Los íconos de Occidente, amenazados por un creciente desencanto
El drama de Notre Dame fue interpretado como un símbolo de la crisis de instituciones tradicionales, como la democracia liberal, la Iglesia y la integración
PARÍS.- Es verdad, Notre Dame pertenece un poco más a Francia y a los creyentes, que tendrán durante largo tiempo el sabor de sus cenizas en la boca. Pero la catedral de París es también patrimonio del mundo. Su incendio es un drama que podría ser leído como el símbolo del desencanto cada vez mayor de Occidente frente a sus propios valores: el progreso, las instituciones, la democracia, las religiones, la Iglesia, la justicia social?
La catedral erigida en el corazón de París, obra de las elites urbanas del norte de Francia que prosperaron con el desarrollo de distintos intercambios y el comercio entre el mar Báltico y el Mediterráneo, no solo era un monumento a Dios. También transmitía la imagen de una Edad Media luminosa, cuando las capacidades técnicas fueron puestas al servicio de una arquitectura portentosa. Los tres grandes rosetones que ornan sus fachadas simbolizan esa apertura y el optimismo en una sociedad en pleno crecimiento, que fue capaz de construir "sueños de piedra" en toda Europa, que por entonces era el único Occidente.
Formadas en la escolástica, esa cultura intelectual basada en los principios de clarificación y organización jerarquizada, esas elites dejaron su marca en cada una de sus creaciones.
"Los constructores de la catedral clásica tratan de encarnar la totalidad del saber cristiano, teológico, natural e histórico, poniendo cada cosa en su sitio", escribe el historiador Erwin Panofsky en su libro Arquitectura gótica y pensamiento escolástico.
Notre Dame simboliza así uno de los mayores logros que la humanidad pudo dejar en la Tierra. Realidad medieval, la "dama blanca" de París ofrecía el contrapunto necesario a la imagen oscurantista de una Edad Media bárbara y violenta, utilizada desde el siglo XVIII como argumento para justificar la modernidad. Un progreso que, cambiando poco a poco -como Notre Dame durante casi nueve siglos-, nos dio el mundo que conocemos.
El lunes pasado, para todos aquellos que creen en los signos, la imagen de Notre Dame en llamas apareció de pronto como la manifestación inesperada, pero evidente, de un derrumbe.
"Esa palabra, que está de moda, que nos amenaza y nos proyecta en un futuro inimaginable, se impuso en ese momento para describir lo que le sucedía a uno de los edificios más emblemáticos de nuestra historia. Golpeó nuestra memoria y abrió una grieta temporal en la cual el futuro se choca con el pasado", analiza el filósofo Alain Finkelkraut.
Impotentes frente a la pantalla de televisión, los occidentales presenciaron una profecía que no querían ver ni creer: las llamas que devoraban Notre Dame eran la alegoría de nuestro mundo que se incendia.
Es el derrumbe, con una D mayúscula, de la biodiversidad y la gran extinción de las especies, ante la inacción de gobiernos impotentes y la indiferencia de líderes todopoderosos, que parecen adherir al lema egoísta del rey Luis XV de Francia: "Después de mí, el diluvio".
Es la amenaza que pesa sobre las democracias liberales occidentales, con millones de hombres y mujeres que no creen más en las instituciones ni en la integración social ni en el libre comercio, piedra fundamental de la convivencia pacífica. Que se dejan hechizar por la quimera de los populismos y los extremos políticos como solución milagrosa para un mundo cada vez más complejo e injusto, que no consigue dar las respuestas adecuadas.
¿Hace falta aquí evocar las guerras comerciales contemporáneas o los falsos edenes prometidos por los Brexit, los Frexit o los Grexit que, en vez de a la unión, conducen a la desintegración?
Es la advertencia que llega a una Iglesia tambaleante, víctima de sus desviaciones morales y de sus luchas intestinas.
Un católico se escapó es un libro que debería ser leído en forma urgente por todos aquellos que creyeron ver en la catástrofe del lunes en París un símbolo de lo que sucede hoy en la Iglesia: el fin de un ciclo o la ilustración de la descristianización de Occidente.
Su autor, un católico francés sin filtro llamado Jean-Pierre Denis, osa plantear los interrogantes que irritan: "¿Quién piensa aún que el Señor es todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, del universo visible e invisible? ¿Quién predica que Jesús murió y resucitó por nuestros pecados? ¿Quién siente la necesidad de ser salvado?".
"Por primera vez -continúa Denis-, el hombre occidental no se considera herido. Y por primera vez una Iglesia debilitada por sus desviaciones sexuales no se anima a tratar de curarlo".
"Cuando la flecha de Notre Dame cayó en llamas al vacío fue como si, juntas, la historia, la fe y la belleza hubieran renunciado ante la barbarie", escribió el lunes otro escritor y periodista francés, Bernard Pivot, aterrado por esa imagen alucinante.
"Notre Dame en llamas no es el incendio de un santuario católico. Es mucho más que eso. Es el surgimiento brutal e inesperado de un pasado que creíamos infalible y que hace irrupción al mismo tiempo que se aniquila", reflexiona la historiadora francesa Fanny Madeline.
Pero ¿acaso es posible ver en la tragedia de la catedral parisina otra cosa que el horrible espectáculo de un mundo que se derrumba?
Estupor
Muchas cosas sucedieron ese lunes trágico de la capital francesa en el alma de los hombres, que pasaron alternativamente del estupor a la incredulidad y al dolor.
Hubo una, sin embargo, que podría ser rescatada como símbolo de esperanza y optimismo: la comunión universal de miles de millones de hombres y mujeres, creyentes o ateos, blancos o negros, pobres o ricos, que fueron capaces de sentir ese "sueño de piedra" como símbolo de su pertenencia a la misma humanidad.
Para el escritor, filósofo y académico franco-chino François Cheng, si fuéramos capaces de rescatar ese hecho milagroso, "sin duda llegaríamos a preservar los valores de una civilización que parece morirse poco a poco, vencida por el hielo del desafecto, el fastidio y el desdén".
Más leídas de El Mundo
"Toda una familia destrozada". La conmovedora declaración del hijo de Gisele Pelicot en el megajuicio de abuso sexual en Aviñón
Cumbre de líderes mundiales. Los líderes del G20 aprueban por consenso el documento que pide atacar la desigualdad y trabajar por desarrollo sostenible
En un nuevo libro. El papa Francisco pidió investigar si lo que ocurre en Gaza es un genocidio