Pedro Castillo, el hombre del Perú profundo que pone nervioso al establishment
Maestro de escuela rural, se hizo fuerte en política sustentado en una base como dirigente sindical del poderoso gremio docente
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Dirigentes, consultores, analistas, periodistas, miles de limeños y residentes de otras ciudades, todos erraron el blanco cuando se trataba de adivinar quién encabezaría los votos en la primera vuelta presidencial en Perú. Y no es que Pedro Castillo, el maestro de escuela de 51 años que se adueñó del primer puesto en las elecciones del domingo pasado, y que disputará la segunda vuelta con Keiko Fujimori, sea un hombre que pase inadvertido.
Es cierto que se inscribió como candidato en el partido Perú Libre el último día permitido. Pero eso fue 30 de septiembre de 2020, más de seis meses antes de la cita electoral que lo vio encaramarse a la cima.
El hombre del momento era George Forsyth, un exarquero del club Alianza Lima que había hecho sus primeras migas como dirigente, y que buscaba la presidencia con un amplio respaldo en las encuestas. Luego su candidatura comenzó a desinflarse y subieron otros dirigentes, como el excongresista de izquierda Yonhy Lescano.
Para marzo Castillo solo tenía un 3% de los votos, según un sondeo de Ipsos. Un mes después, el 4 de abril, duplicó su respaldo al 6%. Y si bien era el doble de votos, tampoco era gran cosa para un candidato a presidente.
Algunos comenzaban a recordar al sindicalista que lideró una masiva huelga docente en 2017 a nivel nacional. También se difundieron sus propuestas de gobierno, un programa que prometía un rol más determinante del Estado en la gestión de la economía, así como reformas institucionales. Aún faltaba la remontada, la aceleración final, el cambio de marcha que lo sacaría adelante.
Sus rivales, en todo caso, estaban igualmente en ayunas, con hambre de votos, los números por el suelo y la mirada desorbitada en las encuestas, a ver si los gráficos variaban, si las barras subían aunque fuera unas décimas, para distanciarse del compacto lote de seis o siete adversarios con idénticas opciones de triunfo. Los peruanos finalmente le dieron más del 19% de los votos. De nuevo, nada deslumbrante en circunstancias normales, pero más que suficiente para pasar.
Castillo disputará el ballottage con la poderosa Keiko Fujimori, que será su rival en junio y ya fue dos veces candidata. Keiko perdió esas dos veces por nada, por un margen mínimo, irrisorio y desesperante, aunque su partido pasó a ser la fuerza dominante en el Congreso.
“Han ganado dos candidatos que en medio de la fragmentación política tocaron fibras del mundo popular urbano y rural. Esta es la democracia, gana la mayoría. Y la mayoría son pobres en nuestros países de desigualdad”, dijo a LA NACION el analista político Carlos Meléndez, investigador de la Universidad Diego Portales de Chile.
Desde la derecha una y la izquierda el otro, los dos comparten actitudes sociales conservadoras. Castillo se opone al aborto, al matrimonio igualitario y a otras reivindicaciones de género que sí tenía otra candidata de izquierda, la progresista Verónika Mendoza.
La pregunta en el exterior, y entre las atónitas elites limeñas que no lo vieron venir, es quién es Pedro Castillo, y qué se trae bajo el ala de ese sombrero de paja con el que se pasea a caballo desde sus días de maestro rural, en la modesta región norteña de Cajamarca.
Su currículum registra una formación como maestro de primaria, y luego un bachillerato en Educación en la Universidad César Vallejo. También se graduó en la maestría de Psicología Educativa por esa misma casa de estudios.
Castillo era un desconocido en Lima, pero no en el Perú profundo. De ahí que venciera en las cinco regiones más pobres del país. Su notoriedad venía de una base sindical como dirigente del gremio del Magisterio, la agrupación radicalizada de docentes de escuela pública.
“Pedro Castillo es un dirigente de los maestros a nivel nacional y eso implicaba tener una base social amplia. Recordemos que en cualquier rincón de la patria está un maestro, y por ende era la voz de Pedro la que iba creciendo”, dijo el vocero de Perú Libre a la cadena CNN. “Lo que nos sorprendía era que las encuestadoras no hayan sacado en un tiempo anterior cifras más altas”, añadió.
“Nunca más un pobre en un país rico”, fue uno de los lemas de campaña de Castillo, en alusión a la exitosa economía minera del país, que, pese al crecimiento sostenido de tres décadas consecutivas, mantuvo un altísimo índice de desigualdad social, sobre todo en las regiones andinas. “Cuando una persona nace en el pueblo, tiene que asumir lo que el pueblo manda”, dijo en otra declaración de campaña.
Su propuesta se basa en priorizar los sectores de salud, educación y agricultura, donde se deben realizar cambios para llevar al país del crecimiento al desarrollo. El meollo de su plan está en la nacionalización del gas y la renegociación de contratos, y en que las multinacionales inviertan parte de sus ganancias en el país.
Cualquiera sea el camino hacia una menor desigualdad, y las estrategias necesarias para revertir la penosa situación de millones de peruanos, llamó la atención su propuesta institucional. Como el llamado a una Asamblea Constitucional para reformar la Carta Magna de 1993, que promulgó el padre de su rival, Alberto Fujimori. Y eso en un país de por sí inestable que vio pasar cuatro presidentes en cinco años.
“La novedad no está en sus planteos económicos. Donde está la novedad es que en esta primera etapa dijo que va a cambiar las instituciones por una democracia directa, va a cambiar las instituciones tutelares, va a alterar el equilibrio de poderes”, dijo Meléndez.
“Está diciendo que los órganos de control como el Tribunal Constitucional van a ser elegidos popularmente. Tú comienzas por ahí y terminas haciendo lo de Evo Morales, que los jueces son elegidos por elección popular. Esa es la puerta abierta que veo hacia el autoritarismo”, añadió. También es cierto que en la primera vuelta cada cual habló para su tribuna, para su base electoral. Ahora deberá abrir el juego para alcanzar un electorado más amplio.
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