Pedro Sánchez, un “político reptiliano” con la capacidad intacta de sorprender a la política española
El sorpresivo anuncio de su posible renuncia podría ser una jugada más del presidente español, conocido como un hábil estratega del poder
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BARCELONA.- Con su insólito anuncio de una posible dimisión, el presidente Pedro Sánchez ha logrado situar una vez más todos los focos sobre su figura. Algunos intelectuales progresistas se han lanzado a firmar cartas y manifiestos suplicándole que no abandone. Desde la derecha, desconfían de su sinceridad. En las últimas horas, toda España y muchos en Bruselas, sede de la Unión Europea (UE), buscan indicios para poder desentrañar los planes de un político con una capacidad incombustible de sorprender a los analistas y descolocar a sus adversarios.
Sin duda, para bien o para mal, Sánchez es un político singular, pero, a la vez, hijo de una nueva era de resonancias globales. Iván Redondo, el que fuera durante muchos años su mano derecha, escribió el viernes un artículo en el que definía a Sánchez como “un político reptiliano”, es decir, muy hábil en los quiebres, en el avance a través de estratégicos zigzagueos más que en línea recta.
Durante los últimos años, por sus giros inesperados, la política española se ha parecido más a una serie como House of cards que al previsible devenir de una democracia madura con instituciones asentadas. El mejor ejemplo de ello fue la convocatoria de los pasados comicios generales de julio, tan solo horas después de un varapalo electoral para el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), cuando el sentido común parecía sugerir hacer todo lo contrario.
Así pues, es difícil creer la versión oficial ofrecida por Sánchez a través de una carta a la ciudadanía: el único motivo sería el dolor de un “hombre profundamente enamorado de su mujer”. Lo que no significa que su explicación no tenga una parte de verdad. El reputado filósofo Daniel Innerarity reveló que hace un mes tuvo una larga conversación con Sánchez, al que vio “vulnerable y abatido”, y ya le habló de su preocupación por las acusaciones vertidas contra su esposa, Begoña Gómez.
Esta imagen de un “hombre tocado” contrasta con la que ha proyectado de político frío, de acero, al que algunos han colgado el apodo de “Terminator” por su capacidad de resistir a las adversidades y vencerlas sin apenas pestañear. Para algunos, su actual trance sirve para humanizar al personaje. Otros, lo interpretan como una gesto populista para ganarse la simpatía de la población a través de la victimización en un momento difícil para el gobierno, pues ha hecho mella la aprobación de la amnistía a los políticos y activistas catalanes.
Agenda internacional
En todo caso, incluso dando por buena la interpretación del cronista Enric Juliana de que “no es sólo amor”, no está claro si se queda o se va. Sánchez podría regatear hacia un lado o el otro. Por ejemplo, el acoso opositor a su esposa podría ser una buena excusa para abandonar una legislatura que se anticipa extremadamente tortuosa y postularse para algún alto cargo en Bruselas. El próximo 9 de junio serán las elecciones europeas, y después se renovarán cargos como el presidente de la Comisión, el Parlamento o el Consejo del bloque.
Conocidas son las ambiciones internacionales de Sánchez, cuyo contacto con la política se inició en Bruselas, y a quien la política exterior interesa tanto como aburría a su predecesor, Mariano Rajoy. Y prueba de ello es su reciente activismo exterior en defensa de la causa palestina, con una gira para recabar apoyos a su decisión de reconocer el Estado palestino. Además, Sánchez se labró una buena reputación entre sus colegas europeos, incluidos algunos adversarios ideológicos, como la primera ministra italiana, Giorgia Meloni.
Ahora bien, su regate podría ser también hacia dentro. Consciente del mal momento que atraviesa el espacio a su izquierda, con Sumar y Podemos enzarzados en una lucha fratricida, podría convocar unas elecciones con una carga emotiva y la intención de fagocitar a la izquierda. De hecho, con tan solo el incremento de un puñado de escaños podría dejar de depender de su mayor piedra en el zapato, el Junts del expresidente catalán Carles Puigdemont.
Sánchez es un político salido de un nuevo molde por diversas razones, entre ellas, su ductilidad ideológica. Atrás quedan los tiempos de aquellos políticos de izquierda duchos en las teorías económicas marxistas. El presidente español ha exhibido todo tipo de pelajes. En su fase de ascenso, mientras el país vivía un doloroso ajuste macroeconómico, Sánchez se apoyó en el sector más de izquierda del PSOE.
Luego, sentado ya en el mando de control, viró a la derecha con la esperanza de gobernar en coalición con Ciudadanos. Tras el portazo de su líder, Albert Rivera, pactó con Podemos y fraguó “el gobierno más progresista de la historia”. De la misma manera, el líder socialista estuvo en contra de la amnistía en Cataluña antes de defenderla con ahínco. Precisamente, eso es lo que más le critica la derecha, su falta de escrúpulos en la búsqueda del poder.
También es un político de una nueva era en otro sentido: por ser el centro de la crispación ambiental. La tendencia no es exclusivamente española, sino que es más bien rara la democracia que no está asolada por los vientos de la polarización. En Estados Unidos, es evidente desde el advenimiento de la presidencia de Donald Trump, pero también lo es en Brasil, Turquía, Alemania o la India.
Sánchez suscita una adhesión incondicional entre sus correligionarios, pero, sobre todo, un profundo odio entre sus adversarios. Ahora bien, en un país polarizado no hay una explicación única del porqué. En la derecha, lo atribuyen a su maquiavelismo. Desde el otro lado de la trinchera, acusan al Partido Popular de no aceptar sus derrotas, y de pretender recuperar el poder a través de una estrategia de acoso y derribo sin líneas rojas.
Ahora bien, la polarización actual no se podría entender sin el papel de otros actores como el “sindicato” Manos Limpias, una asociación de extrema derecha especializada en el lawfare, unos tribunales con ansias de intervencionismo político, o los medios digitales que Sánchez define como la “fachosfera”. Son ellos los que difundieron las acusaciones contra su esposa, algunas burdas, como la que aseguraba que había recibido subvenciones públicas por un negocio basado en Cantabria. El problema era que se trataba de otra Begoña Gómez.
A ellos habrá que anotar el tanto de haber tumbado por primera vez a todo un presidente del gobierno si Sánchez terminara por tirar la toalla. La resolución del misterio será el lunes en el último episodio. Al menos, de esta temporada.
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