La imagen recuerda a las de una película de la II Guerra Mundial: una mujer con altos tacones abraza y besa a un soldado uniformado; en el este de Ucrania, es una escena que se repite en estos tiempos de guerra.
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Ahora que van a cumplirse tres años de la invasión rusa de Ucrania, el peaje del conflicto pesa no solo para los soldados ucranianos que combaten en el frente, sino también para las esposas que esperan su regreso a casa.
Oksana y Artem llevaban 18 meses casados cuando estalló la guerra y Artem se sumó al ejército ucraniano.
Soñaban con tener un hijo, pero Artem solo podía disfrutar de vez en cuando de algún corto permiso.
Así que, si quería pasar tiempo con él, a Oksana no le quedaba otra que hacer el largo viaje que separa el hogar familiar en la localidad de Bila Tservka, cerca de Kyiv, hasta la región de Donetsk, en el este de Ucrania, donde su marido estaba destinado.
La primera “cita” de esta pareja de casados tuvo lugar en abril de 2022. La segunda, en noviembre de ese mismo año. Artem se recuperaba tras resultar herido y Oksana acababa de sufrir un aborto espontáneo.
El trayecto era largo y agotador. Debía viajar primero hasta la región de Járkiv, y de ahí a Donetsk, pero Oksana decidió hacerlo con más frecuencia, en busca del bebé que había decidido tener, aunque a él le preocupaba su seguridad cada vez que tenía que atravesar un país en guerra y acercarse a la zona más caliente del conflicto.
“No me podía imaginar la vida sin verlo”, le dijo Oksana al Servicio Ucraniano de la BBC. “Esos eran los únicos días en que me sentía viva”.
La pareja se veía en un pueblo cercano a la línea del frente y se quedaba en un edificio en el que los dueños les dejaban quedarse sin pagar. Ya no vivían allí las familias que lo habitaban.
“Te sentías contenta de estar allí con tu marido, pero a la vez triste al ver las fotos de desconocidos a tu alrededor”.
Oksana sentía el peso de “todas esas vidas, arruinadas por la guerra”.
Divorcios en aumento
Desde que Rusia invadió Ucrania en febrero de 2022, cada vez más parejas se han separado en el país.
Naciones Unidas asegura que seis millones de personas se han marchado, casi un 15% de su población anterior a la guerra.
La mayoría de los que han salido han sido mujeres y niños, ya que la ley marcial en vigor prohíbe a los hombres de entre 18 y 60 años dejar Ucrania.
Los soldados llamados a filas solo pueden disfrutar 30 días de permiso al año, con diez días adicionales que pueden solicitar por circunstancias familiares excepcionales.
En un país en el que las parejas y las familias comparten cada vez menos tiempo, la tasa de natalidad ha caído drásticamente.
En 1991, cuando se desintegró la Unión Soviética y Ucrania se convirtió en un país independiente, se produjeron 630.000 nacimientos.
La cifra no ha parado de bajar desde entonces, hasta los 309.000 registrados en 2019. Un año después de la invasión rusa, había alcanzado un mínimo histórico, con solo 187.000 nacimientos.
Los divorcios también han aumentado.
Según el Ministerio de Justicia de Ucrania, un 50% respecto al año anterior en los primeros seis meses de 2024.
Para muchas mujeres, viajar al frante para verse con sus maridos es la única manera de mantener a flote sus matrimonios y unidas a sus familias.
Por obligación
El viaje al frente es largo, difícil y peligroso.
Las mujeres suelen elegir viajar en tren hacia una ciudad cercana y hacer el resto del trayecto en autobús o taxi.
A veces, pasan más tiempo en la carretera del que dura la cita, ya que los soldados que no están oficialmente de permiso solo pueden dejar el servicio un rato corto.
Natalya viajó desde Lviv, en el oeste de Ucrania, hasta la ciudad oriental de Kramatorsk para ver a su marido.
Fueron 1.230 km de viaje y más de dos días (50 horas) en la carretera, pero solo pudo verlo brevemente, ya que sobre cinco ciudades fronterizas cercanas se estaba produciendo un constante bombardeo.
“Estuvimos solo 50 minutos en el andén y luego me puso de nuevo en el tren en el que había llegado”, cuenta Natalya entre lágrimas. “Pese a todo, esos 50 minutos merecieron la pena”.
Aunque el viaje le costó alrededor de 5.000 grivnas (unos US$120), cerca de un cuarto del salario mensual promedio en Ucrania, dice que intentó visitar a su marido cada dos o tres meses.
Llevan 22 años casados y han criado a dos hijos.
“Estos viajes son una oportunidad para sentirnos como una familia otra vez”, afirma Natalya.
Pero no todas las historias de parejas con citas cerca del frente tienen un final feliz.
Algunas mujeres hacen el largo viaje solo para descubrir que sus parejas tienen una amante en una de las localidades de la zona del frente.
Cuando Rusia lanzó su primera guerra encubierta contra Ucrania en 2014 y las fuerzas invasoras ocuparon zonas del este del país, Maria (nombre ficticio) tenía a su marido en el frente.
Viajaba desde Kyiv sin importarle los tres días de ruta que los separaban, pero pronto las cosas empezaron a torcerse y él comenzó a sufir un trastorno de estrés postraumático.
Cuando finalmente dejó el ejército y regresó a casa, empezó a mostrar un comportamiento violento hacia Maria y sus niños. También llegaron las relaciones extramaritales. Pronto se divorciaron.
Casada de nuevo con otro militar, Maria no insiste demasiado en viajar para verlo.
“Las citas en el frente no salvan una familia”, dijo. “Solo puedes salvarla si los dos tienen una visión común, si pueden hablar de metas en la vida”.
Una espera que vale la pena
De vuelta en Bila Tserkva, Oksana ha dado recientemente a luz a un niño. Después de dos abortos, el pequeño es una incoporación a la familia largamente anhelada.
Esperaba que su marido pudiera estar con ella durante el parto, pero Artem no logró el permiso.
Poco antes del nacimiento de su bebé, Oksana me dijo: “Por supuesto que toda mujer quisiera que su marido estuviera junto a su cama en un momento como este, pero yo estoy aquí con mi niño y sé que mi marido estará justo donde debe estar”.
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