Para los que se quedaron en Siria, la vida cotidiana se parece al infierno
En los suburbios de Damasco se sobrevive entre los escombros de los bombardeos, que son incesantes; para proveerse de comida muchos usan túneles y florecen los contrabandistas
BEIRUT.- Cada mañana, cuando suena el llamado a la Fajr, la oración musulmana del amanecer, mujeres y chicos de Douma, un suburbio de Damasco, salen de sus casas y marchan silenciosamente hasta los sembradíos de los alrededores, para ponerse a salvo de los bombardeos diurnos del ejército sirio.
La caminata es parte de la rutina surrealista que describen los vecinos de Douma que se quedan: salir a hacer las compras entre los escombros, juntar vegetales silvestres como alimento, asistir a funerales masivos. Pero ni siquiera en los campos están a salvo. Según los médicos, las bombas mataron recientemente en los campos a dos familias con sus 10 integrantes, siete de ellos chicos.
Una masa de sirios en fuga atraviesa el mundo para llegar a Europa, y esta vida cotidiana es una de las pesadillas de las que escapan. Y las evidencias de la envergadura de ese éxodo son los barrios cada vez más deshabitados, desde los suburbios de Damasco hasta la ciudad norteña de Aleppo.
En zonas controladas por los insurgentes, como Douma, una de las primeras en rebelarse contra el gobierno en 2011, los bombardeos son constantes y ya llevan años. Así y todo, la situación todavía puede empeorar. Y el mes pasado, eso es lo que quedó claro en Douma.
Las fuerzas del gobierno empezaron a redoblar los bombardeos, utilizando no sólo el fuego de artillería a la que los vecinos de Douma están acostumbrados, sino que también lanzaron un ataque aéreo. Para entonces, tal vez el 80% de los vecinos de la que llegó a ser una activa comunidad de medio millón de personas ya habían huido, y los socorristas dicen que los nuevos bombardeos desplazaron a miles más.
Durante el último mes, en Douma y sus suburbios murieron más de 550 personas, en su mayoría civiles, 123 de los cuales eran chicos, según médicos de la Cruz de la Media Luna Roja. Agosto fue uno de los meses más sangrientos en este distrito, con al menos 150 heridos diarios entre el 12 y el 31 de agosto, y ese número sólo incluye a los pacientes que recibieron atención en las 13 clínicas improvisadas donde trabaja Médicos Sin Fronteras.
Esa concentración de violencia ha empujado a la fuga incluso a quienes más se resistían a partir, dice Ahmed, vecino de Douma que pidió ser identificado sólo por su nombre de pila, por temor a las represalias. Ahmed afirma que de los pocos que ya quedaban a principios de agosto, la mitad se han ido, mientras que el resto peregrina diariamente a los campos o "se queda encerrada en su casa, rezando para que no los maten".
Aunque no hay cifras concluyentes disponibles, el conteo del Centro de Documentación de Abusos de la oposición siria arroja unos 18.000 muertos por ataques aéreos, que sólo el gobierno está en condiciones de realizar, y aseguran que más de 27.000 murieron por fuego de artillería y cohetes de ambos bandos.
Lo que dice el gobierno sirio es que está bombardeando a terroristas.
Pero no sólo las bombas han desfigurado la vida en Douma. Años de bloqueo por parte del gobierno obligaron a los vecinos a depender de túneles y contrabandistas para sus necesidades diarias. El acceso de ayuda humanitaria está mayormente bloqueado, y son pocos los que pueden entrar o salir.
Tanto el gobierno y las fuerzas rebeldes se quedan con su tajada de los sobornos y el contrabando, parte de una próspera economía de guerra. Algunos insurgentes operan como caudillos militares: se enriquecen ellos y aplastan a los disidentes.
Y escapar también implica lidiar con los contrabandistas y otros riesgos, incluso para los que no planean subirse a un barco para cruzar el Mediterráneo. Los problemas empiezan no bien uno deja la cuadra de su casa rumbo a Damasco.
"Es normal que la gente quiera irse al extranjero", dijo Ahmed, pero agregó: "La pregunta es cómo lograrlo".
Los que sí logran llegar hasta Damasco y se suman a los 7 millones de sirios desplazados dentro del país, pueden ser acosados o terminar presos, por provenir de una zona controlada por los rebeldes, lo que los convierte en sospechosos.
Por eso muchos se deciden por las vecinas Jordania, Turquía o el Líbano, que albergan a la mayor parte de los 4 millones de sirios refugiados en el extranjero. Tan sólo hacia el Líbano, los suburbios de Damasco ya han sufrido una sangría de 165.000 personas. Pero esos países se han vuelto menos hospitalarios.
Los refugiados pueden entonces aventurarse más lejos aún, incluso hasta Europa. O pueden volver a Douma, a una guerra que ya se ha cobrado más de un cuarto de millón de vidas. Debido a la exclusión y restricciones al periodismo de parte de los combatientes, la vida en ese lugar solo puede atisbarse a través de los videos subidos a internet por los grupos insurgentes, los activistas antigubernamentales y los rescatistas. Allí pueden verse calles enteras cubiertas de escombros, techos caídos y barras de acero retorcidas como alambre.
En un video posteado recientemente, un voluntario, o tal vez un adolescente, cargaba sobre sus hombros el cuerpo inerme de un nenito. En otro, un joven extraía un cadáver ensangrentado de una pila de rocas, hasta que se oye una voz de fondo que le dice, "Suficiente. No filmes el cuerpo". En otro, un chico es llevado a la carrera a un hospital mientras los rescatistas intentan reanimarlo.
Muchas veces, entre el humo, las sirenas y la búsqueda de sobrevivientes, no se oye otra cosa que el estruendo de los escombros, y los vecinos que mascullan una misma frase, Allahu Akbar, "Alá es grande".
"Las casas se derrumban sobre los residentes", dijo recientemente un vecino de Douma vía Skype. "Todavía se oyen los gritos.".
Para uno de los pocos médicos socorristas que quedan en el lugar, el doctor Adnan Tobaji, es urgente frenar la guerra. "Para nosotros, el futuro del presidente Al-Assad no es nada comparado con el destino de Siria como país, de su pueblo y de sus niños", dijo Tobaji. "En este momento, mientras hablamos, hay sirios que están siendo asesinados. Tenemos que detener la guerra a como dé lugar."
Traducción de Jaime Arrambide
Anne Barnard y Maher Samaan
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