La política ambiental de Bolsonaro empaña el atractivo de Brasil para el mundo
RÍO DE JANEIRO.- En el primer debate presidencial entre Donald Trump y Joe Biden, el martes pasado, casi no se habló de relaciones exteriores. Pero el Brasil de Jair Bolsonaro estuvo presente y desde entonces el Palacio de Planalto protagoniza un enfrentamiento con quien hoy encabeza las encuestas para las elecciones presidenciales en Estados Unidos.
Fanático defensor de la preservación del medio ambiente y de políticas sustentables de desarrollo económico, Biden lamentó los incendios en la región amazónica. En un gesto que provocó la furia del presidente brasileño, el candidato demócrata dijo que si fuera presidente reuniría fondos para ofrecer ayuda financiera a Brasil. Bolsonaro contestó que jamás aceptaría "sobornos" y días después, afirmó que las Fuerzas Armadas deben estar preparadas en caso de que "alguna potencia" haga "alguna tontería".
El episodio es uno más entre muchos desencadenados por la dramática situación que se vive en el estado de Amazonas y en la región del Pantanal. En la última Asamblea General de Naciones Unidas, Bolsonaro denunció lo que considera una campaña internacional de desinformación sobre lo que sucede en su país. Mintió, según ambientalistas, sobre la situación de los incendios y la deforestación para intentar frenar la ola de críticas, amenazas de boicot a productos brasileños y fuga de inversiones y capital como consecuencia de su mala gestión ambiental. Mientras la región amazónica arde en llamas, así como el bellísimo Pantanal, en gran medida por la falta de controles, el presidente de Brasil busca convencer al mundo de que su gobierno no es el culpable.
En la ONU, el jefe de Estado llegó a responsabilizar a los indígenas por los incendios, afirmación que se puede desmentir fácilmente. Un estudio del Instituto Centro de Vida (ICV), divulgado la semana pasada por la prensa local, mostró, por ejemplo, que el fuego que destruyó 117 mil hectáreas en el Pantanal empezó en cinco grandes haciendas. De acuerdo con el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe), de enorme prestigio y muy atacado por el gobierno, solamente en el estado de Mato Grosso ya fueron destruidas más de 1,74 millón de hectáreas. Investigadores del ICV confirmaron que 95% de este total eran, el año pasado, región de vegetación nativa.
Bolsonaro aseguró que Brasil tiene la mejor legislación ambiental del planeta. Lo que no dijo es que su gobierno está desde que llegó al poder trabajando para crear atajos en esa misma legislación que permitan negocios ilegales en la Amazonia y otras regiones. Eso es lo que explica, según especialistas brasileños, los trágicos números divulgados por el Inpe y por ONGs que trabajan el tema ambiental. Un panorama sombrío que ya está provocando salida de inversiones del país. En los primeros ochos meses del año, se fueron de Brasil US$ 15,2 mil millones, el mayor volumen de fuga de capitales registrado por el Banco Central desde 1982. Claramente no se van solamente por el maltrato al medio ambiente, pero es un factor de cada vez mayor peso.
La imagen de Brasil en materia ambiental está en su peor momento de la Historia, dijo a LA NACION Carlos Nobre, investigador del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de San Pablo (USP) y presidente del Painel Brasileño de Cambios Climáticos. Aunque reconoce que gobiernos pasados también cometieron muchos errores, Nobre sostiene que Bolsonaro "tiró a la basura una imagen que le llevó años a Brasil construir y que llegó a ser muy poderosa". El especialista lamenta que "en momentos en que hasta China asume compromisos sobre cambios climáticos, Brasil, alineado con los Estados Unidos de Donald Trump, avance en sentido opuesto".
Datos del Inpe muestran que en el período julio 2018/agosto 2019 la deforestación aumentó 34%, en relación al año anterior. Los datos de 2019/2020 todavía no fueron divulgados, pero Marcio Astrini, secretario ejecutivo del Observatorio del Clima, estima que hubo un crecimiento del 30%. "Será algo inédito en nuestra Historia tener dos aumentos consecutivos en niveles del 30%", aseguró Astrini. El especialista opina que "el discurso de Bolsonaro en la ONU no significa que le importe el medio ambiente, lo que le importa es ser reelegido dentro de dos años".
