¿Político maquiavélico o “rehén” de los halcones? El incierto rol de Benjamin Netanyahu en su embate contra el Poder Judicial de Israel
El mayor interrogante a raíz de la actual ola de protestas es si el primer ministro realmente tiene el control del país
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JERUSALÉN.- Un día después de la dramática votación del Parlamento de Israel para limitar las facultades de escrutinio del Poder Judicial sobre las acciones de gobierno, entre los israelíes cunde la incertidumbre: ¿las protestas paralizarán el país? ¿Habrá miles de soldados reservistas que no recibirán entrenamiento? ¿La Corte Suprema puede invalidar una ley destinada debilitar a la propia Corte Suprema?
Y el mayor interrogante de todos: ¿Benjamin Netanyahu realmente tiene el control del país? El primer ministro, en Israel conocido como Bibi, llegó al poder y sigue ahí desde hace más tiempo que cualquier otro líder israelí, sobre todo gracias a su reputación de maestro del pragmatismo estratégico y la cintura política.
Pero el caos de los primeros siete meses de su nuevo gobierno alimentan las especulaciones de que Netenyahu no tiene el control de su coalición -la más nacionalista y religiosamente conservadora de la historia de Israel-, sino más bien a la inversa.
Y el tema cobró mayor relevancia porque los israelíes ahora se pregunta hasta dónde piensa llegar el gobierno con el resto de sus propuestas judiciales y otros proyectos controvertidos que son esperados ansiosamente por los partidarios más radicalizados de la coalición gobernante.
“¿Netanyahu está débil y lo están empujando sus seguidores, o es un amo maquiavélico que busca el establecimiento de una Hungría mediterránea o una Turquía judía? Esa es la gran pregunta que recorre actualmente el debate en Israel”, dice Nadav Eyal, columnista político del diario Yediot Ahronot que sigue la carrera de Netanyahu desde hace más de dos décadas.
Su nuevo gobierno debutó en enero con un sorpresivo plan para reformar el Poder Judicial que de inmediato desató agitación social, y desde entonces los analistas políticos esperan que Netanyahu tome el control de la situación. Semana tras semana, las calles de Israel fueron colmadas por las mayores manifestaciones de su historia, los militares advirtieron que la agitación ponía en riesgo la capacidad de respuesta de las fuerzas armadas en momentos de crecientes tensiones regionales, las inversiones extranjeras abandonaron el país, y Bibi se hundió en las encuestas.
“Estar al volante”
Hasta entonces, la reforma judicial nunca había sido una prioridad para el primer ministro: de hecho, su compromiso personal con la propuesta siempre estuvo en duda. Sus opositores se apresuraron a mostrarlo como impotente frente a los integrantes más fanatizados de su coalición, a quienes necesitaría aplacar para conservar su escasa mayoría de cuatro escaños en un Parlamento de 120 legisladores.
“No tenemos primer ministro”, dijo el lunes posterior a la votación el líder opositor Yair Lapid. “Netanyahu se ha convertido en un títere de extremistas mesiánicos.”
La oficina del primer ministro no quiso hacer comentarios, pero un alto funcionario de gobierno que pidió reserva de su nombre para referirse a asuntos internos del gobierno rechaza las especulaciones de que el primer ministro no está plenamente a cargo del país. “La persona que tiene las dos manos en el volante es Benjamin Netanyahu”, dice el funcionario. “La última palabra la tiene él.”
La referencia a “estar al volante” es recurrente en referencia Netanyahu. En noviembre, después de obtener un sexto mandato, el primer ministro se paseó por todos los medios de comunicación de Estados Unidos para tratar de tranquilizar a los nerviosos aliados de Washington de que no sería un rehén de su coalición.
“Mis manos están firmemente al volante”, dijo entrevista tras entrevista.
El primer ministro se enfrentó a los halcones en marzo, cuando puso en pausa la controvertida ley judicial después de una huelga general que paralizó el país y de que su propio ministro de Defensa hiciera públicas sus dudas. Netanyahu prometió iniciar conversaciones, hacer concesiones y buscar consenso.
Pero en junio esas conversaciones colapsaron y los miembros de la coalición se apuraron a aprobar la primera parte del paquete legislativo, a pesar de la creciente condena nacional e internacional y de no contar con un solo voto de la oposición.
