Perros, aviones, cámaras térmicas y ceremonias superticiosas para encontrar a los chicos en la selva
El poder y tecnología de las Fuerzas Militares se juntaron con ritos de comunidades indígenas en el rescate
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BOGOTÁ.- Alas 5:15 de la tarde del viernes, cuando ya empezaba a oscurecer en las selvas del Caquetá y la temperatura había bajado por cuenta de un día lluvioso, un grupo de indígenas de las comunidades Siona y Araracuara, que se sumaron a la búsqueda de los cuatro niños desaparecidos tras el accidente aéreo registrado el primero de mayo, finalmente encontró a los menores.
Pasaron solo unos minutos para que se sumaran a la milagrosa escena un personal de las Fuerzas Especiales que estaban cerca y en la que había dos enfermeros de combate que iniciaron la estabilización médica de los niños.
Mientras los menores eran atendidos, al presentar un evidente cuadro de desnutrición, el oficial encargado de la célula se comunicó con el general Yor William Cotua Muñoz, comandante de la división de las Fuerzas Especiales del Ejército, quien fue el cerebro de toda la operación de búsqueda y le dio la clave que habían acordado para comunicar el hallazgo de los menores: ‘milagro, milagro, milagro, milagro’.
Un milagro por cada uno de los niños indígenas que fuera encontrado con vida. El uniformado escuchó con zozobra cada una de las palabras temiendo que el oficial que le daba la información se detuviera antes de completar los cuatro milagros (lo que habría implicado que alguno de ellos no había sido hallado o estaba muerto).
Finalmente, después de 39 días del accidente, en el que murieron tres personas, y de una labor incansable de 102 militares, 16 indígenas y hombres de la Defensa Civil, que se internaron por turnos en la selva y que en medio de difíciles condiciones climáticas y un terreno adverso en el que hay animales y grupos ilegales, los niños estaban a salvo.
En la búsqueda se desplegaron 11 aeronaves, se lanzaron 10.000 volantes en la selva con mensajes a los menores en su lengua, se ubicaron 100 kits de comida en diferentes puntos esperando que los menores los encontraran, desde los helicópteros se hizo perifoneo durante 52 horas trasmitiendo el mensaje de la abuela de los menores: “Le pido un favor, tienen que estar quietos porque el Ejército los está buscando, si escucha el micrófono, ellos los van a traer”.
Además, se usaron cámaras térmicas y se acudió a satélites de otros países para avanzar en la georreferenciación de las zonas que iban cubriendo los militares.
Los menores fueron hallados en zona rural de la vereda Palmarosa del municipio de Solano, en Caquetá, a cinco kilómetros lineales del sitio del accidente.
Sin embargo, su recorrido no fue recto, pues en las bitácoras de los militares se observan los rastros dispersos y a grandes distancias que fueron dejando los niños como un tetero, un cambuche, restos de una fruta comida y huellas, que alentaban sobre la posibilidad de hallarlos con vida. La tarea fue tan grande que en las labores de búsqueda los uniformados peinaron a pie 2.652 kilómetros, es decir, casi tres veces la distancia que hay entre Bogotá y Santa Marta.
Más grande que la titánica labor de los integrantes de la Fuerza Pública y las comunidades indígenas que trabajaron sin descanso, fue el valor y la tenacidad de Lesly de 13 años, Soleiny de 9, Tien Noroel de 5 y Cristin Neriman de apenas un año (los dos últimos menores estuvieron de cumpleaños en la selva) que se mantuvieron con vida, sobrevivieron al impacto de la avioneta en la que se accidentaron, superaron el dolor de ver a su madre muerta en el siniestro, caminaron esquivando todos los peligros buscando la salida de la zona, y se aferraron a la vida.
El general Pedro Sánchez Suárez, comandante del Comando Conjunto de Operaciones Especiales de Colombia (Ccoes), dijo que en la larga búsqueda, los menores y los uniformados pudieron estar cerca pero que los niños estaban tan débiles que posiblemente no pudieron pedir ayuda. El estado de desnutrición de los niños estaba tan avanzado que las horas jugaban en su contra y, si no se hubiera logrado el reencuentro el viernes, la historia y el desenlace habrían podido ser diferentes. Damaris Mucutuy, tía de los menores, señaló que los niños conocían la selva y saben que hay frutos que pueden comer y otros que los pueden enfermar, y que eso habría sido fundamental para su supervivencia.
