Santiago Peña: “Paraguay se tiene que lavar la cara en la cuestión de la corrupción”
Santiago Peña, candidato oficialista, consideró que el ránking de corrupción no muestra la realidad de “el mejor país de la región para hacer inversiones”; en una entrevista con LA NACION habló también de sus polémicas afirmaciones sobre los argentinos y el trabajo
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Aunque las encuestas todavía no dan un predominio claro con miras a las elecciones del 30 de abril, Paraguay es de esos países como México en los que el candidato del oficialismo, en este caso el Partido Colorado, tiene todas las posibilidades de consagrarse como el próximo presidente. Santiago Peña, un carismático economista de 44 años, formado en la Universidad de Columbia, cuenta además con buenos antecedentes, una sólida carrera en el Banco Central y ministro de Hacienda (2015-2017) del expresidente Horacio Cartes.
El coloradismo, oficialmente la Asociación Nacional Republicana (ANR) gobernó Paraguay durante los últimos 70 años con la excepción del breve paréntesis del gobierno del progresista Fernando Lugo (2008-2012). Y pese a que algunos sondeos muestran que el apoyo a Peña está equiparado hoy con el que recibe el centroizquierdista Efraín Alegre, que se presenta por tercera vez como candidato, el aspirante colorado ya se siente presidente.
Semanas atrás, en un foro empresarial de Asunción, Peña efectuó unas polémicas declaraciones sobre la Argentina afirmando que en su eventual gobierno lucharía contra el desempleo para evitar situaciones similares. “Los argentinos no quieren trabajar. Eso está mal y no queremos llegar a eso”, dijo sin pelos en la lengua.
En una entrevista por zoom con LA NACION, Peña no se desdijo de esas afirmaciones, aunque las explicó. Además habló de las acusaciones de corrupción contra Cartes, que ahora preside el Partido Colorado, y consideró que “no tiene demasiado fundamento” la definición de Paraguay como un país con un alto nivel de corrupción, en el lugar 137 entre 180 países, según Transparencia Internacional.
-Comparado con otros países de la región, Paraguay tiene una situación macroeconómica estable, ¿cuáles serían sus prioridades en caso de llegar a la presidencia?
-Paraguay cuenta con estabilidad macroeconómica, pero estamos muy lejos de lo que podríamos ser. Tenemos problemas que no hemos resuelto, como la mejora de nuestro capital humano. Nuestro sistema de salud y educación quedaron desfasados en el tiempo. Si mejoramos en la gestión económica es porque modernizamos nuestras instituciones. El ministerio de Hacienda es un organismo técnico que toma decisiones sobre el desarrollo de la política fiscal de largo plazo y contamos con un Banco Central independiente que reconoce el valor de una inflación baja y estable para poder mantener el poder adquisitivo de las personas. Yo creo que hay que mirar con el mismo enfoque técnico la educación y la salud. Y la generación de empleo es un eje transversal que recorre todas estas políticas: formar a los paraguayos para el trabajo y usar nuestro enorme potencial productivo.
-¿En qué se diferenciará su eventual gobierno del de Cartes o del actual presidente Mario Abdo Benítez?
-En el gobierno de Cartes nos tocó enfocarnos mucho en la gestión y resultados, y descuidamos la gestión política. Avanzamos con una agenda de cambios legislativos pero con un desgaste tremendo por el intento de Cartes de lograr una enmienda constitucional que le permitiera presentarse a la reelección. Eso nos impidió sostener el proyecto político. En el caso del actual gobierno, por el contrario, se concentró mucho en la política y descuidó la gestión. La economía se estancó en estos cinco años. El déficit fiscal se fue a las nubes, la deuda pública se duplicó, y eso puso en riesgo las bases de la fortaleza macroeconómica de Paraguay. Lo que me toca a mi es plasmar una gestión política con un alto contenido técnico.
-En el ránking de Transparencia Internacional, Paraguay está en el puesto 137 de 180 países, entre los más corruptos del planeta. ¿Cómo piensa encarar ese problema?
-No hay que olvidar que ese ránking es una encuesta sobre la “percepción” de corrupción que tienen los ciudadanos. No se basa en datos objetivos. Y los paraguayos tenemos una mirada muy crítica de nosotros mismos. Yo lo invitaría a mirar números duros, que en este sentido posicionan a Paraguay entre los mejores países de la región.
-¿Qué datos por ejemplo?
-Mire el riesgo país. Ese es un dato que elaboran los inversores que están poniendo su plata en juego. Nuestro índice está en alrededor de 200 puntos básicos, lo que nos ubica como el quinto país con el menor riesgo país de América Latina y el Caribe. Otro indicador puede ser la tasa de inversión extranjera, son las experiencias de empresarios que invierten en Brasil, Colombia o Chile. Ese índice nos muestra como uno de los mejores países para hacer inversiones, la burocracia es mucho menor que en otras naciones de la región y la seguridad jurídica es mucho mayor. Todo eso son muestras de transparencia. Entonces, creo que Paraguay necesita lavarse la cara a nivel internacional con esta cuestión de la corrupción. Demostrar que somos un país diferente de lo que muchos creen.
