Desde 2018, los niveles de exportación de desechos plásticos desde Estados Unidos a Latinoamérica aumentaron considerablemente, siendo 2021 el año en que mayor cantidad de basura exportó
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Por años, en el mundo de la política, América Latina fue considerada el “patio trasero de EE.UU.”, su “zona de influencia”. Ahora, grupos ambientalistas de la región aseguran que se convirtió en algo más: en su basurero.
Y es que desde 2018, los niveles de exportación de desechos plásticos desde Estados Unidos a Latinoamérica aumentaron considerablemente, siendo 2021 el año en que mayor cantidad de basura estadounidense se exportó a países latinoamericanos desde que se llevan registros.
De acuerdo con datos de Last Beach Cleanup, una organización ambientalista con sede en California, hasta octubre del pasado año, EE.UU. había enviado más de 89.824.167 kilogramos de desechos plásticos a los países del área, algunos de los cuales recibieron incluso el doble de la cantidad que en 2020.
La situación llevó a que en diciembre pasado, la plataforma ambientalista Gaia, que agrupa a 130 organizaciones de América Latina y el Caribe, publicara una declaración en la que exigía a los gobiernos de la región tomar medidas ante lo que considera una situación de emergencia.
“Alertamos que estamos ante un peligro inminente de contaminación de la naturaleza y vulneración de los derechos de las comunidades de vivir en un ambiente seguro para su salud y la de sus territorios”, indicó la declaración.
El principal destino de las exportaciones de residuos plásticos es México, que desde enero a octubre de 2021 recibió cerca 60.503.460 kg, lo que equivale a unos 57 contenedores por día.
Sin embargo, toneladas de basura también fueron enviadas durante 2021 a Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Honduras, Guatemala, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana e incluso Venezuela.
“Estados Unidos está inundando América Latina con desechos plásticos, particularmente desde California hasta México. Pero si bien la cantidad de basura que se exporta a México es desmedida, la que se envía al resto de Latinoamérica no es menor si comparamos el tamaño de los países y la cantidad de población”, le dice a BBC Mundo Jan Dell, una ingeniera ambiental y creadora de Last Beach Cleanup.
“Y no solo es una cuestión de tamaño o población. Se trata de que estos países en la mayoría de los casos, ya tienen bastantes problemas para lidiar con su propia basura y procesarla para tener que lidiar también con la basura plástica de EE.UU.”, agrega.
Es el caso de algunos como Honduras, que tuvo diferencias ambientales con Guatemala por el tema de la basura y que hasta noviembre de 2021 recibió 6.127.221 kg de desechos plásticos, más del doble de los 2.250.593 kg que recibió en todo 2020.
Mientras El Salvador, que cuenta con pocas instalaciones para el procesamiento de basura, recibió unos 1.932.206 kg solo en noviembre de 2021. Para los ambientalistas, la gran pregunta es qué pasa o a dónde va a parar la basura enviada a estos países.
El nuevo basurero
Según explica María Fernanda Solís, experta en temas ambientales de la Universidad Andina Simón Bolívar, en Ecuador, aunque las exportaciones de desechos plásticos de EE.UU. a América Latina ocurrieron por años, comenzaron a aumentar a raíz de que China anunciara que dejaría de recibir estos residuos.
“En 2018, China decide dejar de ser el botadero del mundo y es entonces cuando Estados Unidos encuentra en América Latina una vía de escape”, indica la experta a BBC Mundo. “Con gobiernos debilitados y con marcos regulativos, normativos y jurídicos débiles como hay en nuestros países, la región resulta un escenario perfecto para realizar importaciones gigantescas de residuos plásticos”, agrega.
De acuerdo con Dell, otros contextos específicos contribuyeron a los récords alcanzados en el último año. “Las exportaciones de desechos plásticos de EE.UU. a América Latina aumentaron notablemente en 2021 en comparación con 2020 y creo que esto se debe a las restricciones de importación más estrictas que impusieron en Turquía y Asia, pero también puede deberse a la crisis de contenedores, que aumentó significativamente el costo de envío de desechos de EE.UU. a Asia”, dice.
La razón principal de las exportaciones, de acuerdo con la experta, se deben a que a las empresas de EE.UU. les resulta más fácil (y barato) enviar la basura a otros países que procesarla y tener que lidiar con las regulaciones ambientales de los estados o con los altos costos de los escasos centros de procesamiento estadounidenses.
“Al final, se trata de una cuestión de dinero. Es mucho más barato colocar los desechos plásticos en camiones y enviarlos a través de las fronteras en un contendor que tener que pagar para ir a un vertedero. Es más fácil mandar nuestra basura a otro lados y ´todos vivimos felices para siempre´”, comenta.
“Además, está también el hecho de que producir plástico hoy es mucho más barato que reciclarlo. Entonces, no es un negocio que reporte beneficios a las compañías estadounidenses, por lo que resulta más económico enviarlo a otros lados”, agrega.
El mercado de la basura
De acuerdo con Solís, estos contextos llevaron a que la basura se convierta en un negocio para compañías no estatales en toda América Latina. “Son generalmente empresas privadas que importan esos desechos en convenio directo con empresas estadounidenses o municipalidades estadounidenses”, dice.
