Por la nueva cepa, los británicos sienten un amargo anticipo del Brexit
LONDRES.- La gente tuvo que cancelar sus planes para Navidad, la mayoría de los vuelos internacionales desde la isla fueron suspendidos, y los legisladores pidieron destinar nuevas tierras al cultivo de verduras y cereales para apuntalar la provisión de alimentos del país.
Hace poco, Gran Bretaña fue bautizada por un legislador pro-Brexit como la "Isla del Tesoro", por las riquezas que ofrece, pero a partir de ayer, cuando una nueva cepa del coronavirus obligó al cierre de fronteras, se hizo acreedora de otro apodo: Isla de la Peste.
Mientras decenas de países prohibían el ingreso de viajeros británicos y bloqueaban las rutas más frecuentadas desde y hacia Gran Bretaña por tierra, mar y aire, entre los británicos crecía la exasperación por los zigzagueantes planes de su propio gobierno,que este fin de semana volvió a confinar repentinamente a gran parte del sudeste del país, Londres incluida.
Los británicos no ganan para sustos. Mientras se arman de valor para el inminente caos por la separación del país de la Unión Europea (UE), que se efectivizará dentro de diez días, tienen que lidiar con una nueva variante del virus, que al parecer es incluso más contagiosa.
"Conocí épocas mejores", dice irónicamente Tom Henderson, un promotor de conciertos de 29 años, que además de ver cómo su industria se desintegraba por la pandemia, ahora debió cancelar la visita navideña a su familia en el sur de Inglaterra.
Para los británicos que ya se sentían preparados para que su país finalizara el complicado divorcio de la UE, el 31 de diciembre, la repentina sensación de ser cortados en seco del bloque regional –y del mundo en general– fue anticipo amargo de lo que puede venir.
Los grandes supermercados advertían sobre escasez de frutas y verduras. Los camiones de carga estaban varados cerca de los puertos. Las personas que intentaban abandonar Gran Bretaña rumbo a sus hogares en otras partes de Europa antes de que entrara en efecto la suspensión de los viajes a veces tenían que esperar durante horas en los aeropuertos.
Y el lunes, mientras Gran Bretaña y Francia ultimaban detalles para minimizar el riesgo de un corte en la provisión de alimentos —casi una cuarta parte de todos los alimentos que se consumen en la isla son producidos en la Unión Europea—, muchos británicos vieron hacerse realidad sus peores temores sobre el futuro post-Brexit, con la suspensión de los viajes y el cierre de los puertos. Y antes de lo que esperaban.
"Para mí en lo personal, esa barrera psicológica ya existía, debido al Brexit", dice Russell Hazel, que este año contrajo el virus y estuvo enfermo durante siete semanas. "Ahora esa barrera también es física".
Hazel comenta que tiene un amigo que está de viaje en España y se pregunta cómo hará para volver al país. Dice que que la confusión actual es como un "ensayo" de un "Brexit duro", la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea sin un acuerdo que gobierne las futuras relaciones comerciales entre la isla y el continente.
Y en gran medida, los británicos culpan de sus problemas al primer ministro Boris Johnson. Al inicio de la pandemia, el gobierno de Johnson impuso restricciones mucho más tarde que otros países europeos, una decisión que dio como resultado una de las tasas de muertes per cápita más altas de Europa, y pasado el verano boreal alentó a la población a volver a las oficinas. Incluso llegó a subsidiar los consumos en los restaurantes.
Todas esas decisiones abonaron el terreno para el resurgimiento del virus. Así y todo, hasta el miércoles pasado Johnson seguía defendiendo una política de permisos especiales para viajar en época de Navidad. Las calles de Londres estaban atestadas de compradores.
Y en medio del aumento de los contagios, el gobierno tomó acciones legales para evitar que las escuelas adelantaran las vacaciones y enviaran a los estudiantes a su casa. Esa decisión fue cuestionada el lunes, cuando los asesores científicos del gobierno dijeron que había señales de que los niños pueden ser más vulnerables a la nueva variante del virus.
Kelly Merris, originaria de Australia, dijo que tras hablar con familiares y amigos de su país se dio cuenta de que Gran Bretaña había manejado el virus de un modo muy imprudente."Creo que el resto del mundo nos mira con decepción", dice Merris, que ya hace tiempo canceló sus planes para regresar a Australia en Navidad. "No es lindo pensar que estamos en la isla de la peste y que nadie nos quiere dejar entrar".
El gobierno británico había empezado a advertir sobre la nueva variante del virus varios días antes de modificar su política de "amnistía" para viajes navideños, así que mucha gente vio frustrados sus planes a último momento. Otros tenían preocupaciones más urgentes, como ocuparse de que los parientes mayores a los que no podrán visitar tengan quien les lleve alimentos o los atienda en sus casas durante las fiestas.
Pero algunos británicos dicen que las prohibiciones de viaje en cascada son parte del precio que Gran Bretaña tiene que pagar por separarse de la UE. "Si querías Brexit, ahí lo tenés", dice Suraya Klein-Smith, mientras espera en la fila de la carnicería. "¿Por qué los europeos deberían tener alguna clase de empatía o deferencia hacia nosotros?"
Klein-Smith, que es azafata y ha visto a muchos de sus compañeros perder su trabajo durante este año, dice que entiende a los londinenses que huyeron de la ciudad el sábado, poco después de que Johnson le pidiera a la gente que se quedara en casa. Dice que muchas personas estaban desesperadas, porque ya habían tomado la precaución de aislarse durante días para poder ir a ver a sus familias.
Pero el gobierno en sí no le merece ninguna simpatía, y agrega que tiene la esperanza de que Johnson renuncie en enero. "Primero se aseguraron de que la gente gaste dinero, compre los regalos, y saque sus pasajes en tren", dice. "Cancelar todo a último momento es un caos".
Algunos londinenses dicen que la preocupación por la nueva variante del virus solo vino a confirmar lo que ya sabían: últimamente, la gente estaba socializando demasiado como para que los viajes de Navidad fueran seguros. "En las últimas semanas, todos estábamos tapados de compromisos sociales", dice Bruce McCombie, que hace un año no ve a su familia en Escocia y también tuvo que suspender sus planes de Navidad. "Fue irresponsable."
Piers Storey es docente y cuando le preguntan sobre la decisión de los países europeos de cortar los viajes desde Gran Bretaña se ríe a carcajadas. "¿Qué te puedo decir? No hay peor aislamiento que el Brexit".
The New York Times
(Traducción de Jaime Arrambide)
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