-¿Y qué dice de las acusaciones de Estados Unidos contra Cartes, ahora presidente de su partido, que el año pasado fue denunciado por la Casa Blanca como “significativamente corrupto”?
-Cartes fue acusado de cuestiones en las que él no ha tenido la oportunidad de defenderse. Él tiene sus abogados y llevará adelante su estrategia. Pero eso es algo personal de él. No es responsabilidad política del Partido Colorado ni mía como candidato presidencial. Ahora en el ciudadano de a pie ¿influyen estas acusaciones de Estados Unidos? Nosotros creemos que no. Y por eso fue electo como presidente del partido por los afiliados el 18 de diciembre. Todos los que estamos cerca de él le pedimos que se defienda y demuestre su inocencia porque creemos que es mentira.
-En relación con la Argentina, generaron mucha polémica sus declaraciones sobre que “a los argentinos no les gusta trabajar”. ¿Qué dice al respecto?
-Me decía un amigo argentino hace unos días: ´La verdad es que lo que dijiste es cierto, pero no nos gusta que nos lo digan’ (risas). De todas maneras hay que contextualizar dónde y cuándo dije eso. Yo estaba en un foro sobre generación de empleo y hablaba sobre política públicas. Soy una persona muy abierta cuando hablo. Pero acá hay elementos objetivos. Cuando uno tiene una economía como la argentina, con una inflación del 100%, un régimen tributario que es considerado por muchos argentinos casi como ´confiscatorio´, y el programa social pone a miles de personas en la disyuntiva entre trabajar o cobrar un plan, lastimosamente todo ese conjunto termina matando la cultura del trabajo. Gracias a Dios, esa no es la situación del Paraguay donde el trabajo sigue siendo una buena inversión. Y tenemos que tener mucho cuidado porque vemos en países de la región que hay hábitos muy fáciles de incorporar. Creo que cuando se impone la cultura del no-trabajo, eso termina perjudicando a todos. Por otro lado quiero aclarar que soy hijo de una argentina y mis dos hermanos son argentinos. Además soy descendiente del legislador socialista Alfredo Palacios [1878-1965], un gran político argentino. El hermano de Palacios fue mi bisabuelo. Por eso mi nombre completo es Santiago Peña Palacios.
-En varios sentidos, Paraguay es muy distinto del resto de América Latina. Es el país en que fue más fugaz la experiencia del socialismo del siglo XXI, con Fernando Lugo [2008-2012]. ¿A qué lo atribuye?
-Creo que en Paraguay hay todavía una fuerte influencia de la cultura guaraní. ¿Cuáles eran los rasgos de esa cultura? Cuando hace 500 años vinieron los conquistadores españoles no pudieron quedarse en el puerto de Buenos Aires porque los aborígenes locales eran muy hostiles y entonces navegaron por el río Paraná hasta Asunción. Allí se afincaron porque encontraron una cultura que era amigable y trabajadora, y eso permitió desarrollarse a Paraguay. En 1850 probablemente era el país más desarrollado de América Latina, en 1870 se inaugura el primer tren a vapor de la región. Luego nos marcó la guerra del Paraguay que fue una guerra de exterminio y eso fue lo que nos rezagó. Pero en nuestra cultura quedó la idea de que no nos gusta que se nos regalen las cosas, las queremos ganar por mérito propio. Entonces, llega Fernando Lugo un exobispo en un país tremendamente católico. Yo creo que su triunfo electoral entonces tiene más que ver con su cercanía con la Iglesia que con el socialismo del siglo XXI. Esas ideas no cayeron bien en aquella época y tampoco ahora tendrían cabida. Creo que la sociedad paraguaya es mayoritariamente de centro, que valora el esfuerzo del trabajo, que considera a la familia como el eje de la sociedad, y que, a pesar de 35 años de dictadura, valora la libertad y la democracia.
-En ese sentido, el gobierno actual de la Argentina es más cercano a las ideas de Lugo. ¿Va a ser conflictiva la relación si llega a la presidencia?
-No crea... Se llevaría una gran sorpresa de la gran amistad que tengo con Axel Kiciloff. Los dos fuimos ministros de Economía en la misma época. Pero Paraguay no se puede dar el lujo de ideologizar nuestras relaciones diplomáticas. Estamos hermanados con los países de la región más allá de cuál sea el signo político de sus gobernantes. No es algo que nos competa a nosotros. Cristina Kirchner fue presidenta en la misma época que Cartes, un empresario que podría ser considerado de derecha, y los dos tuvieron una excelente relación. Así que no tengo ninguna duda de que voy a tener una muy buena relación con Alberto Fernández y con quien elijan los argentinos en octubre.
-Finalmente, si llega a la presidencia, ¿cómo le gustaría ser recordado cuando deje el cargo en 2028?
- Quisiera que me recuerden como el presidente que unió a los paraguayos y a los sudamericanos. Por mi carácter y personalidad tengo una enorme vocación integradora. Probablemente mi experiencia docente me dio la paciencia suficiente como para invertir saliva hasta que de las discusiones surja un entendimiento y un acuerdo. Aunque soy economista, creo que el crecimiento va a venir de esta visión más amplia de unidad e integración entre los paraguayos y la región, de repensar el Mercosur como una plataforma integradora. Ahi va estar la respuesta.
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