Por primera vez una mujer afro llega a la casa presidencial; representa y encarna la lucha colectiva por la igualdad de género y étnica y su vida misma es el reflejo de eso
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Gustavo Petro y Francia Márquez hicieron historia este domingo en Colombia. El primer presidente de izquierda del país y el primer costeño llega a Nariño de la mano de la primera vicepresidenta afro de la historia.
Esa dupla, de la coalición Pacto Histórico, obtuvo más de 11,2 millones de votos, una cifra también histórica, y derrotó a Rodolfo Hernandez y Marelen Castillo, de la Liga de Gobernantes Anticorrupción.
Su elección, además, supone un cambio en la manera de llegar al poder en un país que ha estado gobernado históricamente por hombres blancos de élite y urbanos.
Por primera vez una mujer afro llega a la casa presidencial. Márquez representa y encarna la lucha colectiva por la igualdad de género y étnica. Su vida misma es el reflejo de eso, de ahí que para conocer su historia sea clave detenerse en el lenguaje que ella misma usa.
“Vivir sabroso”, “Soy porque somos” y “Que la dignidad se vuelva costumbre” son algunas de las frases que repite y que muchos colombianos, algunos sin entender, escucharon por primera vez durante la campaña electoral.
Ella ha dicho que habla y se comporta como la gente de a pie, como la gente que tiene “las manos callosas” de trabajar, porque para esperanza de unos y desconfianza de otros, la nueva vicepresidenta representa a una Colombia que habla distinto, que ha crecido lejos de los centros de poder y que ha sobrevivido en carne propia a una guerra de décadas. O como ella dice: representa a los nadies y las nadies del país.
Pero, ¿cómo esta mujer de 40 años logró llegar desde las minas de oro artesanales en el norte del Cauca, hasta una oficina en la Casa de Nariño en Bogotá?
En BBC Mundo hacemos un recuento de los tres hitos que supone su elección.
1. Una vicepresidenta afrocolombiana
La elección de Márquez supone que llegue por primera vez al palacio presidencial la diversidad étnica que existe desde siempre en Colombia.
Francia Márquez nació en Yolombó, una vereda del municipio de Suarez, en el departamento del Cauca. Es una región en el suroeste del país que está habitada principalmente por comunidades afrodescendientes e indígenas.
Su mamá es partera, una tradición que aprendió de las abuelas y que, según ha dicho Márquez, le enseñó desde niña a ver su territorio como un espacio de vida. Es tal la conexión que tienen las comunidades afro con su tierra que cuando un bebé nace, entierran su ombligo para que se arraigue y crezca con la fuerza del lugar.
De ahí que la nueva vicepresidenta use frecuentemente la palabra ubuntu, que significa “soy porque somos” y que hace parte de la filosofía africana.
Esa es la tradición en la que creció Márquez. Su infancia y juventud fue como la de la mayoría de mujeres negras del norte del Cauca. Estudió lo básico en la escuela cercana y ayudó en su casa desde pequeña.
A los 16 años tuvo su primer hijo y se convirtió en madre soltera. Para buscarse un sustento trabajaba como minera artesanal.
Como ella, muchas personas con linternas y bateas en mano se internaban en las minas a orillas del río Ovejas en busca de un poco de oro para venderle al mejor postor.
“Cuando conocí a Francia era una joven minera, con un carácter muy fuerte, no tenía filtro”, recuerda en conversación con BBC Mundo Elizabeth García, abogada e indígena arhuaca.
Y Márquez lo reconoce: ha dicho que ser mujer negra empobrecida hace que se forme un carácter, porque no hay otra forma de salir adelante.
La pregunta ahora es si ese carácter que la llevó hasta la vicepresidencia le alcanzará para materializar todo lo que representa y defiende, en especial la reducción de las brechas de desigualdad y discriminación hacia las mujeres y hacia quienes habitan los territorios étnicos y rurales.
“El temor es que las expectativas son demasiado altas con ella. Creo que corre el riesgo de sufrir el síndrome Obama, que es pensar que por tener un presidente negro se van acabar los problemas de discriminación y resulta que no”, explica Sandra Borda, analista política y docente de ciencia política en la Universidad de los Andes.
Pero aunque le sea imposible estar a la altura de las expectativas, Borda considera que Márquez sí tiene en sus manos “un poder enorme de, por lo menos, empezar a cambiar la tendencia a los problemas de desigualdad racial y de género en el país”.
2. Una vicepresidenta líder ambiental
En la comunidad de Márquez, como ella ha contado, la gente ve el río Ovejas como la fuente de subsistencia. Como padre y madre al mismo tiempo, es muy respetado y cuidado. Por eso en 2009 cuando apareció un proyecto para desviar el cauce de ese río hacia una represa cercana, empezó su activismo.
“Eso implicaba que las mujeres no podían seguir trabajando y ese era su sustento. Así que la vida misma llevó a Francia a un rol de liderazgo, no creo que haya sido algo planeado; simplemente haber sufrido en carne propia el tema de la discriminación, haber sido madre soltera muy joven, la llevó allí”, dice García.
Además del desvío, se entregaron títulos de minería a empresas multinacionales que iban a desalojar a la población para poder empezar el negocio.
Era 2009 y Márquez decidió entonces poner una acción de tutela que fue negada dos veces hasta que lograron que la Corte Suprema la revisara. El máximo tribunal le dio la razón a la comunidad: la empresa no había hecho consulta previa ni había seguido el debido proceso, por lo que se frenaron los títulos de minería.
Ese primer logro la posicionó como una líder local. Fue su primer paso político sin quizás darse cuenta.
