Para una dinastía, nada mejor que competir con otra dinastía
WASHINGTON -Durante meses, Jeb Bush ha sido acosado con cuestionamientos sobre el legado de su familia en la presidencia, y el anuncio formal de su candidatura para la Casa Blanca no logrará apaciguarlos.
El alivio llegará el año próximo, siempre y cuando Bush se asegure la candidatura republicana, y podría ser propiciado por la persona menos pensada: su probable adversaria en las elecciones, Hillary Clinton.
Competir con Hillary, según señalaron los allegados a Bush, le permitiría a Jeb dejar el pasado de su familia en el arcón de los recuerdos. "Cuando ella quiera chicanearlo con su padre o su hermano, Jeb podrá hacerle lo mismo con Obama o Bill", dijo John "Mac" Stipanovich, asesor de Bush.
En ese escenario, todo lo que se podría llegarse a decir sobre los rasgos dinásticos de la política de Estados Unidos quedaría fuera del juego, y el "cansancio por los Bush" y el "cansancio por los Clinton" se cancelarían mutuamente: lo votantes tendrían que elegir a uno o al otro.
Pero fuentes de la campaña del ex gobernador de Florida recalcaron que es demasiado pronto para poner el eje en un eventual enfrentamiento con Hillary. Primero, Bush tendrá que pilotear la más que ríspida interna del Partido Republicano, donde hay más de una decena de precandidatos en danza.
El apellido Bush fue el patrón oro de la política republicana, pero desde que Jeb mostró interés en la Casa Blanca, ha sido vapuleado por su parentesco con su padre y su hermano. Para los conservadores, los Bush, personificados por el ex presidente George H. W. Bush, son demasiado moderados, mientras que para los progresistas, la presidencia del hermano de Jeb lleva la marca indeleble de la guerra y la ruina económica.
El mes pasado, Jeb trastabilló cuando le preguntaron si hubiese enviado tropas a Irak como lo hizo su hermano en 2003. El episodio, y las críticas hacia Bush que se sucedieron, son ilustrativos de las dificultades que enfrenta Bush para desligarse y dar consistencia a una identidad política propia.
Pero si Hillary fuera la candidata demócrata, su propio historial respecto de la guerra de Irak tal vez la frene de vincular a Jeb con la guerra y la política exterior de Estados Unidos en Medio Oriente. Cuando era senadora, Hillary votó a favor de la guerra, aunque más tarde dijo que había sido un error. Y como secretaria de Estado ayudó a definir la política hacia Irak.
Ari Fleischer, ex secretario de prensa de Bush (hijo), señaló: "Sería insostenible que Hillary apuntara contra el hermano de Jeb, porque ella misma lo apoyó con su voto". Stipanovich señala que la candidatura de Hillary incluso podría inocular a Jeb contra otros eventuales dardos de los demócratas.
Clinton podría verse limitada si quisiera atacar a Bush por su excesiva cercanía con los sectores financieros, ya que ella comparte varios de esos vínculos, en parte a través de su esposo, Bill. Jeb podría contraatacar cualquier crítica por su pasado corporativo apuntando a las recientes investigaciones sobre donativos a la Fundación Clinton. Y tampoco podrá apelarse al ataque clasista por la riqueza de los Bush, ya que ambos candidatos son multimillonarios.
En ese sentido, la campaña sería una especie de versión política del principio de destrucción mutua asegurada que cundía durante la Guerra Fría y que hizo que los misiles nucleares de Estados Unidos y la Unión Soviética nunca salieran de sus silos. "Sería una situación de desarme mutuo", dijo Stipanovich. Así, dos figuras del establishment quedarían liberadas de sus mochilas políticas y podrían enfocarse en el futuro y no en defender el pasado.
"Ya encontrarán en qué diferenciarse, pero así quedarían eliminadas muchas distracciones", dijo Al Cardenas, abogado de Miami y muy allegado a Bush.
Con Bush encabezando la boleta, Hillary también podría salir beneficiada. A los demócratas les preocupa que con dos décadas de experiencia en Washington, Hillary, de 67 años, sería vulnerable al ataque generacional si su contrincante fuese un joven republicano. Pero con 62 años, Jeb no plantea ese riesgo.
Retomando la jerga de la Guerra Fría, sería una nueva "amenaza contenida".
Traducción de Jaime Arrambide
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