Pekín intenta evitar que el brote sea el Chernobyl de Xi
Hace un año, en medio del recrudecimiento de la guerra comercial con Estados Unidos, el líder chino, Xi Jinping, se reunió con los máximos dirigentes del Partido Comunista para discutir planes de contingencia ante la posible aparición de un "cisne negro", un acontecimiento inesperado capaz de desestabilizar un régimen que ya lleva 70 años en el poder.
Exactamente un año después, efectivamente surgió un problema inesperado, pero no salido de las oficinas de Washington, sino de los puestos de un mercado de Wuhan.
Mientras China combate una epidemia de coronavirus que podría tener implicancias a largo plazo para la salud pública mundial y para la economía china, el Partido Comunista también hace malabarismos para contener el riesgo político y la indignación de los ciudadanos por la improvisada respuesta inicial del gobierno ante la aparición del virus.
En los últimos días, Pekín parece haber adoptado una estrategia doble: por un lado, permitir que los ciudadanos ventilen su enojo por las fallas de los funcionarios de Wuhan -que inicialmente encubrieron o ignoraron el brote-, y por el otro, blindar a Xi, que viene cultivando una imagen de "amado Líder del Pueblo".
"La opinión pública se hace la idea que la maquinaria de propaganda le venda, y en este momento esa maquina de propaganda está totalmente abocada a proteger la reputación de Xi", dice Steve Tang, director del Instituto Chino de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres. "Tienen que sostener el mito de que Xi es infalible".
Esta semana, mientras la bola de nieve de la crisis tomaba dimensiones alarmantes, los órganos de prensa del partido dosificaron cuidadosamente la exposición política de Xi. La primera reacción de los medios estatales chinos tras la reunión del martes del presidente Xi con el jefe de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom, fue mostrar un video en el que Xi le dice a Tedros que él "dirigió personalmente" la respuesta ante la crisis. Pero más tarde, la prensa estatal citó al presidente diciendo que el gobierno había "dirigido colectivamente" la repuesta.
Xi se mostró por televisión una vez, el día de Año Nuevo lunar, para ordenar la formación del equipo de respuesta a la epidemia, pero no se puso al frente de la comisión.
Según Victor Shih, experto en política económica china de la Universidad de California en San Diego, los funcionarios chinos temen que si el virus se propaga a las grandes ciudades, como Pekín o Shanghai, se desate "una catástrofe política".
"Si Xi está tan seguro de que derrotarán la enfermedad, ¿por qué no se puso él mismo al frente del combate, y así alzarse con la gloria?", dice Shih. Según el experto, la fe del pueblo en Xi responde a su estilo personalista, muy distinto del gobierno descentralizado de sus predecesores, pero esa confianza podría "evaporarse" si la crisis del virus se saliera de control.
Mientras en China Central hay casi 55 millones de personas que intentan adaptarse a una cuarentena indefinida y las aerolíneas restringen sus vuelos a ese país, la bronca de los ciudadanos no tiene techo.
En Twitter -un servicio al que no puede accederse en China, salvo a través de un software especial-, los usuarios chinos viralizaron un video de una mujer furiosa de Wuhan que se pregunta "cómo piensa el partido construir una sociedad moderadamente justa si no queda nadie vivo".
Otros usuarios se volcaron masivamente a Douban, el equivalente chino de IMDB.com, donde escribieron reseñas de la serie Chernobyl con veladas alusiones a la crisis del virus. Muchos compararon la actual ineptitud oficial de China con la Unión Soviética de sus últimos años, y dejaron entrever que el manejo de la crisis de Wuhan era algo así como un "momento Chernobyl".
Existe amplio consenso sobre el efecto acelerador que tuvo la explosión nuclear de Chernobyl de 1986 en el colapso de la Unión Soviética, pocos años más tarde. Pero el martes las autoridades chinas dijeron basta: los censores eliminaron de las redes las reseñas de la serie Chernobyl.
Dali Yang, experto en política china de la Universidad de Chicago, dice que al gobierno lo deja contento que la culpa recaiga sobre los funcionarios inferiores, siempre y cuando la gente no cuestione la legitimidad básica del partido y su cultura burocrática. Pekín incluso parece estar alentando un inusual nivel de disenso y de debate sobre la transparencia del gobierno. "Culpar a los gobiernos locales es una estrategia históricamente efectiva", dice Yang.
De hecho, esta semana internet se vio inundada de abiertas burlas hacia el líder del partido en Wuhan, que trastabilló al hablar de la fabricación de barbijos.
Después de la lluvia de críticas contra las autoridades de Wuhan por arrestar y silenciar a los médicos que informaron de la existencia de un nuevo virus hace cuatro semanas, la Corte Suprema intervino y reprendió a la policía por silenciar a quienes dieron la voz de alarma.
Esta semana, en una entrevista televisiva, el alcalde de Wuhan, Zhou Xianwang, dijo estar dispuesto a renunciar y a aceptar el golpe si servía para aplacar el enojo popular.
Según el profesor Tang, cuando la crisis amaine, el Partido Comunista probablemente despida a varios funcionarios locales.
"Van a llegar a la conclusión de que el problema no fue un exceso de concentración del poder, sino la poca concentración de poder", dice Tang. "Responsabilizarán a un par de funcionarios, pero nunca a Xi".
Traducción de Jaime Arrambide
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