Para vencer al magnate hay que enfocarse en su corrupción
NUEVA YORK.- Los legisladores demócratas de la Cámara de Representantes están haciendo lo correcto al impulsar el juicio político contra el presidente Trump, pero al hacerlo también ponen a su propio partido frente a un dilema.
Los demócratas han sido especialmente exitosos contra Trump cuando se enfocaron en criticar sus políticas más antipopulares, como lo hicieron durante 2017 al defender el plan de salud conocido como Obamacare y durante las elecciones de mitad de mandato de 2018. Menos éxito tuvieron cuando apuntaron contra su comportamiento indigno o ultrajante, como lo hizo Hillary Clinton durante su campaña en 2016.
Los seguidores de Trump parecen aceptar la personalidad del presidente como algo dado, y las críticas en ese sentido no los modifican en nada. Una fracción de ellos, sin embargo, por supuesto que cambiaría de opinión si el presidente no lograra estar a la altura de sus promesas políticas.
Parece inevitable que el juicio político termine centrándose en la versión caricaturesca de Trump: el presidente que está dispuesto a romper todas las reglas. También es muy probable que termine con una absolución de parte del Senado, controlado por los republicanos.
Los demócratas tendrán muchas más chances de tener éxito si logran llegar a la mente de los votantes con un argumento más amplio sobre la esencia de la presidencia de Trump. La versión más prometedora de ese argumento gira en torno a la corrupción: el escándalo de Ucrania es importante porque muestra que renegó de su promesa de luchar por los norteamericanos de a pie, al hacer uso del poder en beneficio propio.
Según las encuestas, la corrupción es una de las principales preocupaciones de los norteamericanos. Un sondeo de NBC News/Wall Street Journal de 2018 reveló que, después de la economía, la segunda preocupación es "reducir la influencia de los intereses particulares y de la corrupción en Washington". Además, se trata de una preocupación transversal que atañe a demócratas, republicanos e independientes.
El argumento de la corrupción puede tener eco entre los votantes independientes que en 2012 contribuyeron al triunfo de Obama, se volcaron por Trump en 2016 y volvieron a votar a los demócratas en 2018. Y a pesar de los buenos deseos de algunos progresistas, ganarse a los votantes fluctuantes volverá a ser crucial en las presidenciales de 2020.
"Hay que construir un puente que la gente pueda cruzar", dice David Axelrod, exestratega de Obama, en referencia a los votantes de Trump en 2016. "Si uno se limita a decir que es un depravado y un tipo reprobable y cosas por el estilo, difícilmente la gente que lo votó esté dispuesta a cruzar el puente".
El problema es que pintar a Trump como un réprobo es muy tentador... porque lo es. Como dijo el senador Ted Cruz durante las primarias republicanas de 2016, Trump es "un mentiroso patológico".
En las elecciones generales de 2016, la campaña de Hillary Clinton apostó a que los votantes indecisos serían menos tolerantes que las bases republicanas con el comportamiento personal de Trump. Clinton dedicó una enorme porción de su publicidad de campaña a atacar la personalidad de su oponente, y no sus propuestas políticas. Uno de sus avisos mostraba a unos niños que miraban la televisión mientras Trump decía improperios desde la pantalla.
El rebelde
En aquel momento, la estrategia parecía razonable y efectiva. En el tramo final de la campaña, el 62% de los norteamericanos decían tener sentimientos mayormente negativos hacia Trump. Sin embargo, parte de ese 62% igual lo votaron. Estaban dispuestos a ponerle una ficha a ese descarado y vulgar outsider de la política que prometía luchar por ellos.
En las elecciones de mitad de mandato de 2018, los demócratas adoptaron una estrategia muy diferente. Hicieron foco en temas puntuales, como el sistema de salud, y criticaron a los republicanos por no usar su poder para ayudar a la gente común.
La estrategia funcionó, gracias a la fuerte concurrencia de los demócratas a las urnas y a que lograron convencer a muchos independientes.
El contraste entre 2016 y 2018 sigue un patrón que se repite en todo el mundo. Los demagogos como Trump suelen alcanzar el poder cuando la gente se harta de los políticos tradicionales, como señala Luigi Zingales, de la Universidad de Chicago. Los demagogos "no salen de la nada", dice Zingales. "Y cuanto más los ataca la elite, más piensa la gente: ?Es uno de nosotros'".
La mejor estrategia, entonces, es tratar a los demagogos como a políticos comunes que no han cumplido sus promesas.
Con el escándalo de Ucrania, los demócratas tienen la oportunidad de hacerlo. Cuando era candidato, Trump prometió arreglar el país y hacerlo grande otra vez. Pero desde el primer día -como con las negociaciones secretas para construir una Torre Trump en Moscú en plena campaña de 2016- Trump ha intentado ayudarse a sí mismo.
Aprobó rebajas de impuestos para los ricos, como él, y no para los trabajadores. Usó la presidencia para potenciar las ganancias de sus hoteles. Y perjudicó los intereses norteamericanos al distorsionar la política exterior hacia Rusia, China, Ucrania y otros países, para garantizarse su permanencia en el poder y así poder seguir enriqueciéndose.
Trump ha convertido la política norteamericana en un circo agotador. "El mejor argumento contra Trump es simplemente este: cuatro años más como estos serían insoportables -dice Axelrod-. No podemos seguir despertándonos a la mañana y encontrarnos con tuits enloquecedores y amenazas gratuitas. Eso interfiere con la resolución de los problemas que sufre la gente".
Y eso dependerá, ante todo, del modo en que conduzcan el proceso de juicio político los demócratas. Tendrán que presentar un caso claro: ya no es que Trump sea mala persona, sino que le falló a su país.
The New York Times
Traducción de Jaime Arrambide
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