Pero la situación no mejoró porque tiempo después llegó la minería ilegal a la zona. Las comunidades empezaron a ver maquinaria que contamina el río con mercurio.
En medio de la frustración, Márquez propuso a las mujeres hacer una movilización. Ha contado que muchas tenían miedo, pero cuando les dijo que lo haría sola, se solidarizaron. Quince mujeres de Suarez emprendieron una marcha con turbantes hasta Bogotá. Caminaron alrededor de 600 kilómetros en los que se fue sumando más gente.
A Bogotá llegaron más de 100 personas. Se ubicaron en el Ministerio de Justicia durante varías semanas hasta que lograron ser escuchadas.
Gracias a esa gestión, Márquez ganó el premio nacional de derechos humanos en 2015. En 2016 su nombre apareció en la prensa local, cuando enfrentó públicamente al entonces presidente Juan Manuel Santos por un incumplimiento de los compromisos adquiridos con las comunidades étnicas.
Pero su salida total del anonimato llegó en 2018, cuando recibió el premio Goldman, considerado el Nóbel de Medio Ambiente.
Según su página web, el premio reconoce a personas de todo el mundo por sus esfuerzos sostenidos y significativos para proteger y mejorar el medio ambiente natural, aún cuando tienen que correr un gran riesgo personal.
Como es el caso de Márquez quien fue víctima de intimidaciones y de un atentado que la obligó a abandonar su territorio. Sus dos hijos se encuentran exiliados y su familia no ha sido expuesta públicamente por cuestiones de seguridad. Colombia es uno de los países en los que más líderes sociales y medioambientales son asesinados cada año.
Así que el Goldman partió la vida de la nueva vicepresidenta en dos. No sólo porque, como ha dicho, empezó a ser alguien en la agenda pública y a posicionarse como un referente de liderazgo ambiental, sino porque con el dinero que recibió pudo comprar una casa para su familia.
3. Una vicepresidenta que fue empleada doméstica
Márquez tuvo que interrumpir muchas veces sus estudios. A veces no tenía con qué pagar el semestre, o no podía dejar de trabajar para dedicarse a estudiar. Le tomó muchos años concretar su sueño de ser abogada.
En el camino hizo de todo. Hasta trabajó como empleada doméstica en casas de familias en Cali y sorteó el desplazamiento y las amenazas que le llegaron por cuenta de su liderazgo en la comunidad.
Hasta que en 2020, a sus 38 años, pudo graduarse como abogada de la Universidad Santiago de Cali con una tesis laureada sobre racismo estructural.
Su entrada a la política ocurrió dos años antes. En 2018, después de ganar el Goldman, fue candidata a la Cámara de Representantes del Congreso por las comunidades afrodescendientes, pero no obtuvo puesto.
Dos años después y con su título de abogada en mano, anunció su precandidatura a la presidencia de 2022 dentro de la coalición Pacto Histórico. No logró recoger las firmas suficientes para presentarse por su cuenta, así que el partido político Polo Democrático le dio el aval para continuar.
En marzo de este año se enfrentó a Gustavo Petro y a tres candidatos más en una consulta previa de la coalición. Quedó en segundo lugar con 780.000 votos, mientras Petro obtuvo el primer lugar con más de cuatro millones y se convirtió en candidato a la presidencia.
Semanas después el Pacto Histórico anunció que Márquez sería su fórmula vicepresidencial. Después de meses de una campaña polémica y reñida, Francia se convirtió en la primera mujer afro en llegar a la vicepresidencia de Colombia.
“Que Francia esté en la vicepresidencia significa un hito histórico para las mujeres que luchan en Colombia. Ella es la cara visible y representa el trabajo colectivo de las comunidades afrocolombianas, no fue elegida a dedo, obtuvo la tercera votación más alta en las consultas”, dice Sher Herrera, afrofeminista y estudiante de estudios afrocolombianos de la Universidad Javeriana.
El reto a partir de ahora
La hazaña de Márquez no termina con su llegada al poder. Ahora tendrá que materializar su propuesta de cerrar la brecha de la desigualdad.
“Es importante decir que a pesar de que ella es una buena noticia para las mujeres, eso no quiere decir que el tema de género haya estado en el centro de la campaña de Gustavo Petro. Es decir, no va a ser la prioridad del gobierno y va a depender de ella y de las mujeres que la sigan que así lo sea.
“Lo que vamos a ver, seguramente, van a ser grandes esfuerzos por tratar de abrir espacios de equidad y por tratar de eliminar formas de discriminación sistemática”, explica Borda.
Su propuesta bandera es la creación del Ministerio de la Igualdad y es en donde ha dicho que concentrará su labor durante los siguientes cuatro años de gobierno.
Para algunos es una apuesta ambiciosa que desconoce, de alguna manera, instituciones y programas que ya existen y que necesitan ser fortalecidos, antes de gastar recursos en crear una nueva cartera.
Pero Borda, en cambio, opina que “sí es tremendamente importante subirle el perfil a la institucionalidad dedicada al tema porque lo que ha pasado es que la gestión alrededor del tema de la igualdad desde el punto de vista de género y desde el punto de vista racial, es una gestión que está desagregada, fragmentada y por tanto no tiene un nivel de coordinación lo suficientemente alto como para que se constituya en prioridad y para que sea efectiva”.
Y Márquez tiene la legitimidad y el respaldo de los colectivos y las comunidades que llevan años tratando de posicionar sus temas en la agenda pública.
“No es la primera vez que una mujer negra o indígena trata de llegar a una posición de poder, la diferencia está en que la voz de Francia es la de muchas otras. Cuando Francia habla no habla ella, sino todas las comunidades que tenemos un referente y ella lo tiene absolutamente claro”, concluye García.
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