Polonia enfrenta su elección más decisiva desde 1989, clave para la UE y la guerra en Ucrania
El oficialista Ley y Justicia llega a los comicios de hoy como favorito, pero sin mayoría suficiente para formar gobierno, que podría depender del partido de extrema derecha Confederación; Tusk encabeza la alianza opositora
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VARSOVIA.- Las elecciones generales que se disputan hoy en Polonia batieron ya varios récords: nunca antes tantos polacos en el exterior -más de 600.000- se habían registrado para votar, ni tampoco tantos residentes en el país -más de un millón- habían pedido el equivalente del voto por correo.
Y es que estas elecciones de resultado incierto están consideradas las más decisivas desde la transición a la democracia, a inicios de los años 90, a causa de la deriva autoritaria de su gobierno ultraconservador. Los comicios también se observarán con mucha atención en Bruselas, en Kiev y en Moscú, pues Varsovia desempeña un papel fundamental en la guerra de Ucrania, que alguno de los partidos en disputa pone en cuestión.
Desde su retorno al poder en 2015, el partido gobernante, Ley y Justicia (PiS, por sus siglas en polaco), ha ido erosionando las instituciones básicas para el buen funcionamiento del sistema democrático, en la misma línea de Viktor Orban, en Hungría, o Recep Tayyip Erdogan, en Turquía. Por ejemplo, ha minado seriamente la independencia judicial, llenando el Tribunal Constitucional de jueces afines. Asimismo, los medios de comunicación públicos se han convertido en una descarada herramienta de propaganda. “Estas elecciones serán libres, pero no justas. No hay un terreno de juego equilibrado entre gobierno y oposición”, advierte la analista Marta Prochwicz-Jazowska.
Precisamente, sus controvertidas reformas en el ámbito judicial han desatado un agudo conflicto con la Unión Europea (UE), y Bruselas abrió diversos procesos de sanción en contra de Varsovia. Por eso, los 36.000 millones de euros de los fondos de asistencia por la crisis del Covid-19 que le corresponderían a Polonia se hallan congelados. “Una victoria del PiS sería preocupante para la UE, porque tras el reciente triunfo de Fico en Eslovaquia, podría resucitar el grupo de euroescéptico Visegrado, y se podría volver a producir una batalla de Este contra Oeste en el seno de la Unión”, comenta Camino Mortera-Martínez, directora del Centre for European Reform, con sede en Bruselas.
Una de las derivadas de las elecciones polacas con mayor interés global es su efecto en las relaciones con Kiev. Ambos países experimentaron un seria crisis bilateral a causa de la decisión del gobierno del PiS de prohibir la importación de grano ucraniano, lo que se interpretó como una decisión de tipo electoralista para granjearse el apoyo de los campesinos polacos. El presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, no se amedrentó y respondió con una denuncia ante la Organización Mundial del Comercio (OMC).
En plena escalada de tensión, el primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki llegó a decir que su Ejecutivo dejaría de enviar armas al Ejército ucraniano, si bien matizó que la razón era logística y no política: el país ya habría mandado el stock de armamento que le era dispensable.
Ahora bien, el barómetro de la pérdida de respaldo popular a Ucrania no lo medirá tanto el grado de apoyo al partido gobernante, sino a la formación de extrema derecha Confederación, que no sólo aboga por dejar de enviar armas a Kiev, sino incluso por limitar las ayudas a los refugiados ucranianos. Los sondeos reflejan un crecimiento notable de este partido, que podría convertirse en el tercero en número de escaños y tener la llave de la gobernabilidad del país.
Las encuestas
Según todos los sondeos, el PiS será el partido más votado, pero no podrá repetir la mayoría absoluta lograda en 2019. La inflación y diversos escándalos de corrupción han hecho mella en su popularidad. Ahora bien, tampoco está claro que consiga la mayoría suficiente la alianza tripartita opositora, liderada por el exprimer ministro Donald Tusk, y que incluye a la centroderecha liberal y a la izquierda. Es en este escenario sin mayorías en el que Confederación -xenófobo, antisistema y ultraliberal- sería decisivo.
“El país necesita un cambio. El PiS ha ido repartiendo beneficios sociales a grupos concretos, lo que se ha traducido en más y más impuestos. El gobierno dice que la crisis económica y la inflación actuales se deben al coronavirus y a la guerra de Ucrania, pero los problemas ya vienen de antes”, espeta Remi Walas, un pequeño empresario que se define como centrista y aborrece el matrimonio entre Iglesia y política oficiado por el líder de PiS, Jaroslaw Kaczynski. Y es que su Tribunal Constitucional declaró inconstitucional la ley del aborto, y ahora es casi esta práctica es casi completamente ilegal.
Consciente de que la tendencia no lo favorece, el maquiavélico Kaczynski se sacó de la manga un referéndum para ayudarle a movilizar a su electorado. La consulta tendrá cuatro preguntas, dos de ellas dedicadas a la cuestión migratoria. El valor de la consulta será sobre todo simbólica, pues las medidas propuestas ya fueron aplicadas o bien todo el mundo sabe que no se aplicarán.
Una de las cuestiones hace referencia a la construcción de una valla de cinco metros en la frontera bielorrusa impulsada por el Ejecutivo después de la crisis migratoria de 2021 desencadenada por el dictador bielorruso, Alexander Lukashenko. Otra, a la propuesta actual de plan migratorio pactado por la mayoría de Estados de la Unión Europea, y que incluye el reparto forzoso y equitativo entre los 27 de los migrantes que llegan irregularmente al entero territorio de la Unión. Varsovia vetó la propuesta, por lo que la consulta es un nuevo desafío a la UE. Es decir, un nuevo desafío a Bruselas.
“Es un referéndum absurdo. ¿Por qué asustar con algo que nadie está proponiendo?”, se preguntaba el columnista Tomasz Krzyzak en un reciente artículo en el diario Rceczpospolita. La explotación de los miedos que suscita la migración en una parte de la sociedad polaca, muy homogénea y con una fuerte identidad católica, ya resultó decisiva en la victoria electoral del PiS en 2015.
Ahora bien, la indudable victoria en el referéndum de las posiciones apadrinadas por el gobierno podría no ser suficiente. Para que sea vinculante, la participación debe superar el 50%. Con el objetivo de que no se rebase este umbral, varios partidos de la oposición y ONGs de la sociedad civil están haciendo campaña a favor del boicot de la consulta. De todas formas, sus energías sobre todo están orientadas a unas elecciones que podrían hacer caer al gobierno y frenar el descenso hacia una posible autocracia.
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