Patriarca de Jerusalén: "En Tierra Santa la situación es peor que en la Segunda Intifada"
ROMA.- Vive desde hace treinta años en Tierra Santa. Pero monseñor Pierbattista Pizzaballa, patriarca latino de Jerusalén, nunca vio una situación tan terrible, tan difícil, como la que se vive ahora debido a la pandemia. Ni siquiera durante la Segunda Intifada.
"Es un período especialmente difícil, mucho más difícil. La Segunda Intifada fue terrible, un desastre, pero siempre siguió habiendo presencia de peregrinos, las iglesias estaban abiertas, se podía ir a rezar y la vida pastoral era normal", admitió Pizzaballa en una comunicación vía zoom desde Jerusalén con algunos periodistas, organizada la semana pasada por la Pontificia Universidad de la Santa Croce.
De 55 años, nacido en la provincia de Bérgamo -una ciudad "mártir" del coronavirus-, el arzobispo Pizzaballa fue designado el 24 de octubre pasado por el papa Francisco como nuevo patriarca latino (católico) de Jerusalén, luego de haber sido durante cuatro años administrador apostólico de esta diócesis muy "sui generis". Tal como explicó, el patriarcado de Jerusalén no sólo cubre Tierra Santa, es decir, Israel y Palestina, sino también Jordania y Chipre, un territorio enorme con cuatro realidades totalmente distintas , donde los cristianos representan tan sólo entre el 1 y el 2% de la población.
Al acercarse la Navidad Pizzaballa -que confesó que él también se contagió el coronavirus, por lo que se encontraba en cuarentena junto a varios otros prelados que viven en su casa-, pintó un cuadro desolador de la situación en el rincón del mundo donde se cree que nació, vivió y murió Jesús hace más de 2000 años.
"Es la primera vez que no podemos tener una vida eclesial normal. No pudimos celebrar la Pascua normalmente y ahora tampoco la Navidad... Es una herida enorme no poder celebrar como se debe, es la primera vez que sucede y, además, sufrimos una crisis económica terrible, que tampoco nunca tuvimos. Repito: tuvimos momentos difíciles, pero no como éste", graficó.
La ausencia de peregrinos debido al cierre de las fronteras decretado en marzo pasado para frenar el contagio, en efecto, ha sido como una puñalada para la minoría cristiana de Tierra Santa, que cuenta con unos 300.000 cristianos en Israel, donde la religión de Estado es el judaísmo y unos 50.000 en Palestina, donde la mayoría es musulmana.
"No hay peregrinos desde marzo pasado, no hay nadie, pero los peregrinos no sólo forman parte de la identidad religiosa, son un aspecto muy importante. El mundo del peregrinaje está totalmente parado, empobreciendo a iglesias y a miles de familias que no trabajan más. Por eso la situación es muy dura desde el punto de vista económico y social en lugares como Belén. Intentamos ayudar lo más posible, pero hay serios problemas para muchas familias que no llegan a fin de mes, sin contar los problemas de carácter sanitario: en Palestina la pandemia se está desarrollando sin control", lamentó.
Aunque es muy pequeña, la comunidad cristiana de Tierra Santa, formada por cristianos árabes en su mayoría y por trabajadores extranjeros oriundos de Filipinas, Sri Lanka y otros países, es muy viva, marcada por ritos orientales (la mayoría es griego-ortodoxa) y con los católicos que son llamados "latinos". Hay 71 parroquias latinas árabes y un vicariato para los extranjeros. "Además, hay una presencia religiosa muy grande: casi 700 religiosos y más de 1000 monjas que tienen muchas actividades de carácter educativo, social, cultural, formativo, en escuelas cristianas, hospitales, casas para discapacitados, por supuesto abiertos a musulmanes y a judíos", explicó el arzobispo.
Como sucede un poco en todo el mundo, también para ellos estas Fiestas serán totalmente distintas. "Haremos una Navidad muy acotada, primero porque no hay peregrinos, que además de trabajo, traen un clima de fiesta, sin celebraciones normales no sólo por las restricciones, sino también por condiciones económicas de extrema fragilidad. Pero dicho esto, igual celebraremos la Navidad, en un festejo íntimo, en familia, con lo mínimo indispensable", dijo.
Pizzaballa reconoció que ya el período del Adviento, que prepara a la Navidad, en Jerusalén, ciudad santa para las tres grandes religiones monoteístas, fue muy "sui generis". "La tradición aquí es muy importante, suele haber cantos especiales, una liturgia muy rica, que debido a la pandemia no se pudo hacer, no puede haber más de diez personas en las iglesias y estamos luchando para tener un número de fieles mayor, proporcionado al espacio de los edificios. De todos modos hay muchos párrocos muy buenos, que trataron de crear alternativas para preparar a la gente a la oración", contó.
En este marco, destacó que, a diferencia de lo que sucede en Europa y Occidente en general, donde las iglesias aparecen cada vez más vacías, en Tierra Santa, pese a los problemas desde el punto de vista pastoral, los cristianos "tienen sed de oración" y reclaman más misas y más participación en este momento.
Preguntado sobre el conflicto palestino-israelí, Pizzaballa no ocultó su escepticismo. "Políticamente, estamos en una fase de estancamiento, los equilibrios están cambiando en Medio Oriente, hay una gran instabilidad y es difícil entender cómo va a evolucionar la situación", dijo. "Para poder retomar un diálogo, éste debe estar acompañado por gestos concretos que devuelvan la confianza en las dos partes", afirmó.
Ni siquiera mostró expectativas ante el cambio de guardia en la Casa Blanca."Veremos cómo será la nueva administración de Estados Unidos, los palestinos se sintieron traicionados por la anterior administración y hará falta tiempo para reconstruir la confianza. Habrá que esperar y ver. No es fácil ser profetas en Tierra Santa, los profetas terminan mal. Pero me parece que si bien la nueva administración de Joe Biden tiene un lenguaje y un estilo distinto, no creo que repensará o dará marcha atrás con decisiones ya tomadas", aseguró, aludiendo al establecimiento de una embajada estadounidense en Jerusalén.
En cuanto al anuncio realizado recientemente por el Vaticano de un viaje del Papa a Irak –tierra donde los cristianos son minoría, jamás pisada por un Pontífice-, en marzo próximo, Pizzaballa lo consideró una "decisión valiente, tanto por las circunstancias políticas como pandémicas". Y no ocultó sus dudas en cuanto a su realización: "Dudo de que en marzo estén todos vacunados en Irak, no sé cómo construirán la visita, pero es un buen gesto de solidaridad con un mundo que sufrió muchísimo, más que Siria y que se encuentra bajo presión desde hace 30 años".
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