Coronavirus: por qué pese a tomar medidas a tiempo Perú es de los que más sufre en la región
Perú está en cuarentena desde mediados de marzo, cuando tenía 86 contagios. Ahora padece 111.000. Al parecer nadie se acordó de avisarle al coronavirusque no era bienvenido y avanzó como dueño de casa en la capital, Lima, y otros sectores, como en las comunidades amazónicas, aisladas de todo menos del nuevo enemigo.
El tiempo vuela, igual que los casos, el segundo número más alto de América Latina después de la crítica escalada de Brasil (más de 310.000 infectados). En estos momentos los registros añaden cerca de 4000 casos y 100 muertos al día. Al total de 111.000 casos se suman 3200 muertos.
Solo que si fuera por el presidente Jair Bolsonaro , los brasileños deberían seguir trabajando en las fábricas y oficinas, comprando en el shopping y paseando en la playa. Todo el año es Carnaval. El presidente Martín Vizcarra, en cambio, hizo los deberes en Perú cerrando el país por dentro y por fuera. Y lo hizo enseguida, con miles de policías y militares supervisando, supuestamente, que se respete el confinamiento. También al revés de Bolsonaro, Vizcarra intentó seguir las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Pero ahora Lima y el cercano puerto del Callao estallan en casos de coronavirus, concentrando el 70% del total nacional. También las cálidas ciudades del norte están en problemas, y en el Amazonas la cosa se volvió un sálvese quien pueda. Al menos las otras regiones la pasan mejor. Pero debido al agravamiento de la crisis extendió la cuarentena, que debía terminar el 24 de mayo, hasta el 30 de junio.
Según coinciden los expertos, y según la información de todos los días, entre esos 86 casos a mediados de marzo y estos más de 111.000 de la actualidad, la disparada se produjo por un déficit estructural y organizativo que ninguna declaración de cuarentena podía salvar como por arte de magia.
De nada sirvió que Perú fuera una de las economías más pujantes de América Latina, con un crecimiento contante y sonante durante dos décadas consecutivas y datos probados de una relativa reducción de la pobreza.
"El caso peruano es un caso muy especial en el contexto de América Latina. Porque es el caso de una economía que venía comportándose de una forma bastante aceptable. No teníamos problemas fiscales, no teníamos problemas de inflación, no teníamos problemas de comportamiento del precio del dólar. Pero teníamos algunos problemas estructurales que a pesar de la bonanza económica no disminuyeron", dijo a LA NACION el economista peruano Jorge González Izquierdo.
"Ante estas fallas estructurales, cuando cae la pandemia obviamente agarra al gobierno y al país, como decimos en Perú, con los pantalones abajo", agregó González Izquierdo, con un lenguaje menos técnico pero más gráfico.
Entre esas fallas está la altísima informalidad de la economía peruana: el 70% de los trabajadores se emplea en el sector informal. Y muchos en la calle: cuentapropistas, comerciantes, taxistas y kiosqueros sin registrar. Sin ayuda del Estado, siguieron trabajando para llegar no solo a fin de mes, sino al final del día. El gobierno solo salió al rescate del otro 30%, el formal, que recibieron bonos solidarios.
Eso no evitó, además, que se perdieran millones de empleos y que los pobladores de las zonas rurales que trabajaban en la capital huyeran en masa de Lima, devenido un angustiante hervidero que entre el coronavirus, la cuarentena mal concebida y el desamparo oficial los forzó a emprender el camino de vuelta a sus pueblos, caminando si hacía falta.
Los que siguieron transitando en las calles de Lima asumieron un altísimo riesgo. Los mercados y comedores que siguieron abiertos no cumplieron con las medidas de seguridad y se volvieron masivos focos de contagio. Y los afortunados que recibieron los bonos solidarios salieron a cobrarlo en persona a los bancos, en largas y caóticas colas, invitando otra vez al peligro. La cuarentena, entonces, fue más una declaración de principios que una estrategia.
El Centro Nacional de Epidemiología informó esta semana que el 80% de los infectados fueron pacientes asintomáticos, lo que significa menos internaciones pero también más posibilidades de contagio en las calles, como sucedió.
Y una vez infectados, mejor no buscar asistencia. El otro desastre estructural es el sistema de salud pública, que se derrumbó a la primera de cambio. Los hospitales están saturados y expulsan a más pacientes de los que reciben. Los médicos y enfermeros se contagian al por mayor en esos mismos establecimientos, protestan por las pésimas condiciones e instrumentos de trabajo, y reclaman desinfecciones.
"Es como una película de terror", dijo un enfermero del hospital Hipólito Unane, de Lima, durante una protesta de esta semana frente a su lugar de trabajo. "Adentro parece un cementerio por los cadáveres, los pacientes mueren en sus sillas o en sillas de ruedas", agregó. El Colegio de Médicos de Perú informó que 26 médicos murieron hasta ahora de coronavirus, con más de mil contagiados.
La protesta de los médicos y la cantidad de enfermos se hicieron sentir. El pleno del Congreso peruano acaba de aprobar un dictamen que declara en emergencia el sistema nacional de salud por 12 meses y establece la conformación de una comisión mixta que tendrá que formular, en un plazo de 120 días, un anteproyecto de ley para reformar el sector.
Omar Merino, titular de la Comisión de Salud, dijo que el coronavirus encontró a un sistema de salud "con débil rectoría, fragmentado, precarias estructuras y una injusta política de recursos humanos". Otra forma de decir que estaban con la guardia baja. O como bien señaló González Izquierdo, con los pantalones abajo.
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