mucho, pero sabe que debe darle algo concreto al presidente Yoon, algo que él pueda considerar una victoria y venderle al público surcoreano.
Aun así, puede ser demasiado tarde ya. Esta idea una vez inconcebible ahora está tan arraigada en el entendimiento colectivo surcoreano que es difícil ver cómo se pueda desarraigar. La decisión de desarrollar poderío nuclear es monumental. El orden internacional actual se basa en la no proliferación de armas nucleares, y aquellos que amenazan este orden, como Irán y Corea del Norte, pagaron un precio alto.
Los analistas dicen que el público surcoreano probablemente no está teniendo en cuenta las consecuencias que pueda generar violar el tratado de no proliferación. EE. UU. podría retirarse de su compromiso de defensa, China podría actuar ferozmente acosando a Corea del Sur con sanciones, y su país podría terminar aislado, otro estado paria fracasado, con su deslumbrante reputación internacional en ruinas.
En el sauna, la gente parecía imperturbable ante estos escenarios. Solo una mujer concedió que si significaba que Corea del Sur se convirtiera en “un eje del mal”, entonces probablemente no valía la pena. Pero eso es poco probable que suceda. Corea del Sur es demasiado importante estratégica y económicamente como para ser un país marginado como Corea del Norte. La mayoría de los analistas ni siquiera creen que EE. UU. ponga fin a su alianza militar de décadas.
En cambio, la preocupación es que un potencial armamento nuclear de Corea del Sur cree una grieta en el régimen de no proliferación y provoque que otros países sigan su ejemplo. Solo la señora Hong In-su de 82 años parecía lidiar con los peligros que se avecinan. Citó un proverbio coreano que se traduce aproximadamente como “caes en tu propia caca”, o en otras palabras, esto podría tener graves consecuencias. “Creo que las armas nucleares nos afectarán de nuevo”, dijo, y reflexionó: “Siento lástima por la próxima generación”.
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