Controversias
Algunos creen que Netanyahu, de 73 años, sigue siendo un operador político hábil que está de acuerdo con el resultado de la votación del lunes. El domingo a la madrugada, el primer ministro debió ser trasladado de urgencia al hospital por una afección cardíaca que no fue revelada. El lunes regresó a la Knéset —como se conoce al Parlamento israelí— con marcapasos nuevo, pero no se lo vio debilitado en absoluto.
“Sigue siendo un político talentoso”, dice Yohanan Plesner, presidente del Instituto de Democracia de Israel. “Si realmente quisiera que el gobierno tome otro rumbo, estoy seguro de que encontraría la manera de hacerlo.”
Plesner, que ha compartido el hemiciclo del Knéset con Netanyahu, cree que ambas cosas pueden ser ciertas a la vez: que Netanyahu tiene menos margen de maniobra con esta coalición que con las anteriores, más moderadas, y que no lamenta ver reducido el poder de los tribunales.
La relación de Netanyahu con el Poder Judicial y los fiscales, señala Plesner, se volvió mucho más tensa desde 2019, cuando fue acusado de corrupción.
“Ya no parece cumplir el rol de moderador que ejercía antes”, señala Plesner. “Él mismo se radicalizó, tal vez a causa del juicio en su contra.”
Netanyahu logró armar gobierno recurriendo a políticos hasta entonces considerados marginales en la política israelí. La alianza más sorprendente fue con Itamar Ben Gvir, un líder de colonos ultranacionalistas que ha sido condenado por incitar al racismo contra los árabes. En el nuevo gobierno, Ben Gvir asumió como ministro de seguridad pública, a cargo de las fuerzas de aplicación de la ley.
Sobre lo que no hay dudas es sobre la importancia que Ben Gvir y los otros socios de Netanyahu le dan al control de la Justicia.
Los partidos ultraortodoxos no quieren que los tribunales eliminen los privilegios especiales, como la exención de reclutamiento de la que gozan los estudiantes de yeshivá, o que restrinjan la autoridad religiosa sobre los matrimonios y otras leyes civiles. El martes, los legisladores ultraortodoxos presentaron un proyecto de ley que equipararía el estudio de la Torá con el servicio militar, aunque dirigentes del Likud dijeron que el proyecto no figura en la agenda legislativa.
Los partidos nacionalistas están irritados por las restricciones que impuso la Justicia a la expansión de los asentamientos israelíes en Cisjordania, y algunos miembros han pedido abiertamente la anexión de los territorios ocupados.
Y tampoco han callado su intención de abandonar y hacer caer el gobierno si Netanyahu demora o suaviza demasiado sus propuestas.
De hecho, en marzo, poco antes de que Netanyahu pusiera en pausa el proyecto de ley, Ben Gvir amenazó con abandonar la coalición, según informes de los medios israelíes. A continuación le entregaron el control de una nueva unidad de la guardia nacional, que los críticos condenaron como un peligroso intercambio de favores. Y este lunes Ben Gvir repitió la amenaza, cuando advirtió que los intentos de último minuto para suavizar la propuesta harían colapsar al gobierno.
Durante la votación, Netanyahu se quedó sentado plácidamente entre el ministro de Justicia y principal defensor de la reforma, Yariv Levin, y el ministro de Defensa, Yoav Gallant, crítico del proyecto legislativo, que discutían posibles concesiones de ambas partes.
De hecho, la opinión del propio primer ministro no era clara, pero más tarde los miembros de la coalición dijeron a los medios que le habían dejado claro A Netanyahu que no debía intentar ninguna movida por su cuenta.
“El primer ministro descubrió que acá hay una coalición muy fuerte y que no puede simplemente tomar la decisión de demorar la aprobación de esta ley”, dijo Tally Gotliv, miembro del Likud, en una entrevista con el diario Zman Yisrael. “Creo que por primera vez el primer ministro se dio cuenta de que no tiene margen para dar un paso atrás.”
En un discurso posterior a la votación del lunes, Netanyahu se comprometió nuevamente a buscar consensos sobre la legislación que se avecina: “No renunciamos a la posibilidad de llegar a un amplio acuerdo, yo creo que es posible.”
Pero independientemente de lo que quiera Netanyahu, con manifestantes que prometen quedarse en las calles el tiempo que haga falta y con sus socios de coalición que prometen seguir adelante, es probable que el margen para las concesiones se esté desvaneciendo.
Steve Hendrix
Traducción de Jaime Arrambide
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