Los ritos en la selva
Luis Acosta, coordinador nacional de guardia indígena, quien hizo parte del grupo de búsqueda de los niños, habló con El Tiempo y explicó los rituales sagrados que, según su cosmovisión de la vida, fueron definitivos para encontrar con vida a los menores.
”La selva es muy espiritual, sobre todo esa selva virgen que nadie ha pisado y allá hay unos poderes espirituales muy fuertes”, dijo tras señalar que en las largas jornadas de búsqueda se le pidió permiso a la selva para ingresar en una ceremonia espiritual. “Es como cuando yo llego a tu casa; lo mismo, tengo que pedir permiso porque no es casa mía. Lo mismo, la selva es una mansión de muchos saberes, de mucha espiritualidad, tengo que pedir permiso porque hay unos dueños espirituales”, dijo.
Acosta relató que tanto indígenas como militares compartieron chimú (o chimó), una medicina ancestral de esta zona, para poder caminar en la selva y aguantar las largas jornadas, e indicó que los indígenas tomaron mambe y ambil: “No es suficiente la comida física, también se necesita de alimento espiritual”.
Y añadió: “Los soldados nos aportaron sabiduría técnica, los GPS y los teléfonos satelitales y todo eso, y nosotros aportamos sabiduría ancestral frente a cómo andar en la selva, cómo pedirle permiso, cómo honrar la selva y así se hizo y también para no perdernos, porque es muy fácil perderse en esa selva”.
Acosta, además, reveló a EL TIEMPO que el día del milagro, el indígena que encontró a los niños tomó yagé. Y destacó que los saberes tradicionales de los menores les salvaron la vida. “Estos niños son criados en la selva y educados en la medicina ancestral y por eso duraron. Y porque desde acá se hizo ritual para que les llegara a ellos. Eso ayudó a que esa niña en sus 13 años tuviera la capacidad espiritual y física para resistir y ayudar a sus hermanitos. Eso un niño de Bogotá no hubiera aguantado”, dijo.
El líder indígena destacó la importancia de Lesly, la hermana mayor, como una pieza fundamental para el resultado de la búsqueda y quien asumió con toda madurez la tarea de mantener con vida a sus hermanos.
El ministro de Defensa, Iván Velásquez, dijo sobre Lesly: “Tenemos que reconocer su valor y su liderazgo, fue por ella que los tres hermanos pudieron sobrevivir a su lado, con sus cuidados y conocimientos de la selva”.
La directora del Bienestar Familiar, Astrid Eliana Cáceres Cárdenas, confirmó que los menores encontraron las raciones de alimentación que se dejaron en la zona. Esa estrategia acordada con los militares permitió que pudieran tener energía para seguir caminando.
A su turno, Carlos Villegas, quien lleva 10 años en la Defensa Civil, los últimos tres junto a la perra Tellius, y quienes hicieron parte de las labores de búsqueda, señalo que esta fue la misión más difícil de su carrera como rescatista. Se despertaban a las cinco de la mañana y empezaban a revisar cuadrantes de un kilómetro cuadrado en busca de huellas o indicios de la presencia de los pequeños.
Villegas, en diálogo con este diario, dio cuenta de las dificultades que enfrentaron los rescatistas y los niños: “Una selva espesa, un calor abrumador, un montón de plantas o animales que podrían ser peligrosas y decenas de otros riesgos”.
Villegas añadió: “Todo era un peligro. Desde que usted entraba porque no sabíamos si había disidencias, si había minas, todo tenía veneno. El clima era tropical húmedo, entonces usted todo el día estaba mojado, de noche hacía frío e igual uno estaba mojado. Allá no había comida, uno lo que comía era nada más las raciones de los militares. La selva era espesísima, usted no podía caminar, tenía era que abrir espacio con un machete”.
El hombre, que ya había trabajado en búsqueda y rescate de personas junto con Tellius en bosques de otros lugares de Colombia, como Antioquia o el Chocó, estaba asignado al equipo Cobra 2, del que hacían parte 6 comandos de las Fuerzas Especiales y un grupo de indígenas de las distintas comunidades que apoyaron el trabajo. “Los comandos son muy preparados, muy especializados. Los indígenas también sabían muchas cosas, qué se podía coger, qué se podía comer, por dónde se tenía que caminar”, resaltó.
