Podemos deja la revolución para reconvertirse en un partido "normal"
En una reunión con sus aliados, Pablo Iglesias admitió que el futuro de la formación radical es incierto
MADRID.- En el aula, reclinado sobre el escritorio como en sus días de profesor, Pablo Iglesias se transforma. Habla con serenidad, desarrolla teorías sin la simpleza que obliga un set de televisión, se permite una introspección inusual en un político de masas, confiesa sus miedos.
"Lo que viene me impresiona y me «acojona». Pasar de ser partisanos a ejército regular no es fácil y nadie nos garantiza que nos va a ir bien." Golpeado todavía por el pinchazo electoral del domingo 26, el fundador de Podemos siente que de algún modo le toca entregar las armas.
Lo dijo ayer con sinceridad brutal durante una larga jornada de debate en la Universidad Complutense en la que analizó junto con sus aliados cómo seguir adelante después de la decepción. "Se acabó la hipótesis Podemos -sostuvo-. Se acabó el estilo Podemos. Se acabó el blitz."
Ahora es momento de ser "un partido normal". Entrar en las instituciones, jugar en la vida parlamentaria y combatir el rasgo que identificó como su mayor hándicap: el miedo que causa en los votantes la hipótesis de un gobierno de izquierda radical (o "alternativa", para respetar la etiqueta que él prefiere).
Se percibía un ligero aire de claudicación. Aquel hombre -37 años, el pelo siempre sujeto en una colita- no parece el mismo que en 2014 anunció a España que se proponía "tomar los cielos por asalto". La revolución se hundió en la orilla cuando, contra todos los pronósticos, Iglesias quedó tercero en la repetición electoral de hace 10 días (21%) y perdió un millón de votos respecto de los comicios de diciembre. El conservador Mariano Rajoy amplió su caudal (33%) y quedó más cerca de repetir gobierno.
"Entramos en una fase en la que nos tenemos que convertir en un partido normal. Nuestra capacidad de mantener el sex appeal va a quedar enormemente reducida", señaló. Ni una pizca de optimismo barato: "Puede ser que ganemos las elecciones en cuatro años o que nos demos una hostia (golpe) de proporciones bíblicas".
Iglesias y sus allegados representaron en público un debate que llevan desde hace meses en privado: cómo empaquetar la rebeldía y la indignación en un formato atractivo para una mayoría social.
Íñigo Errejón, número dos del partido y vocero del ala que pugna por la moderación, se sinceró ayer en el aula de la Complutense. "No queda excluida la posibilidad que Podemos gobierne España, pero el Podemos que puede gobernar es menos impredecible y menos sexy, y a la vez despierta menos incertidumbre y da menos miedo a los sectores que miran con temor al cambio político".
Estudioso de los populismos latinoamericanos -una suerte de europeronista-, Errejón presiona para escapar de las etiquetas de izquierda y construir una alternativa real de poder. "Nada vamos a cambiar si entramos al Parlamento simplemente con una oposición irreverente, como un intruso que saca un cartel de vez en cuando." Iglesias acotó: "El trabajo parlamentario puede ser maravilloso o el camino hacia el cretinismo político. Yo he salido muy asustado de estos seis meses. No está claro que sea el escenario más cómodo para nosotros".
Los dirigentes de Podemos discrepan sobre si estuvo bien aliarse para estas elecciones con Izquierda Unida (IU), la federación que incluye al Partido Comunista. Pensaban que así podían sumar los votos de ambos y superar al Partido Socialista como segunda fuerza para luego plantearse reclamar la cabeza de un gobierno progresista. No ocurrió.
"En esta campaña corrimos el riesgo de dejar la división entre los de arriba y los de abajo que tan bien nos había funcionado. La propia lógica de la elección, muy centrada en los pactos futuros, instaló el eje izquierda-derecha que siempre quisimos evitar", dijo Irene Montero, pieza clave de la dirección de Podemos.
Iglesias añadió que las elecciones habían demostrado que Podemos y sus aliados están obligados a convivir con el PSOE, al que ya no sueña con borrar del mapa. "Quedó claro que seguirá siendo un actor decisivo en la política española."
"No importan los nombres o las alianzas -apuntó Errejón-. Lo que tenemos que demostrar es si somos capaces de ilusionar a los sectores más dinámicos y disolver los miedos." ¿Lo conseguirán? Iglesias se permite dudarlo, metafórico y gramsciano como de costumbre: "Puede ocurrir que Podemos no funcione como ejército regular. Que hayamos sido una máquina de combate en la guerra de movimientos, pero que en la guerra de posiciones no funcione".
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