“Pasa las noches en vela”: el peligroso hábito del príncipe William que aterroriza a la reina Isabel
La soberana inglesa “no duerme” por el miedo que le provoca una costumbre de su nieto, segundo en la línea de sucesión, que pone en riesgo a su familia
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Isabel II tiene miedo. De hecho, la soberana está aterrorizada por un motivo que es, a la par, personal e institucional. A sus 95 años, no es buen momento para sustos, dado el frágil estado de salud en el que se encuentra. Pero pese a ello la reina británica está enormemente preocupada por su nieto mayor y segundo en la línea de sucesión al trono, el príncipe William. Los vuelos en helicóptero que el hijo mayor del príncipe Carlos realiza con asiduidad se han convertido en un problema para Isabel y, por extensión, para toda la corte.
Tanto es así que fuentes cercanas al palacio de Buckingham le han confirmado al diario británico The Times que la preocupación es de tal calibre que le quita el sueño a la soberana. “Pasa las noches en vela”, han llegado a decir. El conflicto para Isabel II es grande, porque no le gusta en absoluto que sea su nieto el que se siente a conducir las naves en el trayecto que une Londres con su residencia de Anmer Hall, en Norfolk, una distancia de algo menos de 200 kilómetros que el joven recorre con asiduidad.
Hay varios problemas. El primero, que William es quien se pone a los mandos del helicóptero. Es un experimentado piloto que en 2008 trabajó para el ejército y en 2010 continuó como piloto de rescate de la Real Fuerza Aérea británica (RAF) durante cinco años, una labor que amaba y, que según dicen siempre quienes le conocen, habría sido su trabajo de por vida si no hubiera tenido que dedicarse a servir a los Windsor. Sin embargo, a la reina aún le sigue preocupando que sea él quien lo conduzca.
El segundo dilema está en que no viaja solo, porque suele llevar con él a su esposa, Kate Middleton y, lo que más le preocupa a la reina, en ocasiones también a sus hijos, George, Charlotte y Louis. Hay una norma no escrita que establece que las familias reales nunca deberían viajar juntas, sobre todo los padres con sus hijos; en caso de que hubiera un accidente y alguien muriera, al menos quedaría una rama de la familia que podría darle continuidad a la corona. Ya en 2014 el príncipe pidió un permiso especial a su abuela para poder viajar con George, entonces un bebé de meses, a su gira por Australia. Con el nacimiento de sus siguientes hijos, parece que ese permiso ha ido relajándose cada vez más. Hasta que la reina ha dicho “basta”.
La cuestión es que, siempre según The Times, la reina habría llegado a mantener una conversación con su nieto acerca de esta cuestión y han hablado de cómo gestionar esos vuelos de aquí en adelante. Según le han asegurado fuentes muy cercanas a la soberana a The Sun on Sunday —una fuente no de tanta prestancia como el histórico rotativo, pero también reseñable—, “Su Majestad le ha dicho a amigos cercanos y a cortesanos que desea que William deje de pilotar él mismo, sobre todo en malas condiciones atmosféricas, puesto que los helicópteros no son la forma más segura de transporte. [La situación] mantiene a la reina despierta por las noches y está, comprensiblemente, muy preocupada”.
Según asegura el tabloide citando a fuentes muy cercanas a palacio, no se trata de una cuestión de confianza entre Isabel y su nieto. La reina “sabe que William es un piloto muy capaz pero no cree que merezca la pena el riesgo que supone para los cinco [miembros de la familia] el hecho de volar juntos, y no quiere imaginarse lo que puede pasar”. Y advierten que podría “encender una crisis institucional”.
Para la soberana, William es el gran estandarte de la corona en el futuro, y pensar en su pérdida, en la cuestión personal y la de la monarquía, es inviable. “La reina está encantada por el modo en el que William y Kate se han alzado victoriosos de todos los retos los últimos años y sabe que la monarquía está segura en sus manos. Cree que el futuro con ellos es brillante después de Carlos, y no puede soportar pensar qué ocurriría si les pasará algo a él o a su familia”.
La cuestión es que la reina no habla en vano. En el verano de 2019, se conoció públicamente que Camilla Parker Bowles, la esposa del príncipe Carlos, había sufrido dos accidentes de helicóptero de cierta gravedad un año antes, el mismo día, en julio de 2018. Fue con un Sikorsky S76, de la flota aérea de la reina: cuando apenas llevaba seis minutos volando, el aparato casi chocó con otro de frente. Más tarde, cuando aterrizaron, tuvieron que realizar una maniobra de emergencia con el fin de evitar un ala delta que se encontraba por la zona.
No solo Camilla ha tenido un percance: en 2017 Sofía de Wessex, la esposa de Eduardo, el hijo menor de la reina, también tuvo un problema cuando el helicóptero en el que viajaba casi choca con un planeador en pleno vuelo. El riesgo del choque fue “alto”, porque estaban a menos de 500 metros cuando lograron evitarlo, tal y como se supo dos años después. Según los presupuestos de la casa real británica, el gasto en 2020 en viajes de helicóptero de los Windsor fue de casi 2,5 millones de euros.
La afición de William le viene de lejos, puesto que su abuelo, Felipe de Edimburgo, era un experimentado aviador y apasionado de las aeronaves. Aunque eso no le evitó percances: en 1981 casi provoca una catástrofe al estar a punto de chocar con un vuelo de British Airways que salía de Londres con destino a Miami. Además, no es el único miembro de la realeza europea amante del aire. Tal y como se supo en 2017, el rey Guillermo de Países Bajos lleva más de 20 años pilotando aviones privados de KLM, la aerolínea de bandera holandesa. Con licencia oficial para hacerlo, retoma su afición cuando su agenda lo permite, un par de veces al mes, y siempre vuela de incógnito.
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