Polonia llora a su hijo dilecto
Por Patricio Bernabé Enviado especial
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CRACOVIA.– “Adiós, Lolek.” Con lágrimas en los ojos y en el alma, de rodillas por un dolor insoportable, Polonia comenzó a despedir a Karol Wojtyla con el nombre al que cariñosamente se lo llamaba en su infancia y juventud, volcándose masivamente a los cientos de iglesias y santuarios que salpican el país en un testimonio conmovedor de devoción por su hijo más amado.
Se estima que unas 200.000 personas se congregaron ayer para orar por el Pontífice en el Centro de la Divina Misericordia, un imponente santuario de hormigón armado en el barrio Lagiewniki, de esta ciudad, próximo al convento donde vivió y murió la monja Faustina Kowalska, en cuyas revelaciones se inspiró su segunda encíclica, “Dives in Misericordia”, de 1980.
Una verdadera marea humana, levemente menor a laregistrada en Cracovia, acudió a la plaza central de Varsovia, llamada Josef Pilsudski, en recuerdo del fundador del Estado polaco moderno, para escuchar el servicio religioso.
En ese lugar, Juan Pablo II en 1979, en su primer viaje a la tierra natal, ya ungido en el trono de Pedro, echó la simiente de la libertad que años después acabaría con el opresor régimen comunista, al pedir al Espíritu Santo que descendiese a la tierra polaca e iniciara un cambio. En ese momento, el solar se llamaba Plaza de la Victoria.
Ayer, el padre nuestro se escuchó allí al unísono, como empujando cada palabra con la mayor fuerza posible para su ascenso al cielo. Pero en cada rincón de Polonia se repitieron las mismas escenas: llanto contenido, manos unidas, velas encendidas y plegarias compartidas para orar por el Papa que se ha ido. La sensación de pérdida era generalizada.
"El ayudó a reformar el mundo, es una pérdida muy dura", contó Andrejz, un joven que escuchó la misa de Varsovia en homenaje al Papa, abrazado a su novia, imagen que se calcó en quienes buscaron consuelo en esta hora difícil en la calidez de los afectos más cercanos.
La capital, tras el repiqueteo de campanas, permaneció durante toda la jornada en un silencio sólo quebrado por la música sacra que propalaron todas las radios y el murmullo de la oración improvisada, con banderas polacas y vaticanas con crespones negros, y con varios canales de televisión, tanto del Estado como privados, que se adhirieron a la congoja general y colocaron en sus pantallas como única imagen un manchón negro. El duelo decretado por el gobierno durará, se anunció, hasta la fecha del entierro del Pontífice.
"El nos abrió los ojos a los polacos. Somos otro país, en gran parte gracias a él. Estábamos bajo el yugo soviético y ahora somos Europa. ¿Qué será de nosotros sin su guía?", se preguntó acongojada Isabella, en plena misa, y mientras contemplaba con ojos vidriosos la infinidad de cabezas que dirigían su mirada al altar coronado con una pantalla gigante.
Ella, como tantos otros, no bien se enteró del deceso del Papa caminó hasta la iglesia más cercana con una vela y simplemente se quedó allí, arrodillada, sin pronunciar palabra, en el desahogo íntimo tras permanecer horas frente al televisor, pendiente de la angustiosa agonía que se vivía en Roma.
Por la noche, decenas de polacos desafiaban el frío reinante para ascender al Centro de la Divina Misericordia de Cracovia, para continuar el rezo y dejar otra vela encendida de las miles que poblaban la ciudad. Lo mismo ocurría frente al balcón de la sede del episcopado, desde donde el Papa se asomaba a saludar en cada visita a su querido terruño, y en la catedral de Santa Ana.
En la cabeza de todos retumbaban ayer aún las palabras de Wojtyla en la que sería su última visita, en agosto de 2002, tras beatificar a cuatro compatriotas suyos, en un improvisado ida y vuelta con los millones de fieles que asistieron a una misa en Cracovia. "Adiós. Quiero decirles que los veré pronto, pero eso está totalmente en las manos de Dios", dijo el Papa. "Te esperamos", respondió la muchedumbre. "Lo encomiendo a la Divina Misericordia", afirmó a su vez el Pontífice, mientras desde la explanada partían los mensajes espontáneos. "Te esperamos en Wadowice (su ciudad natal)" o "¡Quédate con nosotros!".
No pudo ser. Polonia ha quedado huérfana, pero busca ahora en las palabras de Juan Pablo II la fuente de inspiración que la ayude a continuar de pie.
"El día de su muerte quedará como el más triste de nuestras vidas", resumió Zuzanna, quien acudió, junto a su marido y a sus dos pequeños hijos, a rezar y rendirle homenaje, como todos los polacos, al que consideraban su padre. Y lo hicieron sencillamente, con un "¡adiós, Lolek!" que, aun sin ser pronunciado, se escuchó con una intensidad atronadora.
Una de sus últimas cartas
CRACOVIA (ANSA).- El papa Juan Pablo II envió una de sus últimas cartas hace 15 días a una amiga de Cracovia, a quien conoció en 1940 cuando juntos realizaban una obra de teatro.
La receptora del mensaje es Danuta Michalowska, de 83 años, quien le escribió al Santo Padre tras la traqueotomía que se le practicó el 24 de febrero. "Estimada Danuta, agradezco la carta que me escribiste. Aprecio tus plegarias en este momento. Aunque también me escribes que no te encuentras bien, me siento feliz de saber que deseas volver a tu viejo amor, el teatro", respondió el Pontífice. El mensaje, enviado el 15 de marzo último, confirma que hasta los últimos días el Papa estaba plenamente lúcido.
Michalowska mantuvo contacto epistolar con Wojtyla desde que asumió el pontificado, en 1978. “Le escribí en momentos difíciles de mi vida y él me daba consejos con largas misivas, a veces hasta de seis páginas”, relató.
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