El rescatista que salió de terreno unas horas antes de que encontraran a los pequeños asegura que lo primero que hizo al enterarse de la noticia fue llorar de la emoción y la felicidad.
”Nosotros siempre nos preguntábamos eso: Si a nosotros, con todas las condiciones, con todo el equipamiento que teníamos, se nos hacía duro estar allá, nos imaginábamos a los niños tan pequeñitos y sin ningún equipamiento. Esa niña es muy tesa. Tuvo que ser muy tesa para buscarse la forma de cómo sobrevivir tantos días”, añadió tras destacar la labor de los caninos, entre ellos Wilson, el perro asignado al Ejército que sigue perdido en la zona y que ha generado el clamor nacional para que no sea abandonado.
“Lo más importante es que siempre manden los perros de primeras, que no los manden tan tarde. Porque allá hay muchas huellas que están pisadas, y entre más rápido manden los perros de primero, ellos tienen más facilidad de encontrar el rastro. Entonces podía ser mucho más rápido encontrar a los desaparecidos. Casi siempre llaman a los perros a lo último, cuando ya está muy pisado y hay mucha contaminación y eso hace muy difícil a los perros encontrar el rastro”, puntualizó el rescatista Villegas.
Recuperación
Tras su rescate, los cuatro menores, que se encontraban muy débiles, fueron trasladados en helicóptero a San José del Guaviare y luego en un avión de la Fuerza Aérea Colombiana a Bogotá y trasladados al Hospital Militar, donde son atendidos y donde ayer recibieron la visita del presidente Gustavo Petro y la primera dama, Verónica Alcocer.
El general Carlos Rincón Arango, médico del Hospital Militar, señaló que los menores se encuentran estables y requieren atención nutricional que va a tardar varias semanas.
“En la evaluación de la heroína Lesly y sus hermanitos encontramos que están en condiciones aceptables a pesar de la situación vivida. Han iniciado un tratamiento de recuperación y soporte nutricional y psicológico. Para darle tranquilidad al pueblo colombiano, nuestros menores se encuentran en condiciones de salud aceptables”, indicó el oficial tras señalar que presentan lesiones en tejidos blandos y picaduras en la piel.
Los menores, de acuerdo con las versiones de fuentes que se han reunido con ellos en las horas posteriores al rescate, aunque han hablado poco y se han mostrado impactados por la gran cantidad de personas que los están rodeando, están felices y han encontrado las fuerzas para empezar a jugar.
Wilson
En la selva permanece un grupo de uniformados de las Fuerzas Militares y el soldado guía que tenía como compañero a Wilson, el perro perdido en medio de las labores de búsqueda de los cuatro menores de edad. Su desaparición en medio de la odisea ha despertado una preocupación nacional y una petición al Ejército para que se hagan las labores para ubicarlo.
El general Helder Giraldo Bonilla, comandante de las Fuerzas Militares, señaló: “Nuestra premisa como comandos es ‘jamás se abandona a un compañero caído en el campo de combate’. Avanza la operación Esperanza en la búsqueda de nuestro canino Wilson, que, haciendo rastreo y en su afán de encontrar a los niños, se aleja de las tropas y se pierde”.
El perro de raza belga sorpresivamente salió corriendo y su guía asumió que había encontrado un rastro. Sin embargo, no regresó como había sido habitual en otras ocasiones y como fue entrenado para pedir ser seguido. En dos ocasiones adicionales los uniformados que estaban en la búsqueda lo observaron en medio de la selva y lo llamaron, pero el perro no atendió el llamado y volvió a perderse en medio de la manigua.
De hecho, en al menos dos lugares en los que se encontraron evidencias de que los niños habían estado, también se hallaron huellas de Wilson. Los menores contaron que estuvieron con el perro y durante un largo tiempo jugaron con él, pero que luego se fue y no regresó. Astrid Eliana Cáceres Cárdenas, directora del Bienestar Familiar, señaló que los niños, en lo poco que han contado, relataron los momentos que pasaron con Wilson: “Lesly nos contó del perrito (...) contó que se les perdió, que no saben dónde quedó y que los acompañó un rato”.
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