La base de apoyo del presidente, recordó el secretario ejecutivo del Observatorio del Clima, está integrada por ruralistas que, en muchos casos, son beneficiados por medidas del gobierno que permiten ilegalidades. El Ejecutivo aprueba, por ejemplo, las llamadas Instrucciones Normativas (IN) para permitir el reconocimiento de propiedades privadas dentro de áreas indígenas. Esto viola el artículo 231 de la Constitución, que reconoce a las comunidades indígenas "sus derechos sobre tierras que tradicionalmente ocupan, correspondiendo al gobierno federal demarcarlas, protegerlas y respetar todos sus bienes".
La legislación de protección del medio ambiente se construyó a lo largo de los últimos 30 años. En 1995, Brasil tuvo su mayor tasa de deforestación de la Historia y desde entonces los sucesivos gobiernos -algunos más que otros- defendieron el aumento de lo que se llama la reserva legal de la Amazonia. También hubo compromisos sobre el reconocimiento de áreas indígenas. "Ya en el gobierno de Dilma Rousseff se empezó a hacer menos. Temer no hizo nada y Bolsonaro es el primero que entierra la política ambiental de forma oficial", señaló Astrini.
El gobierno no cambió la legislación, pero hizo modificaciones reglamentarias que en la práctica anularon las leyes. Se alteraron presupuestos, fueron renovadas autoridades del Inpe y se le concedió más poder a funcionarios que cumplen al pie de la letra las instrucciones del Ejecutivo. El Instituto Brasileño del Medio Ambiente y los Recursos Naturales (Ibama), por ejemplo, aprobó una resolución que flexibiliza el procedimiento para comprobar la legalidad de maderas de exportación. O sea, más cantidad de madera está siendo extraída de manera ilegal, provocando deforestación, utilizando tierras indígenas y hasta trabajo esclavo.
Actualmente, existen dos procesos contra el gobierno de Bolsonaro en el Supremo Tribunal Federal (STF) por omisión en la utilización de fondos para el combate a la deforestación y cambio climático. No fueron usados el Fondo Clima, de unos US$ 54 millones, y el famoso Fondo Amazonia, financiado por los gobiernos de Alemania y Noruega, de US$ 220 millones. Bolsonaro acusa ONGs y gobiernos extranjeros de alimentar una campaña de desinformación sobre el tema medio ambiente en Brasil y por esa razón se rehúsa a usar los recursos. Es el primer presidente que lo hace.
Las imágenes de animales con las patas quemadas en el Pantanal causaron conmoción en Brasil y en el exterior. Especialistas aseguran que Brasil está cercano a un punto de no retorno y el presidente, fiel al pensamiento militar que en la década del 70 se refería a la Amazonia como "el infierno verde", parece dispuesto a mantener un plan de exploración en muchos casos ilegal que le pueda costar caro al país. Por primera vez, bancos y algunas empresas del sector agropecuario que temen sufrir boicots a sus productos en el exterior están presionando al gobierno.
El Instituto Igarapé está trabajando para crear herramientas que generen, en palabras de su directora ejecutiva, Ilona Szabó, "una revolución por la transparencia". Estas herramientas, explicó Ilona, analista política especializada en temas como drogas y armas, ya atacada públicamente por el presidente por su postura, según Bolsonaro, "abortista y defensora de la identidad de género", permitirán aumentar la responsabilidad de los sectores que actúan en la Amazonia. "Queremos ver donde nosotros, los ciudadanos, podemos cobrar una acción más rápida y que los sectores involucrados tengan mayor responsabilidad. Van a ser propuestas bien concretas", dijo Ilona.
Frecuentadora de foros internacionales de la sociedad civil, la directora ejecutiva del Igarapé lamenta que Brasil, por culpa de la mala política ambiental de Bolsonaro, "haya perdido todo su softpower". "Antes, se esperaba la presencia de Brasil en una reunión para tomar decisiones. Hoy, llega Brasil y todos se van", afirmó la analista política, describiendo una escena que retrata a la perfección el triste momento que vive el país donde todavía está la mayor floresta tropical del mundo.
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