Por primera vez en la historia le encargan a la ultraderecha formar gobierno en Austria
La decisión se produce luego de que las negociaciones entre conservadores, socialdemócratas y liberales fracasaran, lo cual abre la vía para que el FPÖ asuma por primera vez la cancillería
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PARÍS.– En pleno caos político, el presidente de Austria, Alexander Van der Bellen, solicitó este lunes al líder de la extrema derecha, Herbert Kickl, buscar una mayoría que le permita gobernar. Una novedad en la historia de ese país alpino, miembro de la Unión Europea (UE), después que fracasaron las negociaciones entre conservadores, socialdemócratas y liberales.
Teniendo en cuenta “la nueva situación (…) encargué” a Herbert Kickl, cuyo partido llegó primero en las legislativas de fines de septiembre con cerca de 29% de los votos, iniciar las negociaciones, declaró el jefe del Estado austriaco, el ecologista Alexander Van der Bellen, agregando que “no fue fácil tomar” semejante decisión.
La estrategia de Herbert Kickl dio sus frutos. Gracias a su neta victoria en las legislativas de septiembre, el líder radical de la extrema derecha austriaca (FPÖ) se contentó con esperar, observando los vanos esfuerzos desplegados durante semanas por los tres partidos tradicionales -los conservadores del ÖVP, los socialdemócratas del SPÖ y los liberales de Neos- para tratar de formar una coalición capaz de obstaculizarle la llegada al poder.
Y cuando, en el espacio de algunas horas, la que él mismo llama “coalición de los perdedores”, tiró la esponja, Hebert Kickl se vio naturalmente propulsado a la primera línea. Hoy, el hombre que vilipendia la Unión Europea (UE), exige el levantamiento de las sanciones contra Moscú y la “remigración” de una parte de los inmigrantes establecidos en Austria, tiene grandes posibilidades de convertirse en el primer canciller de extrema derecha de su país. Su sueño está por hacerse realidad.
Fueron necesarias solo 36 horas para llegar al actual caos. El viernes, los negociadores del partido liberal (Neo) anunciaron con bombos y platillos que abandonaban la carrera, obligados por los “infranqueables” puntos de litigio con sus aliados potenciales. Pocas horas después, los demócrata-cristianos bajaban los brazos. Imposible entenderse con los socialdemócratas “demasiado a la izquierda”, en particular sobre la espinosa cuestión del presupuesto. Y, como ninguna mala noticia llega sola, el canciller demócrata-cristiano Karl Nehammer, anunciaó su dimisión, tanto como jefe del gobierno como de su partido, el ÖVP.
Ahora que la opción de una coalición tripartita ha sido descartada, solo quedan dos soluciones. La organización de nuevas elecciones en poco tiempo, lo que, en vista de las encuestas actuales, significaría reforzar todavía más la posición de la extrema derecha. Según los institutos de sondeo, en efecto, el FPÖ obtendría 36% de los votos: un avance espectacular en las últimas semanas debido, en gran parte, al espectáculo desolador dado por los partidos tradicionales, incapaces de hallar un compromiso para gobernar juntos.
La segunda opción -que llegaria en realidad al mismo resultado- sería que los conservadores acepten hacer una alianza con el FPÖ y gobernar dirigidos por Herbert Kickl como canciller. Una solución que el canciller saliente, Karl Nehammer, siempre rechazó, acusando varias veces a Kickl de ser “un peligro para la seguridad” del país debido a sus posiciones prorrusas. Pero la renuncia de Nehammer cambia las cosas, aun cuando el partido conservador sigue estando muy dividido sobre la posibilidad de semejante alianza.
A pesar de esos debates internos, el secretario general interino del partido conservador, Christian Stocker, que remplazó a Nehammer en la presidencia del ÖVP, dejó entender rápidamente que si Kickl venía a solicitarlo para participar en las negociaciones en vistas de formar gobierno, aceptaría la invitación. Un cambio de rumbo sorprendente, teniendo en cuenta que hace apenas tres semanas, Stocker -que no tiene demasiada estima por Kickl- había lanzado ante el Parlamento que este último no tenía lugar en ese hemiciclo. Interrogado por la prensa nacional, Christian Stocker declaró que la situación había cambiado y que era necesario “ser realista”.
“Este país necesita hoy un gobierno estable. No podemos continuar perdiendo el tiempo que no tenemos en campañas electorales o en elecciones”, agregó, desechando así la idea de nuevos comicios.
En varias ocasiones Austria ha sido gobernada por una coalición entre conservadores y extrema derecha. Pero, cada vez, el FPÖ fue solo el socio junior, mientras que el canciller pertenecía al ÖVP. Ahora, si una alianza semejante viera la luz en las próximas semanas, la cancillería quedaría por primera vez en manos de Herbert Kickl. Muy debilitados, los conservadores se verían obligados a ceder esa función clave.
Varias personalidades del ÖVP ya anunciaron que no desean asumir la presidencia del partido. El excanciller Sebastian Kurz, que dirigió dos coaliciones con el FPÖ y fue solicitado por los dirigentes de la agrupación, se apresuró a declinar la invitación. Los conservadores esperaban que el retorno de ese sunny boy, muy popular en su época, permitiría extirpar el partido de la complicada situación en la que se encuentra. Pero el ambicioso Kurz no tiene seguramente intenciones de jugar de segundo aceptando un puesto de vicecanciller bajo la dirección de Kickl. Sobre todo, porque la relación entre ambos hombres es muy tensa desde 2019, cuando el canciller Kurz echó personalmente a su ministro del Interior, Herbert Kickl tras el escándalo del llamado “Ibiza Gate”.
Si el FPÖ de Hebert Kickl llegara a dirigir el gobierno de Austria, la extrema derecha habrá dado un paso más para ocupar el espacio europeo. Hasta ahora, solo dos países son gobernados por el radicalismo de derecha: la Italia de Giorgia Meloni y la Hungría de Viktor Orban. La extrema derecha también participa en coaliciones gubernamentales en Holanda, Finlandia y Eslovaquia. Y también aporta su apoyo, sin participar, al actual gobierno sueco.
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