Pase de facturas: los militares y el poder político de EE.UU. acusan a Biden por la debacle en Afganistán
La caótica y traumática caída de Kabul a manos de los talibanes hundió en la frustración y el desasosiego al andamiaje político, diplomático y militar de la primera potencia global, y desató un vendaval de críticas a la Casa Blanca
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WASHINGTON.- Estados Unidos aún no logra salir de Afganistán, pero el pase de facturas en Washington ya empezó. El regreso sin gloria de la guerra más larga en la historia del país y la caótica y traumática caída de Kabul a manos de los talibanes hundió en la frustración y el desasosiego al andamiaje político, diplomático y militar de la primera potencia global, y desató un vendaval de críticas al gobierno de Joe Biden que llegó de todos lados: de afuera, de aliados y opositores en el Congreso, y del propio Pentágono, protagonista de otro bochornoso final a un conflicto lejos del país.
A la defensiva, la Casa Blanca intentaba contener la debacle de la salida de Afganistán, ya el mayor traspié de la presidencia de Biden, y su crisis política más seria. Biden había llegado a lo más alto del poder con la promesa de ser un comandante en jefe capaz, experimentado, que podía ofrecer un liderazgo sesudo, sin los sobresaltos y el estrés de la tumultuosa administración de Donald Trump. Ahora, Biden aparece al frente de un gobierno atónito, desconcertado, que no supo ni leer la realidad de Afganistán ni reaccionar a tiempo, y que se vio forzado a improvisar una respuesta al enfrentarse a uno de los peores escenarios posibles.
Desde que Biden asumió la presidencia, su gobierno contó con apoyo –una luna de miel reforzada por el trauma que significó, para muchos, el trumpismo– y su equipo logró mantener una disciplina de hierro a la hora de mantener las diferencias puertas adentros y mostrar un mensajes uniforme a los medios. Las declaraciones off the record, abundantes durante el gobierno de Trump, solo surgieron para anticipar un anuncio, parte de una estrategia de comunicación pulida. Pero en los últimos días las críticas anónimas se multiplicaron, recrudeció el fuego amigo, y despuntaron las acusaciones cruzadas por el dantesco final de las dos décadas invertidas en Afganistán.
Desde el Pentágono y las agencias de inteligencia surgieron críticas a la Casa Blanca y al Departamento de Estado por las fallas en la planificación de la salida, y las demoras para evacuar la embajada y darle asilo a los miles de afganos que trabajaron durante las últimas dos décadas para Estados Unidos. Y en el Departamento de Estado cargaron contra el Pentágono y al andamiaje de seguridad nacional por haberse equivocado –otra vez– sobre la realidad en Afganistán, y la capacidad y la voluntad del ejército afgano para enfrentar a los talibanes, una acusación que fuentes de inteligencia negaban al indicar que siempre contemplaron el escenario de que los talibanes volvieran al poder. Nadie, eso si, previó que ocurriría tan rápido.
A fines de junio, el secretario de Estado, Antony Blinken, había que Kabul nunca caería “de un viernes a un lunes”. Fue lo que ocurrió. Y hace apenas una semana, la comunidad de inteligencia pensaba que le tomaría al menos un mes a los talibanes tomar el poder. Cinco días después, entraron en Kabul.
“La verdad es que esto se desarrolló más rápidamente de lo que habíamos anticipado”, reconoció ayer Biden, en la única autocrítica que ensayó en su mensaje. “Entonces, ¿qué pasó? Los líderes políticos de Afganistán se rindieron y huyeron del país. El ejército afgano colapsó, a veces sin intentar luchar”, justificó.
Biden buscó usar la debacle a su favor: la caída de Kabul reafirma que dejar el país era “la decisión correcta”. Pero los pronósticos fallidos que él mismo y sus funcionarios dieron en las últimas semanas, junto con el resonante silencio del fin de semana hasta su discurso, mostraron a un gobierno a la defensiva que se vio totalmente sorprendido y desbordado por la estrepitosa caída del proyecto democrático afgano.
Su asesor de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, repitió el mismo argumento ante la prensa en la Casa Blanca, y ofreció la misma defensa que antes había dado el Pentágono: “Aún los planes bien diseñados no sobreviven el primer contacto con la realidad, y requieren ajustes, y hemos hecho esos ajustes”.
Fuego amigo
En el Congreso, la reacción contra la Casa Blanca por la debacle incluyó una sobredosis de fuego amigo: muchos defendieron la salida de Afganistán, pero abundaron, a la vez, las críticas a la improvisación que mostró el gobierno demócrata.
“Nuestra presencia militar en Afganistán no debería haber continuado indefinidamente, pero la retirada de las tropas norteamericanas debería haberse planificado cuidadosamente para evitar la violencia y la inestabilidad”, atizó el senador Tom Carper, aliado de Biden y oriundo del mismo estado, Delaware.
Bob Menendez, presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado y uno de los senadores más influyentes del Capitolio, fue aún más categórico: “Me decepciona que la administración de Biden claramente no haya evaluado con precisión las implicaciones de una rápida retirada de Estados Unidos”.
Otro legislador demócrata y veterano de Afganistán, el representante Seth Moulton, de Massachusetts, fue mucho más crudo: “Decir que hoy es cualquier cosa menos que un desastre sería deshonesto. Peor, fue evitable”, dijo el domingo, antes de la caída de Kabul. Otra congresista demócrata, Sara Jacobs, de California, resumió una visión bastante extendida en el Capitolio: “Ojalá el gobierno de Biden hubiera planificado más”, indicó.
David Axelrod, estratega de Barack Obama, llamó a la operación de retirada un “fracaso”.
Reacciones republicanas
Como era de esperarse, las reacciones de los republicanos fueron más ásperas. Directamente acusaron al gobierno de Biden de ocultar la verdad sobre la realidad de Afganistán y diagramar la retirada con ingenuidad y oídos sordos, y una y otra vez compararon el repliegue con la traumática salida de Vietnam en 1975. Biden había dicho que la probabilidad de que un helicóptero ayudara en la evacuación de la embajada, tal como ocurrió en Saigón, era “nula”. Fue lo que pasó.
“Esto es peor que Saigón. Lo que está sucediendo en el aeropuerto internacional de Karzai es un momento más vergonzoso y más bajo en la historia de Estados Unidos que 1975 en Saigón”, disparó el senador republicano Ben Sasse.
Kevin McCarthy, el jefe de la banca republicana de la Cámara de Representantes, dijo que la salida de Afganistán fue “imprudente” y que Biden le había fallado a quienes confiaban en él.
“El presidente Biden se retiró imprudentemente de Afganistán sin un plan, dejando atrás a miles de estadounidenses y a aquellos a quienes les habíamos hecho promesas”, apuntó.
El pase de facturas también llegó desde el otro lado del Atlántico. Norbert Röttgen, presidente de la comisión de Relaciones Exteriores del parlamento alemán y una de las figuras de la coalición que lidera la canciller Angela Merkel, lamentó la marca que la debacle afgana dejará en Occidente y su impulso a la democracia.
“Digo esto con el corazón apesadumbrado y con horror por lo que está sucediendo, pero la retirada anticipada fue un error de cálculo grave y de gran alcance por parte de la actual administración”, afirmó Röttgen, presidente de la comisión de relaciones exteriores del parlamento alemán, según el sitio Politico. “Esto hace un daño fundamental a la credibilidad política y moral de Occidente”, cerró.
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