“En el caso de Ecuador, por ejemplo, recibimos al año de EE.UU. la misma cantidad de basura que producirían 40 ciudades nuestras. Es decir, 20 empresas en Ecuador importan de EE.UU. la misma cantidad de desechos plásticos que producirían 40 ciudades de nuestro país”, precisa. Sin embargo, el mecanismo no es ajeno a la polémica, dado que grupos ambientalistas y expertos denuncian que estas empresas aprovechan algunos vacíos legales para importar basura que muchos de estos países no deberían recibir… al menos no legalmente.
Y es que muchas de las naciones latinoamericanas que reciben estos desechos son signatarias del Convenio de Basilea, que regula la importación de residuos plásticos. “Sin embargo, en nuestros países existen mecanismos, vacíos y agujeros negros legales para permitir que esos desechos sigan entrando, pese a que a estos países son signatarios de estos convenios internacionales y, que por tanto, la entrada de estos desechos constituye una violación de estos tratados internacionales”, dice Solís.
De acuerdo con la académica, las investigaciones realizadas muestran que una de las vías en que esto ocurre es que, generalmente, cuando se importan estos residuos, se hace con la etiqueta de “materia prima”, lo que, en su criterio, es una forma de “disfrazar” el contenido. “En la mayoría de los países, las aduanas apenas revisan estos cargamentos de basura, por lo que es muy difícil regular qué entra”, señala.
Pero en su criterio, hay un aspecto incluso más preocupante. “Lo que los estudios muestran es que, en realidad, más del 50% de la basura plástica que nos llega no se puede procesar, porque está contaminada. Entonces termina siendo enterrada, abandonada en quebradas, en ríos o rellenos sanitarios, porque no sirve”, señala.
La experta menciona que varias investigaciones realizadas muestran que las autoridades tampoco le dan seguimiento a estos desechos después de que salen de los puertos, por lo que no hay un control real sobre lo que pasa con esta basura y cómo se procesa o dónde termina.
Impactos ambientales y humanos
Los que se dedican al negocio de la basura en la región alegan que el mercado de la importación de residuos plásticos constituye una fuente de empleo para miles de personas, además de que contribuye a la “economía circular” y al reciclaje de materias primas. Sin embargo, los ambientalistas creen que, en la práctica, la realidad suele ser muy diferente.
Dell señala que, al no ser un proceso supervisado por autoridades, existen denuncias de que muchas de estas empresas no solo pagan salarios miserables a sus trabajadores, sino que no les ofrecen condiciones de trabajo seguras o la protección adecuada. Diversos reportes de medios locales dieron cuenta en los últimos años de personas trabajando en la basura sin siquiera usar guantes y algunas de estas compañías fueron señaladas de utilizar mano de obra infantil.
“Está la dimensión ambiental, el daño que se hace al ambiente cuando esta basura se lleva a países que no tienen condiciones para su procesamiento o que ya tienen demasiados problemas con su propia basura, pero también la dimensión humana, los peligros de que no existan regulaciones ni supervisión en el trabajo que realizan miles de personas que están en contacto con estos desechos”, señala Dell.
Problemas ambientales
Dell y Solís coinciden en que la mayoría de los países de la región sufre de problemas para procesar y disponer su propia basura, por lo que supone un problema extra para ellos “tener también que correr con la responsabilidad de la basura de EE.UU.”.
“Además de que estos desechos pueden terminar en cualquier lugar o ser quemados y generar gases tóxicos, su procesamiento también requiere grandes cantidades de agua, lo que implica que muchas comunidades pueden ver su acceso al agua afectado, además que muchas de estas empresas no tienen la capacidad para tratar esas aguas residuales sucias”, señala Dell.
La ingeniera explica que esa es una de las grandes preocupaciones en el norte de México, que tiene serios problemas de escasez de agua y la vez, es la zona que más basura recibe por estar tan cercana a California, Texas y Nuevo México.
Solís, por su parte, considera que el tema se convierte en un asunto de estado, dado que en ocasiones son los gobiernos quienes finalmente tienen que correr con los gastos de disposición de los residuos. “Aunque son empresas privadas las que importan estos desechos plásticos, aunque es el capital de unos pocos que se están enriqueciendo con este negocio, finalmente es el estado el que tiene que amortiguar no solo los costos económicos de la gestión de esa basura, sino los impactos ambientales que esto puede provocar a corto, mediano y largo plazo para comunidades enteras”, agrega.
En criterio de la académica, esta situación reproduce mecanismos coloniales de décadas anteriores. “Las expresiones de colonialismo evolucionó y ahora se expresa también en esta forma: en exportar al sur grandes cantidades de residuos plásticos contaminados que terminan convirtiendo estos territorios en zonas de sacrificio”, dice.
“Es nuevamente una ocupación colonial, una especie de imperialismo de la basura, y como consecuencia están generando toda una suerte de impactos ambientales a las comunidades cuyas consecuencias más graves todavía están por verse”, concluye.
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